Cómo vencer el miedo a la soledad: “Hay que tratarse a uno mismo con cariño y respeto, que suena fácil pero no lo es tanto”

La psicóloga Isabel Cuéllar Flores explica que es normal tener miedo a estar solo en un proceso de duelo o tras una ruptura de pareja, pero en algunos casos puede ser patológico o síntoma de algún trastorno

Una mujer en el campo con los brazos alzados. (Freepik)

Pasear por el campo o por un parque, tomar un café mientras lees un libro o, simplemente, estar en casa, haciendo nada, en soledad. Lo que para algunos puede resultar tan tractivo y apetecible, para otros es impensable. Algunas personas no toleran la falta de otras. El hecho de estar solas puede volverse muy complicado y buscan compañía a toda costa porque no soportan la suya misma.

¿Ese miedo a la soledad puede ser tan intenso como para catalogarse como una fobia? La doctora Isabel Cuéllar Flores, psicóloga clínica en el Hospital Clínico San Carlos de Madrid, explica que, a pesar de ser un tema del que se habla mucho últimamente, no hay muchos estudios al respecto. Sin embargo, aclara que este miedo a estar con uno mismo es, más bien, un síntoma de otra patología, que de una fobia en sí misma.

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Cuéllar, que también es miembro de la Junta Directiva de la Asociación Española de Psicología Clínica y Psicopatología, recuerda que una fobia se define como “un miedo muy intenso hacia algo, acompañado de una evitación marcada de ese objeto o situación y que además genera una disfunción en el día a día”. Sin uno de esos tres factores no se puede considerar una fobia. “Se podría desarrollar una fobia de cualquier cosa, pero encontramos que hay situaciones y objetos en los que es más frecuente, como la fobia a la sangre o a los animales”, incide la psicóloga, que señala que no es común desarrollar una fobia a la soledad.

Pero, como ya introducía antes, ese miedo puede ser indicativo de otro tipo de trastornos. Cuéllar expone varios casos. Por un lado, se encuentran las personas con agorafobia, aquellas que tienen miedo al miedo. Su temor es que les dé un ataque de ansiedad en cualquier contexto, de manera que pueden vincular el hecho de estar solos con sufrir un ataque, por lo que evitan esa situación a toda costa. También puede darse que “la capacidad para exponerse a las situaciones que teme solo se da si está acompañado por otra u otras personas. En ese caso, los otros se convierten en un objeto contrafóbico, que es ese amuleto que te protege de las dificultades”.

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Este miedo a la soledad también puede darse en personas con trastorno de personalidad dependiente. Se trata de personas cuyo bienestar depende de dedicar mucho tiempo a los demás y se sienten bien estando con otras personas o complaciendo a otros por temor a ser abandonadas o a no ser valiosas para la otra persona. En estos casos también es un síntoma el miedo a la soledad por la necesidad de estar en compañía, aunque es poco frecuente.

Cuéllar también ha añadido que este miedo puede caracterizar a personas con trastorno límite de la personalidad. Este es más frecuente y se caracteriza por una inestabilidad emocional muy marcada en la relación con los demás y con uno mismo. En esta inestabilidad puede aparecer una angustia muy marcada para estar solo, porque en el momento en que la persona está más angustiada al estar consigo misma no soporta estar sola.

Cuando el miedo a la soledad no es patológico

La psicóloga recuerda que no hay que “patologizar fenómenos normales de las personas, ni cosificar las reacciones humanas y convertirlas en algo al que le ponemos una etiqueta y la consideramos como problemático”. La experta se refiere a que evitar la soledad puede ser normal en muchas ocasiones. “Un mismo comportamiento puede ser un problema o no serlo dependiendo de muchos factores”, recalca.

Uno de los factores que marcan la normalidad en este miedo es la edad. “No querer estar solo durante la adolescencia no puede considerarse una fobia o una patología, porque evolutivamente es un momento en el que es natural que quieran estar siempre con otras personas”, dice. También es el caso de las personas más gregarias, aquellas que la compañía de otros con frecuencia. Son grupos de personas que disfrutan de la compañía, pero no temen la soledad, simplemente se decantan por estar con otros.

Evitar la soledad en procesos de duelo

Es normal tener miedo a estar solo en un proceso de duelo o incluso tras una ruptura de pareja, es decir, en un momento en el que la persona lo está pasando mal. “Esto es una reacción o una forma de afrontar algo que no tiene por qué ser disfuncional o no saludable”, aclara la psicóloga, que añade que “en el caso de que se atraviese un duelo por un fallecimiento o una ruptura, hay una dificultad a la hora de establecer los límites entre lo que se considera patológico y lo que no”, expone.

La psicóloga indica que el mejor criterio para distinguir cuándo la necesidad de la compañía durante un duelo empieza a convertirse en patológica es si dura demasiado y el malestar no disminuye, sino que, incluso, aumenta porque la angustia inicial se le añade la de no querer estar solo.

La experta señala que establecer un límite sin valorar cada caso particularmente es complicado porque no hay ningún estudio ni consenso que defina cuándo es y cuándo no un problema psicológico. “Al mes estar así, todos lo podemos considerarlo algo normal. Seis meses más tarde, igual ya no lo es tanto”, matiza.

Cómo encontrarse a gusto en soledad

Las personas estamos preparadas para vincularnos y para estar con otras personas. Si una persona está experimentando el miedo a la soledad como un problema, y le cuesta tener paz en su propia compañía y en soledad, lo que tendría que hacer es pensar en qué le genera ese malestar de manera que pueda buscar estrategias para afrontarlo, expone la doctora.

Esa necesidad de no estar en soledad puede provenir de varias causas, y Cuéllar señala varios ejemplos como no querer pensar en cosas que le preocupan o sentir que si no está conectada con otras personas está perdiendo el tiempo o la están abandonando.

La recomendación de la psicóloga en estos casos es la exposición, “que vaya poco a poco encontrando formas agradables de estar consigo misma y encontrar ese equilibrio”, y para ello hay que “tratarse a una misma con cariño y respeto, que suena fácil, pero no lo es tanto”.

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