Cuando tu padre es uno de los mejores cocineros del mundo y el más famoso de España, lo normal es que los hijos obtengan algún que otro beneficio a nivel empresarial. Es el caso de Amaia, hija de Karlos Arguiñano, que se encarga ahora de Bodega K5, una experiencia enológica en la localidad gipuzkoana de Aia, a unos 9 kilometros de Zarautz, en la que se puede degustar uno de los mejores txakolis de todo Euskal Herria. Este espacio nace de los sueños de cinco amigos, del chef vasco por excelencia y cuatro socios que decidieron en 2006 dar forma a este proyecto junto al caserío Estenaga, a 300 metros de altitud, en un lugar con unas vistas increíbles y rodeado de bosques, riachuelos y viñedos.
No es difícil llegar hasta allí, aunque hay que tener en cuenta que la carretera que conduce hasta la bodega es estrella y con mucho desnivel. La dirección exacta es Andatza Diseminado Barreiatua, 16. Una vez allí se puede disfrutar de un increíble paisaje del mar cantábrico. “Una de las mejores panorámicas de la costa gipuzkoana”, definen desde la web Turismo Vasco. En ella se explica que gracias al punto alto en el que está situada se puede reconocer fácilmente el Ratón de Getaria y el puerto de Orio, dos espacios emblemáticos de la costa, perfectos para degustar un buen pescado a la brasa.
Uno de los aspectos más curiosos es la estructura de esta bodega, que fue diseñada hace 17 años por el estudio de arquitectura catalán Alonso, Balaguer y Arquitectos Asociados. Y es que las instalaciones disponen de la última tecnología. El edificio tiene forma de semicírculo y en él destacan el cemento y el cristal, tal y como explica la citada web.
Aunque lo más espectacular, como hemos mencionado anteriormente, son las vistas. “La visita a la Bodega K5 realiza la misma ruta que realizan los racimos de Hodarrabi Zuri en época de vendimia, de los viñedos a la bodega”, afirma Turismo Vasco. En la entrada se divisa un cartel con los nombres de todas las parcelas —Soroberri, Eguzki, Beko…— que hacen referencia a las características de cada una de ellas. Se puede hacer una ruta entre los viñedos (en total son 15 hectáreas) que, aunque a simple vista parecen todos iguales, existen factores que los hacen únicos.
Trayectoria de Amaia Arguiñano
Y ahora, este proyecto ha pasado a manos de Amaia, que ha dado un giro en su vida profesional ya que hasta hace poco, se dedicaba al mundo del motociclismo. La heredera de Bodegas K5 estudió Ingeniería Técnica Mecánica en Mondragón y un grado superior en Ingeniería Industrial que le abrieron las puertas de este deporte de motor. Trabjó como ingeniera telemática en el A&G Racing en el mundial de 2015. Según contaba por aquel entonces en una entrevista para Sport, la pasión por las motos es una tradición familiar y es que a su padre “padre siempre le han gustado las motos y todos los domingos veíamos las carreras”.
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Sin embargo, tras siete años en el paddock Amaia decidió dedicar su tiempo a su otra gran pasión, la gastronomía, y es que también llegó a formarse en actividad vitivinícola en la Universidad de La Rioja. “Cuando me ofrecieron la opción de trabajar en la bodega me atrajo la idea. Me encanta la gastronomía y la naturaleza. De hecho, en los últimos años de mi carrera en las motos, empecé a formarme en el mundo del vino estudiando Dirección de Empresas Vitivinícolas y Viticultura en la Universidad de La Rioja para tener unas nociones básicas”, explica en la revista rosa.
Ahora Amaia se ha unido a su padre, algo que para ella es muy positivo pues cuenta con su apoyo, “siempre me transmite su confianza y positivismo”, aseguró. Sobre cómo se ve ella en este rol tan importante, afirma que siente un extra de responsabilidad al tratarse de un negocio familiar ya que “hay sentimientos de por medio porque no quieres fallar a nadie, pero mucho menos a un ser querido”.
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