“Dormir conmigo es como tener la radio puesta”: qué es la somniloquia y cómo condiciona el descanso

Marina Borràs, una joven de Gandía de 26 años, padece trastornos del sueño que le impiden hacer una vida normal. Decidió grabarse mientas duerme y subirlo a sus redes sociales para dar visibilidad a estos problemas

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Marina Borràs en Castelló de
Marina Borràs en Castelló de la Plana. (Cedida)

Todos alguna vez hemos hablado mientras dormimos. Pueden ser palabras ininteligibles, frases con sentido, murmullos o incluso respuestas razonables si nos lanzan una pregunta. Pero lo de Marina Borràs es otro nivel. Esta joven de Gandía de 26 años es capaz hasta de retomar la discusión que el día anterior había dado por cerrada con su pareja, hablar en inglés durante varios minutos o disertar con seguridad sobre temas que desconoce. “Es como tener la radio puesta”, le han llegado a decir quienes han compartido piso con ella. No se trata de un superpoder, sino todo lo contrario: padece un trastorno del sueño llamado somniloquia que, a pesar de que no reviste gravedad, condiciona su descanso diario y el de quien duerma a su lado.

“Al grabarme me sorprendí de las conversaciones tan claras que tenía, de hablar de temas de los que despierta no estoy segura o de pensamientos que ni siquiera comparto, como la vez que dije: ‘Qué pena que Rita Barberá no haya llegado al resto de España’, cuando ni siquiera era la alcaldesa de mi ciudad, ni soy sospechosa de haber sido fan suya”, cuenta Marina a Infobae España, que decidió grabarse mientras duerme y mostrarlo en sus redes sociales para dar visibilidad a este tipo de problemas.

La joven padece un trastorno del sueño llamado somniloquia que, a pesar de que no reviste gravedad, condiciona su descanso diario y el de quien duerma a su lado.

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Los problemas de sueño de Marina son realmente complejos, porque además de somniloquia, padece insomnio y sonambulismo desde pequeña. Ha probado toda clase de remedios, desde opciones naturales como infusiones o valerianas a medicamentos fuertes que, asegura, la dejan “medio drogada”. “Se suponía que con el paso del tiempo la situación mejoraría, pero solo ha empeorado”, relata, hasta el punto de que llegó a pensar que no sería capaz de finalizar sus estudios, primero el Bachillerato y después la Universidad, ya que el problema se agudiza especialmente en “periodos de estrés” como épocas de exámenes.

“Son trastornos que hacen que parte de mi cerebro esté activo cuando debería estar descansando y veía que no podía sacar adelante los estudios ni, en definitiva, llevar una vida normal, porque cuando encadeno días sin dormir, de levantarme por la noche y hablar en sueños, estoy realmente agotada, aparte de irascible y de mal humor”, relata, aunque por suerte, añade, muchos de sus profesores eran conscientes del problema y a veces le permitían “faltar a primera hora a clase”. Pese a todos los inconvenientes, Marina logró finalmente graduarse en Periodismo y ahora trabaja en una agencia de publicidad.

También intenta llevar una vida saludable en la medida de lo posible, al menos cuando está despierta, porque cuando se levanta sonámbula por la noche devora todo lo que está a su alcance en la nevera. “Como todo lo que pillo, sea mío o no, me guste o no, y luego por la mañana me levanto fatal, con el estómago revuelto de haber comido tanto”, dice con resignación.

Problemas con sus parejas

Aunque el insomnio y el sonambulismo le fueron diagnosticados a los 9 años, no fue hasta los 18, al irse de casa de sus padres para compartir piso, cuando se dio cuenta de que padecía somniloquia. Sus compañeros escuchan perfectamente desde sus habitaciones las conversaciones que Marina mantenía consigo misma, y más aún su pareja de entonces, “que además tenía el sueño ligero”, recuerda ahora entre risas y algo de pudor. “Él se despertaba cansado, no podía conciliar el sueño, y me decía que aunque nos hubiéramos reconciliado tras una discusión, yo continuaba discutiendo dormida”.

Bromas aparte, Marina asegura que sus trastornos del sueño fueron un problema habitual con su expareja. “Pasamos juntos el confinamiento y fue muy complicado, porque ni yo descansaba ni le dejaba descansar a él. Lo de dormir abrazaditos no era una opción, e incluso nos planteábamos tener habitaciones separadas si nos íbamos a vivir juntos”, explica, aunque finalmente no ocurrió. Por suerte, la compañera con la actualmente comparte piso “tiene un sueño muy profundo y duerme como un lirón”.

A pesar de que estos trastornos del sueño no tienen tratamiento, a Marina le ayudó especialmente ir a terapia. “Si no fuera al psicólogo, estaría mucho peor”, sostiene. Además, también ha decidido dar visibilizar a su somniloquia subiendo a sus redes sociales los vídeos que se graba durante la noche.

¿Es una afección grave?

La somniloquia es una parasomnia muy común en la población, ya que alrededor de la mitad de los niños presentan estos episodios al menos una vez al año, aunque menos del 10% lo presenta todos los días, explica a Infobae España la doctora Rybel Wix, neurofisióloga clínica y especialista en medicina del sueño. La somniloquia suele aparecer durante la infancia, entre los 3 y los 10 años, pero también puede comenzar en la adolescencia e incluso en la adultez temprana y, si bien su curso es variable, como demuestra el caso de Marina, es frecuente que se resuelva “espontáneamente durante la adolescencia o la edad adulta”.

Wix, experta de la Unidad de Sueño de los hospitales universitarios HM Sanchinarro y HM Puerta del Sur, recuerda que se trata de un fenómeno benigno “en el que el cerebro está dormido pero puede hablar” y, aunque la mayoría de las veces el paciente no lo recuerda, “puede volverse realmente molesto para el compañero de cama, sobre todo si es frecuente y excesivamente largo o fuerte”. En algunos casos, precisa, existe una clara predisposición familiar, lo que sugiere antecedentes genéticos.

La somniloquia no tiene tratamiento médico específico, pero “una buena higiene del sueño y la reducción del estrés emocional pueden ayudar mucho”, concluye la especialista.

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