La fobia social, ese miedo que te hace ver a los demás como una amenaza de la que huir

“Siempre esperan que existan estas críticas o fracasos y esto se traduce en un malestar muy intenso”, explica Isabel Cuéllar Flores, psicóloga clínica en el Hospital Clínico San Carlos de Madrid

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Una mujer en un grupo
Una mujer en un grupo de terapia. (Getty)

Conocer a alguien nuevo, salir con un grupo de amigos, exponer algún tema en clase o en el trabajo puede resultar agradable. Las interacciones sociales pueden ser muy placenteras, sin embargo, para algunos, este tipo de situaciones pueden generar mucho malestar, hasta el punto de sufrir en el momento de interactuar con los demás y condicionarles en su día a día. Las personas que sufren tanto por las interacciones con otros tienen fobia social.

“La fobia social, también llamada trastorno de ansiedad social, está relacionada con el miedo a una evaluación negativa por parte de otras personas”, explica a Infobae España la doctora Isabel Cuéllar Flores, psicóloga clínica en el Hospital Clínico San Carlos de Madrid. Y este miedo puede afectar a una acción determinada y concreta, como hablar en público, o puede ser generalizado y acompañar durante todo el día a la persona que lo padece.

El malestar, en este caso, va acompañado de la evitación de las situaciones que lo provocan, o de mantenerse en ellas, pero a costa de una elevada angustia. Y esa es la clave para diferenciar a una persona con una fobia social de una que simplemente es tímida o introvertida.

¿Fobia social o timidez?

Cuéllar, que también es miembro de la Junta Directiva de la Asociación Española de Psicología Clínica y Psicopatología, señala que es importante no confundir la fobia social con la timidez o la introversión, porque estas últimas son características de la personalidad, no patologías. “La timidez está relacionada con el temor a la evaluación social, pero estas personas no experimentan un alto malestar y no les genera importantes problemas para afrontar su día a día”, añade.

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Otra forma de identificar este tipo de fobia es a través de la existencia de la autoevaluación constante. Las personas con este trastorno llevan a cabo un ejercicio de autovigilancia continuo. “Digamos que es como si estuviesen todo el tiempo con una especie de Gran Hermano con una visión exigente”, detalla la doctora. Esta actitud sistemática interfiere en las actuaciones del día a día, porque están tan pendientes de sí mismos que llegan a producir una especie de bloqueo, de modo que no son capaces de relacionarse de forma espontánea, que es lo que suele requerir una interacción social.

Las personas con fobia social también amplifican las señales sociales amenazantes. La psicóloga explica que es como una especie de “alerta” que se activa con una mirada o un comentario. Se trata de “una respuesta hacia las señales sociales que no tienen por qué ser amenazantes”, de modo que muchas veces no identifican las señales neutras o positivas.

Otro de los mecanismos tiene que ver con la anticipación de críticas o fracaso. “Siempre esperan que existan estas críticas o fracasos y esto se traduce en un malestar muy intenso”, asegura la psicóloga, y añade. “Esto se traduce en un malestar muy intenso y una sobrevaloración de la información que los demás tienen sobre uno mismo”.

¿Por qué se desarrollan estas fobias?

Cuéllar explica que se han identificado diferentes factores relacionados con el desarrollo de fobias sociales, y la mayoría de ellos están ligados a los primeros años de vida. “Los primeros síntomas de este tipo de trastornos suelen aparecer durante la infancia, y el momento evolutivo donde suelen manifestarse con todas las características asociadas suele ser la adolescencia, donde se produce el debut de la mayor parte de los trastornos mentales”, cuenta.

Una estudiante en clase. (Getty)
Una estudiante en clase. (Getty)

La doctora expone que hay distintos factores relacionados con este tipo de ansiedad. Uno de ellos es el tipo de crianza durante la infancia. “Los estilos de crianza sobreprotectores o incongruentes, o aquellos con un componente de sobreinvolucración, pueden relacionarse con el desarrollo de trastornos de ansiedad en general y con ansiedad social en particular”, apunta.

El temperamento también puede jugar un papel fundamental en el desarrollo de este trastorno de la ansiedad. “Una persona con un temperamento introvertido tiene más probabilidad de acabar desarrollando una fobia social que una persona con un temperamento de tipo extrovertido”, explica, y añade que también puede haber factores genéticos, pero en menor medida.

Por último, Cuéllar habla de la relación del niño con su entorno y con los elementos contextuales. En concreto, hace referencia a los “eventos vitales estresantes”, que son situaciones que generan mucho estrés, como duelos por una pérdida o el acoso escolar.

¿Cuándo acudir al psicólogo?

La mayor parte de las fobias sociales tienden a perpetuarse. Las tasas de remisión espontánea no son muy altas, de ahí la importancia de buscar ayuda profesional para evitar la cronificación. Este tipo de miedo activa mecanismos de evitación de encuentros sociales y de creación de expectativas negativas hacia el resto de personas, y se convierte en un bucle que hay que romper lo antes posible para reducir la ansiedad.

Cuéllar explica que las intervenciones psicológicas para este tipo de trastornos se basan en el entrenamiento de las habilidades sociales y resultan muy eficaces. En primer lugar, durante la terapia se va modificando la forma de afrontar las situaciones sociales. Un segundo paso es la exposición a situaciones sociales de forma cuidada y protegida. El tercer paso consiste en modificar las expectativas y las interpretaciones que pueden llevar a la persona a estar angustiada.

La terapia está enfocada a que las personas que sufren la ansiedad social puedan enfrentarse a las situaciones que en un principio le generaban malestar, al tiempo que aprenden a aceptarse y respetarse a sí mismos con sus errores al relacionarse con los demás. Otro elemento que destaca la psicóloga es el del entrenamiento de la asertividad, que consiste en el poder transmitir las necesidades o desacuerdos de una manera adecuada. Este punto se suele entrenar en la terapia individual y en grupos sociales.

También se incluye en este tratamiento el enfrentamiento a las situaciones que generan malestar. El trabajo pasa por ir eliminando las expectativas negativas generadas sin un fundamento sólido, es decir, comprender que las personas no están juzgando constantemente tus acciones e ir comprobándolo. Otra parte de este proceso también consiste en asumir que “a veces hacemos las cosas mal delante de los demás y no pasa nada y no es tan grave”, cuenta Cuéllar.

Cómo ayudar a una persona con fobia social

Como apunte, la doctora destaca la importancia del apoyo por parte del resto de personas. “Las personas, profesores o conocidos, deberían evitar críticas, humillaciones o desprecios”, explica y pone el típico ejemplo que se dice muchas veces a los niños de “te ha comido la lengua el gato”.

Otro consejo que aporta es el de incluir a las personas con esta fobia en las conversaciones y las acciones. “Que no hable no significa que no esté y no esté presente”, recuerda. Por último, da unos consejos muy sencillos: “Armarse de paciencia y cariño. Promover buenos tratos a la infancia y la tolerancia cero al acoso escolar”.

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