Dieciséis años después de su último álbum, The Cure acaba de regresar con Songs of a lost world. El disco, lleno de emotividad y reflexión, retoma los temas que han caracterizado a la banda durante décadas: el amor, la pérdida y el paso del tiempo.
Robert Smith, líder y voz de la banda, expresó que este álbum es sólo la primera parte de una historia más amplia. “Nuestras canciones siempre le tuvieron miedo a la muerte, pero a medida que te haces mayor, se vuelve más real”, reflexiona en una entrevista con la revista británica Uncut. En este nuevo proyecto, Smith explora ese temor desde una perspectiva más madura, una visión que, según él, refleja su crecimiento personal y las experiencias que lo han marcado durante los últimos años.
El nuevo trabajo tiene una carga emocional que encuentra inspiración en otros momentos significativos de la historia. Una de las canciones fue inspirada por el alunizaje del Apolo 11, un evento que Smith recuerda como un símbolo de esperanza y avance en la humanidad, pero que ahora resuena con el anhelo de un mundo que parece ir en retroceso.
Entre las canciones más impactantes del álbum, dos destacan por su cercanía emocional. En And Nothing Is Forever, el frontman aborda la fragilidad de las promesas y las despedidas, inspirado en la experiencia de haber roto una promesa que hizo a un amigo pocos días antes de su muerte.
Por otro lado, I Can Never Say Goodbye está dedicada a su hermano mayor, Richard, cuya muerte repentina dejó en Smith una herida abierta. La letra expresa el dolor de una pérdida irreparable y la dificultad de aceptar una despedida que nunca pudo darse en vida. “Aunque la mayoría de las canciones son muy personales, no son exclusivas, no son cosas que sólo me sucedieron a mí”, cuenta en Uncut.
Con este álbum The Cure demuestra que su música, lejos de envejecer, se mantiene tan relevante como siempre, reflejando las preguntas existenciales que nos confrontan a todos a medida que avanzamos en la vida. Smith había imaginado este proyecto para coincidir con el 40 aniversario de la banda en 2018, un hito que marcaba cuatro décadas desde que formó la banda a sus 19 años. Sin embargo, una serie de obstáculos retrasaron el lanzamiento.
La idea inicial de Smith era que el álbum celebrara la trayectoria de The Cure y resaltara el impacto de la banda en la escena musical. Sin embargo, como él mismo reconoce, este enfoque no sentía genuino ni natural. “Era un gran plan, pero los grandes planes no siempre funcionan como esperas”, admite.
Para 2019, Smith decidió rehacer gran parte del álbum con un enfoque más introspectivo. Dejó a un lado la idea de una celebración y se concentró en plasmar un mensaje artístico mucho más personal.
Durante las primeras décadas de la banda, Robert Smith dirigía personalmente todos los aspectos musicales, desde las letras hasta los arreglos instrumentales. “Yo mostraba a los integrantes lo que debían tocar, y ellos interpretaban”, explica Smith sobre esos primeros años, en los que sus ideas y dirección eran el núcleo creativo de la banda.
Con el paso del tiempo, y especialmente en esta nueva etapa creativa, Smith ha optado por un método de colaboración más abierto. Ahora anima a los integrantes a presentar sus propias ideas, dándoles libertad para experimentar y explorar nuevos sonidos. Está hablando, claro, del bajista Simon Gallup y del guitarrista Reeves Gabrels, responsables de aportar sus perspectivas en esta fase actual; algunos de los elementos más experimentales y menos convencionales de la banda surgen precisamente de estas colaboraciones. “Si me lo dejaran todo a mí, creo que seríamos una banda mucho menos interesante”, reconoce el cantante, quien ha aprendido a valorar las aportaciones que nacen de esta dinámica.
En 2019, durante las grabaciones de Songs of a lost world, Richard tomó nuevamente un rol protagónico en la composición, recurriendo a un grupo de demos que había creado en la década anterior. Ese año, todas las canciones que grabaron partieron de sus propias ideas y melodías.
El resultado es un álbum que posee una cohesión interna fuerte, que lo convierte en una obra íntegra y con una atmósfera singular. Este equilibrio entre la visión personal de Smith y el trabajo en conjunto ha permitido a The Cure mantener su esencia, mientras sigue evolucionando y enfrentando nuevas inquietudes musicales.
“Si tengo un arrepentimiento, es haber hablado de este disco en 2019, cuando apenas lo habíamos comenzado”, confiesa Smith. Al final fue en 2019 cuando Richard retomó las composiciones con un enfoque renovado, logrando una colección de temas que se plasmarían en Songs of a lost world.
En esas sesiones de 2019, Smith y la banda grabaron un total de 26 canciones, material suficiente para completar no uno, sino tres álbumes distintos. Este período de intensa creatividad fue, en parte, un esfuerzo del cantante por aprovechar al máximo su energía y sus ideas antes de que se desvanecieran. “Grabamos tres álbumes en 2019″, recuerda, destacando la magnitud de este proyecto.
En cuanto a la inspiración detrás de las canciones, Smith explica que los temas de mortalidad y pérdida no solo son recurrentes en su vida, sino que se han vuelto inevitables con el paso de los años. “La muerte se vuelven cada vez más parte de la vida cotidiana”, reconoce ante Uncut.
Richard Smith, que cumplió 65 años este año, siente que este álbum es también una representación de su lugar actual en la vida, donde las cosas que le importan han cambiado respecto a décadas pasadas. “Quería que las canciones significaran algo”, afirma, consciente de que en Songs of a lost world, cada tema tiene un peso y un propósito.