Carmen Sánchez Alegre es una superviviente, así es como se denomina las personas que han perdido a un familiar por suicidio. Su hermano falleció en 2018 y desde entonces su familia y ella emprendieron un camino de adaptación a esta nueva realidad. ¿Hablamos del suicidio? acaba de ser publicado por la Editorial Alienta (Planeta) después de que la escritora lo autopublicara hace unos meses. En él, Sánchez Alegre narra su experiencia y sentimientos de la forma más sincera, y en ocasiones, cruda y dolorosa.
El libro es una mano tendida para las personas que han perdido un familiar por suicidio y atraviesan el duelo, uno de los más complicados. Es una voz serena que ayuda a lidiar con la continua sensación de culpa y las elucubraciones sobre cómo esa muerte podía haberse evitado.
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Pregunta: En el libro reflexionas sobre el sentimiento de culpa. ¿Por qué nos sentimos culpables y por qué no deberíamos hacerlo?
Respuesta: Es normal que el sentimiento de culpa se te pase por la cabeza, pero en la medida de lo posible tenemos que intentar no identificarnos con ello. Si culpar es normal en cualquier tipo de duelo, en el de suicidio, mucho más.
P: Hablas del estigma y la vergüenza, incluso de la necesidad de algunas familias de ocultar las causas reales de la muerte cuando hay un caso de suicidio
R: Es un tema que siempre ha sido tabú, y lo sigue siendo. Aún queda mucho por recorrer. Yo creo que el tabú lo causa el desconocimiento y la tradición. El suicidio siempre ha estado mal visto por la religión y por la sociedad. No sabría decir realmente y con exactitud cuáles son las causas, pero lo es. Es una realidad que no se habla de ello.
P: En España cada dos horas y media una persona se quita la vida, sin embargo, la percepción general del suicidio es que sigue siendo algo ajeno, que le ocurre a otros, a pesar de que, la mitad de la población tendrá ideas suicidas de moderadas a graves en algún momento de su vida
R: Sin duda hace falta una mayor concienciación social. Hace falta más información que sea correcta y responsable, en primer lugar para las personas que pueden llegar a tener ideación suicida, porque lo primero que tenemos que saber es que la ideación suicida es una respuesta natural de la mente ante una situación de muchísimo sufrimiento emocional.
Es normal que se pase por la cabeza la idea del suicidio, porque al final el objetivo de nuestra de mente es evitar el sufrimiento, y esta es una forma de evitarlo, pero, simplemente, hay que tomárselo como una señal de alama, de que necesitamos pedir ayuda. Igual que pasa con otras cosas: si nos duele un brazo es una señal de que necesitamos ir al médico, pues lo mismo con la ideación suicida. En segundo lugar, para las personas que están cerca de personas con este tipo de pensamientos, para que sepan cómo pueden ayudarles, cómo identificarlo o qué recursos pueden ofrecer a las personas que han pasado por eso, como yo y como muchísimas en España.
P: ¿Qué te motivó a escribir este libro, a contar vuestra historia?
R: La frustración que me produjo el sentir que no sabía nada sobre este tema a pesar de que es tan común y está tan presente en nuestra sociedad. No podía entender que no supiéramos absolutamente nada sobre algo que es la segunda causa de muerte no natural en España. ¿Cómo puede ser la segunda causa de muerte y yo no conozca a nadie que tenga un familiar, amigo o conocido que se haya suicidado? Y, sin embargo, conozco a un montón de gente que ha muerto por accidentes o enfermedades. Me produjo mucha frustración toda esta situación, por qué está tan oculto, por qué no sabemos nada.
Quizás, si yo hubiera sabido más sobre este tema, hubiera podido ayudar a mi hermano. O si el mismo hubiera sabido más, podría haberse dado cuenta de que podía pedir ayuda. Fue esa sensación de “tengo que hacer algo” para que se sepa más sobre esto.
