La venta de una mansión en el exclusivo barrio de Hampstead, en el norte de Londres, parecía un trámite de lujo para el reconocido chef británico Jamie Oliver. Conocido por sus libros de cocina y programas de televisión, este reconocido cocinero había puesto en el mercado su imponente propiedad de ocho habitaciones, adquirida en 2015 por 8.95 millones de libras, con el objetivo de venderla ahora a un precio cercano a los 15 millones. Sin embargo, la potencial transacción con el popular cantante Harry Styles tomó un giro inesperado cuando el exintegrante de One Direction realizó una visita a la casa y, tras descubrir un inesperado detalle en la habitación de la hija del chef, abandonó el lugar abruptamente.
Oliver relató la experiencia en tono de anécdota, aunque es evidente que el episodio dejó una marca en la historia de la propiedad. Según contó a medios británicos como Daily Mail y Mirror, Harry fue uno de los interesados en visitar la mansión, lo que despertó entusiasmo en la familia del chef, especialmente en sus hijas, entre ellas Daisy Boo Pamela, de 21 años, conocida por su afición por el músico. Sin embargo, el cantante no estaba al tanto de que una de las habitaciones de la casa contenía un “sorpresivo elemento decorativo”: un recorte de cartón a tamaño real de él mismo.
La escena, que podría pertenecer a una comedia, se desarrolló cuando Styles, acompañado de Oliver, recorrió los pasillos de la casa. Al entrar a la habitación, el cantante se topó con su propio rostro en una versión de cartón que miraba fijamente desde un rincón. Oliver narró el momento con humor: “Él no sabía que mi hija tenía un recorte de tamaño natural de él en su habitación. Simplemente lo miró, se dio la vuelta y dijo ‘¡Argh!’, y salió rápidamente de la casa”. La exclamación de sorpresa de Styles, fue una mezcla de incomodidad y desconcierto, lo que dejó a todos en la casa en un silencio incómodo antes de que el cantante optara por retirarse, y la posible venta se desmoronara en el acto.
Finalmente, Harry no adquirió la mansión. Cuando a Oliver se le preguntó si el ex One Direction se había convertido en el nuevo propietario, él respondió con un simple: “No, no lo hizo”. La propiedad, con sus lujosas instalaciones y su ubicación privilegiada, terminó siendo comprada por FIJPTC, una empresa fiduciaria creada para gestionar el patrimonio del difunto Paul Raymond, empresario famoso por sus clubes de striptease y su imperio editorial de contenido para adultos, lo que le valió el título de “El Rey de Soho”.
La propiedad cambió de manos por la cifra de 15 millones de libras, dejando a Oliver y su esposa Jools, quienes ahora residen en Spains Hall, una mansión del siglo XVI en Essex que compraron por 6 millones de libras, con una jugosa ganancia de 6 millones en la venta de su antigua residencia londinense. Aun así, parece que Oliver no ha podido olvidar la escena protagonizada por Harry y la habitación de su hija.
La historia ha tomado un cariz aún más pintoresco al revelarse que Jools Oliver también compartía una ligera obsesión con el cantante de “Watermelon Sugar”. Jools admitió en una entrevista previa que en alguna ocasión llegó a “perseguir” a Styles junto con su hija Daisy, estacionándose frente a la casa del cantante y esperando en el auto durante horas, en una suerte de intento adolescente de toparse con él. “Nos sentamos ahí por mucho tiempo en el auto y nos emocionamos mucho cuando salió de su casa”, recordó, quien considera a su hija Daisy una ferviente seguidora del músico.
Oliver y su esposa, quienes llevan más de 20 años de matrimonio, tienen cinco hijos en común: Poppy Honey Rosie, Daisy Boo Pamela, Petal Blossom Rainbow, Buddy Bear Maurice y River Rocket Blue Dallas. A lo largo de su vida pública, Oliver ha compartido numerosas anécdotas familiares, incluyendo algunas sobre los desafíos de la fama y las excentricidades de su relación con Jools. Esta última, por ejemplo, confesó en una entrevista con The Telegraph que solía revisar el teléfono y los correos electrónicos de su esposo, producto de una mezcla de celos y curiosidad derivada de los inicios de la carrera de Oliver, cuando, según él, “recibía atención similar a la de un rockstar” con fanáticas lanzándole “brasieres y ropa interior” durante sus apariciones públicas.
Mientras tanto, el cantante ha continuado consolidando su carrera como solista después de su meteórico ascenso con One Direction, y recientemente lamentó públicamente la trágica muerte de su excompañero de banda Liam Payne. En un emotivo mensaje en redes sociales, Harry compartió su dolor: “Estoy verdaderamente devastado por la partida de Liam. Su mayor alegría era hacer felices a los demás, y fue un honor estar a su lado mientras lo hacía”, escribió el cantante, en un homenaje a su colega y amigo.
Aunque la historia del exmiembro de One Direction y la habitación con su figura de cartón en casa de Oliver ha quedado como una divertida anécdota en la memoria del chef, el episodio refleja, en cierto sentido, el nivel de fascinación y cercanía que los famosos pueden llegar a generar en sus seguidores, incluso en aquellos que también pertenecen al mundo de la fama.