Hace años que la ciencia está apuntando que existen ciertos trastornos intestinales relacionados con algunos tipos de demencia. En 2003, un estudio del médico alemán Heiko Braak descubrió que los pacientes que sufrían Alzheimer tenían acumuladas proteínas de alfa-sinucleína (que controla el movimiento y la forma de las mitocondrias) en partes del sistema nervioso central que controlan el intestino.
Siguiendo la hipótesis pionera de Braak, un grupo de investigadores acaba de publicar en la revista científica Gut, especializada en gastroenterología y hepatología, unos nuevos hallazgos. El estudio revela que los trastornos intestinales también se vinculan con un mayor riesgo de sufrir Párkinson.
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Para ello, compararon a personas con Párkinson por una causa desconocida con otros que habían sido diagnosticados por algún trastorno neurológico, como el alzhéimer o algún accidente cerebrovascular. Las conclusiones del estudio pusieron de manifiesto que hasta cuatro enfermedades intestinales estaban relacionadas con una mayor probabilidad de padecer la enfermedad de Párkinson:
- Gastroparesia. Es una enfermedad que alerta el movimiento normal de los músculos (motilidad) del estómago. Con gastroparesia, la motilidad se ralentiza y las contracciones musculares no son lo suficientemente fuertes para pasar los alimentos por el tubo digestivo. Esto impide que el estómago se vacíe correctamente.
- Disfagia. Es la dificultad para tragar hasta el punto de que, en algunos casos, la deglución es imposible. Es decir, el proceso por el que los alimentos se trasladan desde la boca hasta el estómago sin obstruir las vías respiratorias. Las personas con disfagia necesitan más tiempo y esfuerzo para mover los alimentos de la boca al estómago y puede ser doloroso.
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- Estreñimiento. Es la dificultad para defecar y se considera que se padece estreñimiento cuando se evacúa menos de tres vece a la semana. El estreñimiento puede durar semanas, pero también algunas personas sufren de estreñimiento crónico. Lo más común es que se dé esta afección cuando las heces se mueven con demasiada lentitud en el tracto digestivo. Esto hace que se sequen, se endurezcan y sea más difícil evacuarlas.
- Síndrome del intestino irritable (SII). Esta afección incluye un grupo de síntomas como dolor constante en el abdomen, diarrea, estreñimiento o ambos. El estudio demostró que las personas que habían padecido SII pero sin diarrea, eran más propensas a desarrollar Párkinson (un 17% más). El SII no muestra daños visibles, por lo que tampoco están seguros de qué lo causa.
El estudio ha revelado otros hechos bastante reseñables, como que la extirpación del apéndice parece que funciona como protector. Este hallazgo podría llevar a los investigadores a abrir una nueva línea de observación del apéndice que ayudara a la detección más temprana de la enfermedad del Párkinson y a nuevos tratamientos potenciales. Los científicos creen que el apéndice podría ser el origen del ataque patológico que luego se propaga por todo el intestino y termina en el cerebro.
Otros problemas intestinales también se relacionaron con el desarrollo del Párkinson, aunque eran predominantes antes de la enfermedad. Se trataban de afecciones como la despepsia funcional o y la diarrea con incontinencia fecal.