El próximo 5 de enero de 2025, la comediante y actriz Nikki Glaser asumirá uno de los mayores retos de su carrera: ser la anfitriona de los Globos de Oro. La ceremonia, que será transmitida en CBS, marca un nuevo capítulo en la historia del evento tras el fracaso del año anterior, cuando Jo Koy recibió críticas generalizadas por un monólogo que no conectó con la audiencia.
Preparación a toda marcha
Desde finales de agosto, cuando se anunció su participación, Glaser se sumergió en un régimen riguroso de ensayos y escritura. Durante más de tres semanas, trabajó en clubes de comedia en Nueva York, Los Ángeles, y pequeñas localidades como Vermont y New Hampshire. Cada noche, realiza hasta cuatro presentaciones para probar y ajustar su material. “No habrá un solo día en que pueda decir ‘debí trabajar más’”, asegura con firmeza en diálogo con Vanity Fair.
Glaser siente que fue la elección correcta y espera que su monólogo deje huella, tanto en la sala llena de celebridades como en los millones de espectadores en casa. “Quiero que sea uno de esos momentos icónicos que se comparten y recuerdan”, afirma, refiriéndose a anfitriones legendarios como Tina Fey, Amy Poehler y Ricky Gervais.
El equilibrio entre humor y crítica
Uno de los mayores desafíos para Glaser será conectar con públicos muy distintos. Por un lado, debe cautivar a los asistentes en la sala, compuesta por grandes figuras de Hollywood, y por otro, entretener a una audiencia global. Este equilibrio es clave, ya que una mala recepción en el lugar podría reflejarse negativamente en los espectadores en casa.
“En Nueva York o Vermont, algunas películas como Emilia Pérez o Conclave no son tan conocidas”, admite. Para Glaser, es esencial educar al público sobre los contenidos menos populares sin perder la chispa humorística. Sin embargo, reconoce que referencias más universales, como Wicked o el escándalo de criptomonedas Hawk Tuah, suelen resonar mejor.
El tono también será crucial. Aunque reconoce que el público general disfruta de un humor mordaz hacia las celebridades, Glaser prefiere evitar la crueldad gratuita. “Quiero que sea una ocasión festiva y que nadie esté nervioso por lo que voy a decir”, asegura.
La carga de la controversia
Los Globos de Oro estuvieron en el ojo del huracán en los últimos años, tanto por decisiones controvertidas de sus anfitriones como por críticas a la institución misma. Glaser, sin embargo, se muestra agradecida por la oportunidad. “Confían en mí para manejar este equilibrio, y eso significa mucho”, explica.
Al hablar de los anfitriones recientes, Glaser reconoce las dificultades de Jerrod Carmichael y Jo Koy, pero señala a figuras como Fey, Poehler y Meyers como ejemplos a seguir. Su meta es que el monólogo combine humor revelador y crítica social con un ambiente festivo que deje al público pidiendo más.
Un año personal importante
Además de ser la anfitriona, Glaser está nominada en la categoría de mejor actuación en stand-up televisado. Sin embargo, asegura que esta nominación es secundaria. “Si pierdo, será un momento gracioso que aprovecharé en el escenario”, comenta con humor.
Por otro lado, su experiencia personal como una persona sobria desde hace 10 años también juega un papel importante. A pesar de que los Globos son famosos por ser un evento lleno de celebraciones y copas, Glaser no considera su sobriedad una desventaja.
Expectativas y legado
Para Glaser, el éxito no radica únicamente en las risas que pueda generar, sino en el impacto duradero de su actuación. “Espero que las personas quieran verme hacerlo de nuevo”, dice, pensando en la posibilidad de futuros eventos.
Al final de la noche, su objetivo personal será disfrutar del after-party, algo que solo hará si siente que cumplió con su misión. “Si no me ven ahí, sabrán que no fue una buena noche para mí”, bromea.
La comediante está lista para enfrentarse a uno de los escenarios más grandes del mundo. Con meses de preparación y una visión clara de lo que quiere lograr, Nikki Glaser promete un espectáculo que podría redefinir el rol del anfitrión en los Globos de Oro y, tal vez, dejar un legado imborrable en la industria del entretenimiento.