Este es el aceite vegetal que no debes consumir: se relaciona con Alzheimer, ansiedad, depresión y colitis ulcerosa

España es uno de los mayores productores tras un acuerdo con Estados Unidos una década después de la Guerra Civil

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El consumo elevado de aceite de soja se ha relacionado con la obesidad y la diabetes y, potencialmente, con el autismo, el Alzheimer, la ansiedad, la depresión y la colitis ulcerosa, una enfermedad que consiste en la inflamación crónica del intestino grueso.

Investigadores de la Universidad de California en Riverside examinaron en el laboratorio el intestino de ratones alimentados sistemáticamente con una dieta rica en aceite de soja durante 24 semanas y observaron que disminuían las bacterias beneficiosas y aumentaban las nocivas, concretamente, la ‘Escherichia coli’, lo que provoca que el intestino sea más susceptible a la inflamación y a sus efectos secundarios.

Los expertos están preocupados porque este tipo de aceite es el más consumido en Estados Unidos y cada vez se utiliza más en otros países, sobre todo en Brasil, China e India.

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El investigador adjunto del Departamento de Microbiología y Patología Vegetal, Poonamjot Deol, coautor del artículo del que se extraen estas conclusiones, ha detallado que lo que más preocupa es el ácido linoleico del aceite de soja. “Según la paleodieta, nuestro organismo necesita entre un 1 y un 2 % de ácido linoleico al día, pero los estadounidenses de hoy en día obtienen entre un 8 y un 10 % de su energía del ácido linoleico diario, la mayor parte del cual procede del aceite de soja”, ha explicado el experto que ha añadido que “el exceso de ácido linoleico afecta negativamente al microbioma intestinal”.

El desembarco del aceite de soja en España

Después de la Guerra Civil, comenzó un periodo de miseria y hambre en una España que tenía que ser reconstruida tras las muertes y la destrucción posterior al fallido golpe de estado. Tras 1939 la escasez de alimentos era agónica para muchas familias y el aceite de oliva era uno de los bienes más preciados y escasos, ya que era la única grasa vegetal a la que se podía acceder en el país. Su racionamiento duró hasta 1952 y fue cuando empezó a perder su hegemonía por su alta demanda.

En los años 50, comenzó una época de crecimiento económico que aumentó el consumo de otros aceites, además, la apertura económica hacia el exterior permitía la entrada de otros aceites, sobre todo de la mano de Estados Unidos tras la firma del tratado de defensa mutua en 1953. En 1955, este contexto de apertura y comercio, llega el aceite de soja a España.

Su irrupción permitió que se volviera a comercializar en el exterior con el aceite de oliva, una práctica muy común antes de la guerra, pero que se paralizó con el conflicto bélico y la necesidad de su consumo en el país, ya que el resto de aceites que también se utilizaban en la época dejaron de llegar con el cierre de las fronteras.

Para Estados Unidos el negocio estaba hecho, España importaba sus habas de soja para producir aceite de soja y ganaba aceite de oliva a través de la exportación.

La masiva producción de aceite de soja en España, que empezó a cultivar sus propias plantaciones, produjo que se ejerciera presión sobre el aceite de oliva, cuyo precio se veía comprometido por lo poco que costaban el resto de grasas vegetales. Fue entonces cuando el Estado intervino. Limitó la comercialización de aceite de soja en el interior mediante la fijación de un contingente. De este modo, en 1976, el aceite de soja desapareció prácticamente del los mercados y comercios españoles y España se situó como uno de los mayores exportadores de este aceite tan barato.

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