La meningitis es una inflamación de las meninges, que son las membranas que cubren el cerebro y la médula espinal. Esta condición puede ser causada por infecciones virales, bacterianas, fúngicas y parasitarias, siendo las bacterianas y virales las más comunes. Esta inflamación de las meninges también puede ser el resultado de otras enfermedades, como el cáncer, una reacción a ciertos medicamentos o enfermedades inflamatorias.
En España, cada año se reportan 1.000 nuevos casos de meningitis, siendo el 10% casos muy graves, según los datos que aporta la Sociedad Española de Neurología (SEN). Con respecto a 2022, la incidencia de esta enfermedad ha aumentado un 10%, una tendencia que se mantiene al alza desde 2014.
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Los síntomas de la meningitis pueden variar dependiendo del agente causal, pero existen signos característicos que suelen ser motivo de alarma. Entre estos, según la Organización Mundial de la Salud (OMS) y los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC), se encuentran:
- Fiebre alta repentina.
- Fuerte dolor de cabeza que es diferente al tipo de dolor de cabeza habitual.
- Rigidez en el cuello, que impide flexionar el cuello para tocar el pecho con la barbilla.
- Fotofobia o sensibilidad a la luz.
- Confusión o dificultad para concentrarse.
- Vómitos o náuseas.
- Somnolencia o dificultad para despertarse.
- En bebés, los signos pueden ser diferentes e incluir irritabilidad, llanto agudo, rigidez del cuerpo, protuberancia de la fontanela y dificultad para alimentarse.
La meningitis bacteriana es particularmente grave y requiere atención médica urgente. Es causada por varias bacterias, frecuentemente por especies de Neisseria meningitidis, Streptococcus pneumoniae y Haemophilus influenzae tipo b, que se transmiten a través del contacto directo con las secreciones respiratorias de una persona infectada.
Por otro lado, la meningitis viral, aunque generalmente menos grave que la bacteriana, constituye la mayoría de los casos y es causada por enterovirus y, en menor medida, por virus como el herpes simple, la varicela zóster y el virus del Nilo Occidental.
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El tratamiento de la meningitis
En cuanto al tratamiento, este varía según la causa subyacente. En el caso de la meningitis bacteriana, el tratamiento consiste en la administración inmediata de antibióticos intravenosos y, a veces, corticosteroides para reducir la inflamación del cerebro. La elección de antibiótico dependerá del tipo de bacteria responsable, que generalmente se identifica mediante el análisis del líquido cefalorraquídeo obtenido a través de una punción lumbar.
Por otro lado, la meningitis viral a menudo se resuelve sin tratamiento específico, aunque en algunos casos, como en la meningitis por herpes simple, se requiere tratamiento antiviral. En el caso de la meningitis fúngica, el tratamiento puede incluir medicamentos antifúngicos durante un periodo extendido. Para las meningitis causadas por enfermedades no infecciosas, el tratamiento está dirigido a la condición subyacente.
Es vital destacar la importancia de la prevención de la meningitis, que se logra gracias a la vacunación. Existen vacunas disponibles contra algunas causas de la meningitis bacteriana, como Neisseria meningitidis, Streptococcus pneumoniae y Haemophilus influenzae tipo b. La higiene personal, como el lavado frecuente de manos y cubrirse la boca al toser o estornudar, también es esencial para prevenir la propagación de agentes infecciosos.
Sin embargo, a pesar de la disponibilidad de estos tratamientos y medidas preventivas, la meningitis sigue siendo una enfermedad que puede causar graves secuelas neurológicas o la muerte, especialmente si no se trata rápidamente y de manera adecuada. Por ello, ante la aparición de signos o síntomas, se requiere atención médica inmediata.