El atractivo del “chico malo” en la pantalla: un fenómeno psicológico

Un artículo de Forbes analiza cómo los personajes carismáticos y emocionalmente ambiguos capturan la atención del público, revelando factores culturales que sustentan su fascinación en el cine y la televisión

Guardar
La complejidad del chico malo
La complejidad del chico malo en pantalla: Jacob Elordi en Euphoria, con su personaje Nate Jacobs ejemplifica el conflicto entre dominio emocional y fragilidad interna (REUTERS/Guglielmo Mangiapane)

Las relaciones parasociales, esos vínculos unilaterales que los espectadores desarrollan con figuras mediáticas, han transformado la forma en que se perciben las conexiones emocionales con personajes de ficción. Un reciente estudio publicado en Frontiers in Psychology (2024) arroja luz sobre uno de los fenómenos más llamativos de esta dinámica: la atracción hacia el arquetipo del “chico malo”, particularmente en la televisión y el cine, y su impacto en las emociones y expectativas de los espectadores.

El perfil del “chico malo”

El “chico malo” es un personaje que encarna una dualidad irresistible. Por un lado, proyecta características asociadas con la masculinidad dominante, como agresividad, rebeldía e hipersexualidad. Por otro, exhibe rasgos más vulnerables y atractivos, como carisma y sensibilidad. Esta mezcla lo convierte en una figura que desafía las categorías tradicionales, ya que combina el peligro con la posibilidad de redención emocional.

Un ejemplo paradigmático de este arquetipo es Christian Grey, de Cincuenta sombras de Grey. Según los investigadores, este personaje sintetiza una representación compleja de la masculinidad que refuerza ideales sociales al tiempo que introduce elementos de conflicto interno que lo humanizan y lo hacen más accesible emocionalmente.

Jamie Dornan da vida en
Jamie Dornan da vida en la saga de cincuenta sombras de Grey a un empresario enigmático cuya obsesión por el control oculta un pasado traumático. (REUTERS/Peter Nicholls)

Factores psicológicos que sostienen la atracción

El estudio identifica varios elementos que explican la fascinación hacia estos personajes. Uno de los principales es el estilo de amor Ludus, definido por el psicólogo John Alan Lee como un enfoque romántico que prioriza la diversión, la aventura y las relaciones desapegadas. Este estilo, combinado con una alta inclinación por la búsqueda de sensaciones, lleva a ciertas personas a sentirse atraídas por narrativas cargadas de intensidad emocional y drama, características inherentes al “chico malo”.

Otro factor determinante es el efecto halo, un sesgo cognitivo que otorga un peso desproporcionado a un rasgo positivo como el atractivo físico, minimizando o justificando comportamientos perjudiciales. Este fenómeno contribuye a que los espectadores pasen por alto las conductas tóxicas de estos personajes, al enfocarse en su carisma, encanto o potencial de transformación.

Un claro ejemplo es Tommy Shelby (Peaky Blinders), un líder criminal carismático cuya inteligencia estratégica y devoción a su familia eclipsan sus comportamientos moralmente cuestionables, como la manipulación y el uso de la violencia. Su complejidad emocional, moldeada por traumas de guerra y un sentido de lealtad feroz, lo convierte en un personaje profundo, que en última instancia es percibido como redimible por los espectadores.

El líder criminal, interpretado por
El líder criminal, interpretado por Cillian Murphy, mezcla carisma, estrategia y traumas de guerra para encarnar el arquetipo del "chico malo" (Crédito: Netflix)

De manera similar, Damon Salvatore (The Vampire Diaries) utiliza su ingenio mordaz y su encanto para eclipsar su historial de decisiones inmorales, incluyendo manipulación y actos violentos. Sin embargo, su evolución hacia un personaje más empático y su compleja relación amorosa lo convierten en un ejemplo paradigmático de cómo el efecto halo transforma a un “villano” en una figura profundamente querida por el público.

El vampiro sarcástico y peligroso,
El vampiro sarcástico y peligroso, interpretado por Ian Somerhalder, que oculta su vulnerabilidad bajo una fachada de despreocupación (REUTERS/Aude Guerrucci)

La narrativa cultural como catalizador

La atracción hacia el “chico malo” no se limita a aspectos psicológicos individuales, sino que está profundamente arraigada en narrativas culturales. Estas historias, comunes en la ficción romántica, perpetúan la idea de que el amor puede redimir a un hombre problemático, alimentando lo que los expertos denominan una “fantasía de rescate”.

Esta construcción cultural refuerza estereotipos sobre la masculinidad, al presentar personajes que, a pesar de su comportamiento dominante o emocionalmente distante, son capaces de mostrar vulnerabilidades que los hacen parecer alcanzables. Este contraste permite que los espectadores se involucren emocionalmente, proyectando en ellos expectativas de cambio y mejora que rara vez se cumplen en la vida real.

Impacto de las relaciones parasociales en la vida cotidiana

Aunque las relaciones parasociales con personajes ficticios pueden ser una vía segura para explorar emociones y deseos, también plantean desafíos significativos. Según el psicólogo Mark Travers, estas conexiones pueden influir en las expectativas románticas de los espectadores, llevando a ideales poco realistas que complican la construcción de vínculos auténticos y equilibrados en la vida real​.

Las relaciones con individuos que reflejan características del arquetipo del “chico malo” tienden a ser insatisfactorias o incluso dañinas. Estas dinámicas, marcadas por desequilibrios de poder y comportamientos tóxicos, rara vez ofrecen una base sólida para una relación saludable. Por ello, los expertos insisten en la importancia de discernir entre las fantasías fomentadas por las narrativas mediáticas y las cualidades esenciales que deben priorizarse en una pareja real.

El contexto emocional y social del “chico malo”

Además de su atractivo personal, los “chicos malos” encarnan aspectos más amplios del tejido cultural. Representan una respuesta a las expectativas de género tradicionales, al tiempo que ofrecen un espacio para cuestionar y negociar esas mismas expectativas. Este equilibrio entre aceptación y subversión los mantiene vigentes en el imaginario colectivo, convirtiéndolos en figuras recurrentes en películas y series.

Por otro lado, los estudios destacan que este arquetipo actúa como una válvula de escape emocional, permitiendo a los espectadores lidiar con conflictos internos o deseos reprimidos en un entorno seguro y controlado. Así, el “chico malo” no solo fascina, sino que también facilita una forma de introspección emocional que, aunque a menudo inconsciente, tiene implicaciones profundas en la forma en que las personas interpretan y experimentan las relaciones humanas.

Guardar