La nueva variante de la Covid-19 ya tiene nombre: Pirola. El Ministerio de Salud Pública (MSP) de Ecuador ha identificado el primer caso en Quito, tras un análisis genético llevado a cabo en colaboración con el Instituto Nacional de Investigación en Salud Pública. Identificada como BA.2.86, esta subvariante de ómicron se encuentra ya en diversos países, por lo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) la considera como una “variante bajo vigilancia”.
Sin embargo, desde noviembre, la Pirola ha sido reclasificada a “variante de interés” por la poca evidencia acerca de su peligrosidad, por lo que pesa más su interés científico. No se ha confirmado un cambio en la sintomatología que produce respecto a otras variantes, se señala que la sintomatología puede ser amplia, parecida a los signos de un resfriado.
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Los brotes de esta variante también han generado atención en España, donde la tendencia de contagios muestra un incremento. La preocupación aumenta, ya que la época navideña es una temporada donde tradicionalmente aumentan las interacciones sociales y, por tanto, el riesgo de propagación de virus respiratorios.
Desde la Asociación Médica Estadounidense, se advierte que aunque hay síntomas comunes como fiebre, escalofríos, fatiga y dolor de garganta que suelen durar entre cinco y siete días, han surgido otros que se difieren de los encontrados en variantes previas como Alfa o Delta. Además, la pérdida del gusto y olfato, característica en las primeras oleadas de la pandemia, parece ser menos frecuente en los casos de ómicron y sus subvariantes.
No obstante, aún queda mucho por investigar sobre BA.2.86 y su impacto en la salud pública. Las autoridades sanitarias y científicas se mantienen alerta ante la posible evolución en la transmisibilidad o la gravedad de los síntomas causados por esta nueva variante. Mientras tanto, Ecuador se suma a Brasil, Perú y Chile como los países de la región que han detectado esta variación del virus en su población.
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El papel de la vacunas
La importancia de la vacuna contra el coronavirus radica en su capacidad para reducir significativamente el riesgo de infección, así como la gravedad y la mortalidad asociadas al virus SARS-CoV-2. Las vacunas han demostrado ser una herramienta vital en el control de la pandemia, protegiendo tanto a individuos como a comunidades y contribuyendo a disminuir la transmisión del virus.
La vacunación masiva permite trabajar hacia la inmunidad de rebaño, que ocurre cuando una gran parte de la comunidad se vuelve inmune al virus, ya sea a través de la inmunización o por haberse recuperado de la enfermedad, lo que finalmente reduce la probabilidad de que el virus se propague y protege a aquellos que no pueden vacunarse.
Las vacunas contra la Covid-19 han mostrado también eficacia en la prevención de formas graves de la enfermedad y hospitalizaciones, incluso frente a las variantes emergentes. Además, reducen la carga en los sistemas de salud, lo que permite que otros tratamientos y servicios médicos continúen sin la sobrecarga generada por los picos pandémicos.