La importancia de la vacuna contra la gripe para evitar complicaciones en la enfermedad

La gripe es una de las enfermedades infecciosas que más afectan a la población durante esta época del año. La provocan los virus influenzavirus A, B y C. El que da mayores problemas porque causa más epidemias es el A. Por el contrario, el B tiene un menor alcance y se extiende menos y el C produce enfermedad en pocas ocasiones. Cuando el virus entra en el organismo y contaremos la enfermedad, suele afectar a las vías respiratorias, a la nariz, garganta, pulmones y bronquios y, en ocasiones, al corazón y a los músculos.

Se trata de una enfermedad estacional, ya que aunque se puede sufrir durante todo el año, lo cierto es que la mayor parte de casos llegan en otoño e invierno. Por eso, es en este periodo en el que se refuerza la vacunación a la población de riesgo, ya que puede provocarles complicaciones graves si se contagian.

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Si bien no tiene una efectividad del 100 %, la vacuna contra la gripe es la mejor manera de prevenir esta enfermedad y sus complicaciones. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) recomiendan la vacuna anual contra la gripe a todas las personas a partir de los 6 meses de edad. Recibir una vacuna contra la gripe puede reducir el riesgo de contraer esta enfermedad y de padecerla de una forma grave y de necesitar hospitalización, según recoge la Clínica Mayo.

El objetivo de la vacunación frente a gripe, conforme indica el Ministerio de Sanidad, es reforzar la protección de las personas más vulnerables y del personal sanitario y sociosanitario para reducir la morbimortalidad y el impacto de estas enfermedades sobre la capacidad de la atención sanitaria y sociosanitaria.

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Sanidad recomienda la vacuna contra la gripe para las personas que se encuentre en uno o varios de estos grupos:

• Personas de 60 años o más y la población infantil entre 6-59 meses de edad.
• Personas de 5 años o más internas en centros de discapacidad y residencias de mayores, así como otras personas institucionalizadas de manera prolongada y residentes en instituciones cerradas.
• Personas con menos de 60 años con enfermedades como diabetes mellitus y síndrome de Cushing; obesidad mórbida; enfermedades crónicas cardiovasculares, neurológicas o respiratorias, incluyendo displasia bronco-pulmonar, fibrosis quística y asma enfermedad renal crónica y síndrome nefrótico; hemoglobinopatías y anemias o hemofilia, y otros trastornos de la coagulación y trastornos hemorrágicos crónicos, así como receptores de hemoderivados y transfusiones múltiples; asplenia o disfunción esplénica grave ; y enfermedad hepática crónica, incluyendo el alcoholismo crónico; enfermedades neuromusculares graves; inmunosupresión , incluyendo las inmunodeficiencias primarias y la originada por la infección por VIH o por fármacos, así como en los receptores de trasplantes y déficit de complemento; cáncer y hemopatías malignas; fístula de líquido cefalorraquídeo e implante coclear o en espera del mismo: enfermedad celíaca; enfermedad inflamatoria crónica; trastornos y enfermedades que conllevan disfunción cognitiva: síndrome de Down o las demencias.
• Embarazadas en cualquier trimestre de gestación y mujeres durante el puerperio , hasta los 6 meses tras el parto y que no se hayan vacunado durante el embarazo.
• Personas convivientes con aquellas que tienen alto grado de inmunosupresión: en general se refiere a trasplantadas de progenitores hematopoyéticos, trasplantadas de órgano sólido, insuficiencia renal crónica, infección por VIH, algunas inmunodeficiencias primarias y aquellas sometidas a ciertas terapias inmunosupresoras.
• Personas de 5-18 años de edad que reciben tratamiento prolongado con ácido acetilsalicílico, por la posibilidad de desarrollar un síndrome de Reye tras la gripe.
• Fumadores.
• Estudiantes en prácticas en centros sanitarios y sociosanitarios.
• Personas con exposición laboral directa a animales