La pastelería más antigua de Madrid: abierta desde 1830 y especializada en hojaldre

Este palacio del dulce ha sido testigo privilegiado de los grandes acontecimientos de la historia de la ciudad

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Pastelería el Pozo de Madrid
Pastelería el Pozo de Madrid (Pastelería el Pozo)

Casi 200 años. Ese es el tiempo que la tradicional Pastelería el Pozo, ubicada en pleno centro de Madrid, lleva endulzando a los ciudadanos de la capital española. Todo comenzó allá por 1830 cuando la familia Agudo abrió las puertas del establecimiento ubicado en el número 8 de la calle que da nombre al negocio. Un siglo después, el local cambión de dueños y desde entonces es regentado por la familia Leal.

La tienda, aunque ha sido reformada en diversas ocasiones, todavía mantiene su mobiliario original con su mostrador de mármol y madera, máquina registradora antigua, una balanza clásica de dos platos y lámparas de gas, conservando el sabor de los antiguos obradores. Cuentan los propietarios que la pastelería supo ser visitada por personajes ilustres de Madrid, que se acercaban a este lugar próximo a la Puerta del Sol para deleitarse con sus renombrados dulces. Entre ellos, Pío Baroja, Gregorio Marañón y Jiménez Díaz, que discutían sobre si los dulces se debían tomar antes, durante o después de las comidas.

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A lo largo de los dos siglos que se ha dedicado a elaborar manjares para los madrileños, el negocio de los Leal ha sido testigo de los grandes acontecimientos que han marcado la historia no solo de la ciudad sino de toda España. Los propietarios aseguran, por ejemplo, que durante los bombarderos que padeció Madrid en los años de la Guerra Civil, los vecinos del barrio corrían a refugiarse a la cueva que hay debajo del inmueble.

El emblema de la casa

A pesar de que la Pastelería del Pozo prepara todos los días una amplia variedad de productos, tanto dulces como salados, la estrella indiscutible de la casa es el hojaldre. La receta con la que se guían en este establecimiento de gran solera tiene tantos años como la pastelería y es un secreto que se va pasando de generación en generación.

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Actualmente, el maestro pastelero del local es Javier Gil, quien entró a trabajar a la pastelería hace más de 40 años, en 1982. Gil cuenta que, más allá de la receta, el otro secreto del emblema de la casa es siempre utilizar ingredientes de primerísima calidad. Las planchas de hojaldre que confeccionan a diario vienen de distintos tamaños y pueden estar rellenas, entre otras cosas, de crema o cabello de ángel.

Sin embargo, la pastelería de la familia Leal no se quedan sólo en el hojaldre sino que también elaboran otras muchas exquisiteces. Así, quienes visiten el local podrán tentarse con sus rosquillas, perrunillas, pasteles de gloria, palmeras de chocolate, pastas espejo y franchipanes. Además, en su momento del año correspondiente, es posible degustar sus huesos de santo, roscón de reyes y polvorones.

La leyenda que da nombre a la pastelería

Cuenta la historia que el nombre de esta calle, y por ende de la pastelería, tiene su origen en la Guerra de Sucesión Española, cuando unos soldados robaron del antiguo Convento de Nuestra Señora de las Victorias, situado en la Puerta del Sol, entre otras muchas reliquias de valor, dos espinas de la Corona de Cristo. Interesados sólo por el oro, los soldados tiraron las espinas a un pozo cercano. Al poco tiempo, los vecinos de la zona empezaron a notar que el agua del pozo, que solía ser oscura y amarga, pronto se volvió clara y dulce. Quizás, entonces, no sea raro que en el lugar también surgiera una pastelería.

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