“Fueron felices y comieron perdices”. Es la frase, o al menos, la idea que acompaña a la mayoría de películas que hemos visto desde niños. Una princesa que necesita a un príncipe para despertar de un sueño profundo provocado por una maldición, una pareja que se reencuentra tras años separados y descubren que nunca han dejado de quererse, o un beso final que resuelve toda la trama y nos da a entender que estarán juntos para siempre. Toda una serie de mitos en torno al amor romántico que hemos visto una y otra y otra vez y que hemos (han) grabado a fuego en nuestro inconsciente.
Esa idea del amor, aparentemente inofensiva, puede resultar tremendamente dañina cuando nos lleva a pensar que necesitamos una pareja para sentirnos completos, a esa otra mitad de la que tantos hemos oído hablar. Isabel Cuéllar Flores, psicóloga clínica en el Hospital Clínico San Carlos de Madrid, explica que “el miedo a no tener pareja o a perderla es un fenómeno que se experimenta a nivel individual, pero que hunde sus raíces en factores socioculturales muy arraigados y en el proceso de socialización”.
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Para Cuéllar, hay tres circunstancias que pueden llevarnos a desarrollar este temor. En primer lugar, habla de los aspectos socioculturales y la socialización, y de como el mundo en el que vivimos nos ha introducido una imagen idealizada del amor romántico a partir de la cultura que consumimos. Las películas Disney, las novelas románticas y las canciones de amor nos inducen a pensar que necesitamos a otra persona para sentirnos plenos. Aquí también introduce el peso de los “mandatos sociales”, es decir, el cumplimiento de lo que se considera adecuado o deseable y que si no se cumple, se sanciona de forma directa o indirecta. “Lo que se sale de ese modelo implica ser descalificado”, asegura, y en el modelo actual imperan las relaciones amorosas por encima de las de cualquier otro tipo.
En segundo lugar, la psicóloga, que también es miembro de la Junta Directiva de la Asociación Española de Psicología Clínica y Psicopatología, hace referencia a los elementos individuales como la autoestima y la tendencia a experimentar temor. En este sentido, tiene mucha importancia el estilo de apego que desarrollamos desde niños. “El vínculo de apego sería una construcción afectiva para las que estamos predispuestas desde la infancia y nos permite mantener la proximidad con otras personas y sentirnos seguros”, explica, y añade que “estos vínculos de apego van madurando y configurándose como en un estilo de apego que puede ser seguro o inseguro”. Este aspecto nos predispone a experimentar más o menos confianza, y más o menos miedo a las relaciones afectivas. “Aquellas personas que hayan desarrollado estilos de apego inseguro van a experimentar más dependencia emocional y más miedo, no a no tener pareja o a perderla”, asegura.
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El último aspecto que afecta en el desarrollo de este miedo es la propia relación de pareja (presente o pasada), ya que puede estar asentada en actitudes y dinámicas dañinas. “Por ejemplo, si uno de los miembros amenaza con una ruptura, o si descuida de forma habitual a la otra persona, está generando una inseguridad en el vínculo”, explica Cuéllar. En este punto, recuerda que el miedo es una pieza clave para los agresores en los casos de violencia de género.
Una vez explicada la influencia de estos tres factores, Cuéllar señala que la cuestión de género es fundamental: “El miedo a no tener pareja o a perderla es más habitual en las mujeres y tiene mucho que ver con el proceso de socialización. Hemos ido incorporando que, para las mujeres, la relación de pareja es algo central y en la que se basa buena parte de su identidad y de su propia autovaloración”
Sacar el miedo a no tener pareja de lo cotidiano
Después de asumir como natural la necesidad de tener a una pareja que nos acompañe, muchas personas pueden desarrollar miedo a no encontrarla o a perderla. De hecho, pueden no ser conscientes de ese temor y “actuarlo”. “En la jerga psicológica -explica Cuéllar- actuar las emociones significa que la persona no identifica en sí misma la emoción y, sin embargo, actúa en consonancia con ella”. En este caso, se traduce en que hay personas que pueden no reconocerse en el miedo y, sin embargo, cumplir con una serie de comportamientos que están tratando de neutralizarlo, como por ejemplo, controlar a la otra persona o buscar una constantemente, e ir encadenando relaciones. “En el fondo, hay una inseguridad y un miedo a perder la pareja”, sentencia.
Cómo identificar este temor
Para identificar el miedo es importante hacer introspección y reflexionar sobre lo que nos motiva cuando pensamos en nuestra pareja o en la posibilidad de tener una. Su pérdida es una posibilidad real, no es algo extremadamente improbable, y podemos tratar de buscar que despierta en nosotros esta idea.
“Sin embargo, habría que tener presente que el miedo a no tener pareja o a perderla es un síntoma o alerta, es decir, es una señal que puede indicar diferentes cosas y según lo que indique, su solución va a ser distinta”, explica Cuéllar. Puede que la relación con la pareja no sea segura o que, por el contrario, sea la propia persona la que no tiene un vínculo sano consigo misma, que no sea lo suficientemente segura y, por eso, tema no estar con otra persona.
Miedo a no encontrar pareja tras una ruptura
Tras una ruptura, es normal atravesar una fase en la que sintamos que no encontraremos a otra persona con la que nos vayamos a sentir igual y una de las muchas sensaciones que tendremos es miedo. “Hay que normalizarlo y experimentarlo. Forma parte de la vida y no pasa nada”, recuerda Cuéllar, aunque también explica que es normal siempre y cuando la intensidad con la que se siente y la disfunción que provoca sean pasajeras.
Debemos atender a este miedo cuando es “muy intenso y nos hace involucrarnos en relaciones de forma indiscriminada”, es decir, sin pensar si queremos o si nos conviene una persona. “Cuando un miedo nos hace descuidarnos a nosotros mismos, es donde efectivamente empieza el problema”, aclara.
“Si ese miedo viene de antes, nos vemos atrapados y además nos lleva a relaciones en las que nos vemos dañados y esto ocurre una y otra vez, es el momento de pararse a pensar en si nos vendría bien ayuda profesional para tratar de modificar la forma de vincularnos y relacionarnos con los demás y con nosotros mismos”, dice Cuéllar.
Para la experta, la solución pasaría “por deconstruir las creencias que tenemos sobre el amor, los vínculos, las relaciones y también construir una forma sana de vincularse con las parejas y con nosotros mismo”.