P: ¿Cómo te has sentido al escribirlo?
R: Para mí fue como una forma de dar un propósito al dolor tan grande que estaba sintiendo. Esto es algo que a algunas personas les puede ayudar a otros, quizás no. Permitirse sentir el dolor y lidiar con ello es suficiente. A mí me sirvió para darle un significado a esta experiencia tan dolorosa y poder convertirlo en ayuda. Fue una forma de estar en un constante contacto con eso y de enfrentarme directamente a mi dolor, lo cual hace que al final te relaciones con ello de una manera un poquito más amable. Y, sobre todo, es una forma de que esté constantemente presente en mis conversaciones y en las conversaciones con mi familia, y hace que se evite caer en el no hablarlo u obviarlo, que es algo muy normal, muy humano ante una situación de mucho.
Y ahora, después de haber publicado, he recibido muchos mensajes de personas que se han leído el libro y me dicen que le ha ayudado. Es una sensación rara, lo más doloroso que he experimentado en mi vida, a la vez, me está trayendo los sentimientos de felicidad más plena que he tenido nunca. Ha sido una experiencia muy bonita.
P: En el libro señalas que los medios no informan correctamente sobre el suicidio y que en las facultades enseñaban que este tema no debía tratarse bajo el pretexto de evitar que otros lo imitaran.
R: A los periodistas no nos han educado bien, no nos han enseñado nunca a cómo hablar de ello. A mí, lo único que me dijeron en la facultad fue: “Del suicidio no se habla por el efecto llamada, si alguien se suicida la nomenclatura que se utiliza es por causas desconocidas”. Eso fue todo lo que hablamos del suicidio en la facultad. Y el efecto llamada es real, existe: el problema es que los periodistas tenemos la tendencia a contar la información como nos han enseñado, contestando a las cinco w y del suicidio no se puede hablar así. Eso es lo que puede producir el efecto llamada.
P: ¿Cómo deberían hablar los periodistas del suicidio?
R: Hay que hablar de una forma distinta y responsable. Lo primero es entender que un suicidio no es noticia, a no ser que sea de una persona conocida, no describir el método y tener delicadeza. Creo que los periodistas se centran más en describir la información que en empatizar con la persona que pueda estar atravesando una de estas situaciones. Me ha pasado [la situación] de haber hecho entrevistas con periodistas que me han hecho preguntas que luego me han dejado bastante tocada. Yo creo que aplicando la empatía no hace falta más. El pensar ‘si yo estuviera en el lugar de esta persona, cómo me haría sentir esta pregunta o leer este tipo de información’.
P: ¿A qué tipo de preguntas te refieres?
R: Me ha pasado encontrarme en entrevistas que me hagan la pregunta: “¿Y no os disteis cuenta?”. Pues no, no me di cuenta. Y si me hubiera dado, habría pasado igual. Son preguntas muy culpabilizadoras. Al final es cuestión de aplicar la empatía y de tener el interés de informarse sobre como hacerlo correctamente. De hecho, pueden informar de manera que incluso tenga un efecto preventivo, hablando de personas que han pasado por una situación en la que han visto que no había una salida y que se han recuperado y al final han salido adelante. Esos ejemplos de superación puede ayudar mucho más que otro tipo de información sensacionalista.
Información de apoyo y ayuda
Si necesitas ayuda, llama a un amigo o familiar de confianza, las personas de tu alrededor querrán ayudarte. Si no te sientes preparado para hablar con ellos, puedes llamar al teléfono de la esperanza (para España): 717 003 717 o a la línea de atención a la conducta suicida del Ministerio de Sanidad: 024. También hay asociaciones con las que puedes contactar como Papageno o La niña Amarilla.
Existen asociaciones para los supervivientes como DSAS- Després del Suïcidi (Barcelona), Caminar (València), Besarkada-Abrazo (Pamplona), ALAIA (Madrid)y Biziraun (País Vasco).
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