Cada vez que una celebridad deslumbra en una alfombra roja, cientos de cámaras capturan su imagen, inmortalizando no solo su paso, sino también los atuendos que lucen. Estos vestidos y trajes, producto de semanas e incluso meses de trabajo artesanal, simbolizan mucho más que moda: son piezas de arte que cuentan historias y marcan tendencias. Sin embargo, detrás de las luces y el glamour, surge una pregunta intrigante: ¿qué sucede con estas prendas después del evento?
Algunas piezas se convierten en íconos de la moda, como el vestido Dior diseñado por John Galliano que Nicole Kidman usó en los Oscar de 1997. Según Lucy Bishop, especialista en moda de Sotheby’s, este momento marcó un cambio radical en la forma en que las casas de moda comenzaron a colaborar con las celebridades. Pero para la mayoría de los trajes, su destino no es tan conocido ni glamoroso como su primera aparición.
Desde el almacenamiento en condiciones controladas hasta exhibiciones en museos o incluso ventas en subastas, las opciones son tan variadas como los diseños mismos. Sin embargo, algunas prendas tienen un final mucho más fugaz, como el vestido de Tyla en el Met Gala 2024, que fue recortado con tijeras tras el evento. Esta variedad de destinos revela que, aunque los atuendos de alfombra roja dejan su huella en la moda, no todos tienen un camino igual.
Conservación: el primer paso después de la alfombra roja
El trayecto de estas piezas comienza inmediatamente después de ser usadas. Sarah Scaturro, conservadora jefe del Museo de Arte de Cleveland, explica que la primera tarea es la limpieza, debido a los productos como aceites, perfumes y maquillaje que pueden dañar las telas con el tiempo. Este proceso puede incluir desde el lavado en seco hasta métodos menos invasivos, como aspirado y cepillado, dependiendo de la delicadeza de las piezas.
Una vez limpias, las prendas suelen ser almacenadas en archivos especializados. The Wardrobe, un estudio de almacenamiento dirigido por Julie Ann Clauss, mantiene más de 100,000 prendas en condiciones cuidadosamente controladas para evitar daños. “Es un proceso personalizado según cada prenda: algunas se cuelgan, otras se guardan en cajas y otras se montan en maniquíes especiales para evitar deformaciones”, explica Clauss.
Entre subastas y museos: destinos de exhibición y venta
Algunas piezas tienen una segunda vida pública al ser exhibidas en museos o vendidas en subastas. El evento “Crown to Couture” en el Palacio de Kensington, por ejemplo, mostró atuendos memorables como el vestido de Billie Eilish inspirado en Marilyn Monroe, usado en el Met Gala de 2021. Estas exhibiciones convierten a los trajes en piezas de arte, permitiendo que el público admire su diseño y elaboración.
Por otro lado, ciertas prendas terminan en el mercado abierto. Elizabeth Taylor, por ejemplo, regaló el vestido Dior que usó al recibir un Oscar en 1961. Décadas más tarde, fue encontrado en una maleta por un amigo de la actriz y vendido en una subasta por $200,000. Estos casos muestran cómo los atuendos, más allá de ser ropa, adquieren valor como objetos históricos.
Adquisiciones privadas: cuando las celebridades se convierten en coleccionistas
No todos los vestidos vuelven a las manos de los diseñadores o casas de moda. Algunas celebridades eligen adquirirlos. Kim Kardashian, por ejemplo, ha conservado todos sus atuendos del Met Gala excepto el icónico vestido de Marilyn Monroe, que devolvió al museo Ripley’s Believe It or Not! después de usarlo. Zendaya, por su parte, compró el vestido Givenchy de 1996 diseñado por Galliano que lució en el Met Gala 2023, según reveló su estilista.
El lado inesperado: olvidos y finales fugaces
En ocasiones, las prendas toman caminos inesperados. Lady Gaga, por ejemplo, dejó olvidado su vestido Valentino de alta costura tras los Globos de Oro de 2019 en un hotel. Según reportes, una empleada encontró la prenda y, al no ser reclamada, fue puesta a la venta en una subasta.
Otros vestidos no sobreviven la noche. En el Met Gala de 2024, el diseñador Olivier Rousteing cortó con tijeras la falda del vestido de Tyla tras el evento para que la cantante pudiera moverse con más comodidad. Este acto simbólico demuestra que, aunque muchas prendas se preservan, algunas cumplen su propósito en un solo instante.
La moda de la alfombra roja ya no se limita al momento del evento. Su impacto se extiende a las redes sociales, los museos y el mercado del arte. Estas prendas han trascendido su rol funcional para convertirse en artefactos culturales, piezas que cuentan historias y reflejan la evolución de la moda.
Como dijo Lucy Bishop, “los días en que un vestido era guardado y olvidado han quedado atrás”. Ahora, cada pieza tiene un plan trazado, ya sea para su conservación, exhibición o reventa, asegurando que su legado perdure mucho más allá de los flashes de las cámaras.