La voz desgarrada y poderosa de Paul Di’Anno marcó el comienzo de Iron Maiden, una de las bandas más icónicas del heavy metal. Sin embargo, a diferencia de la estatura mítica que alcanzó el grupo, el destino de su primer vocalista fue de descensos continuos; aislado y plagado de problemas financieros y de salud. En contraste con sus excompañeros, quienes gozan de gran popularidad y una vida acomodada, Di’Anno terminó sus días en un modesto departamento de vivienda social en Salisbury, al suroeste de Inglaterra, confinado a una silla de ruedas y sin recursos.
Los días finales de Di’Anno estuvieron lejos del glamour del escenario. A sus 66 años, el músico vivía solo, lidiando con el deterioro de su salud y, al mismo tiempo, con la realidad de no haber tenido los ingresos que una figura de su calibre podría haber disfrutado. Para él, la fortuna, al igual que el éxito, fue breve. Según vecinos y fuentes cercanas, fue hallado sin vida en su departamento, una triste conclusión a una vida de excesos y desplantes que finalmente cobró su precio.
Mientras en un estadio abarrotado en Minnesota sus excompañeros de Iron Maiden rendían un tributo, su otrora compañero y actual líder de la banda, Bruce Dickinson, pidió un minuto de silencio en su honor. “Paul, donde sea que estés, que estés divirtiéndote”, gritó Dickinson a la multitud, y los fans respondieron con aplausos. La ironía era brutal: el hombre que ayudó a definir el sonido de Iron Maiden ahora era recordado por una banda que había dejado décadas atrás, como un fantasma de un pasado caótico.
Los años dorados y la caída de un ícono
Paul Di’Anno, nacido en el distrito de Chingford en el este de Londres en 1958, ingresó a Iron Maiden en 1978, en los primeros días de la agrupación. Proveniente del punk y con una actitud rebelde, su estilo rudo y directo encajaba perfectamente con la banda en sus inicios, y fue su energía la que impulsó los primeros discos, Iron Maiden (1980) y Killers (1981). Ambos álbumes se convirtieron en clásicos y trazaron el rumbo de Maiden en la escena heavy metal de la época, vendiendo millones de copias y ganando seguidores a nivel mundial.
Sin embargo, el éxito inicial de la banda no fue suficiente para contener los conflictos que se gestaban. Di’Anno tenía problemas de adicción que se intensificaron con el tiempo, hasta el punto de afectar su desempeño en los conciertos. Steve Harris, bajista y fundador de Iron Maiden, contó años más tarde en el libro Run to the Hills, de Mick Wall, que la banda intentó ayudarlo y pedirle que dejara su vida de excesos, pero el cantante parecía tener una “muerte anunciada”: “Fue como si tuviera una voluntad autodestructiva”, comentó Harris en una entrevista.
Después de apenas tres años en el grupo, Di’Anno fue despedido de Iron Maiden en 1981, dejando atrás un legado que nunca pudo igualar. Su partida se dio en medio de tensiones y con la necesidad de reemplazarlo por alguien capaz de cumplir los compromisos de una banda en plena expansión internacional. Di’Anno, en cambio, quedó atrapado en el ciclo de su propio caos personal.
Sus últimos años, entre ayudas externas y complicaciones de salud
Di’Anno no solo se alejó de la banda; también renunció a sus derechos de regalías por solo 50.000 libras esterlinas, una cifra modesta para los estándares de la industria musical y que, a la larga, lo dejó sin una fuente de ingresos segura. En comparación, sus excompañeros de banda —hoy encabezados por Dickinson, quien reemplazó a Di’Anno— alcanzaron grandes fortunas y un estatus de estrellas legendarias del heavy metal.
Los problemas legales y económicos siguieron golpeando a Di’Anno. En 2011, enfrentó una condena de nueve meses de prisión en el Reino Unido tras declararse culpable de fraude por beneficios. Había solicitado apoyo financiero alegando que no podía trabajar por problemas de salud, pero la evidencia en videos de YouTube, donde se lo veía enérgico sobre el escenario, lo dejó expuesto y sin defensa. “Estaba obsesionado con actuar para mantener a mi familia”, comentó alguna vez sobre el incidente. La multa y la prisión profundizaron su ruina financiera.
En los años siguientes, Di’Anno debió recurrir a campañas de crowdfunding organizadas por fanáticos para cubrir costosos tratamientos médicos. Sufría de problemas crónicos en las rodillas que se agravaron con infecciones de sepsis y MRSA, dejándolo postrado en una silla de ruedas y enfrentando un calvario de hospitalizaciones. Aunque algunos exmiembros de Iron Maiden contribuyeron económicamente para su recuperación, sus limitaciones físicas le impidieron retomar su carrera con el mismo vigor de antaño.
Entre la pobreza y la soledad
En 2022, Di’Anno experimentó un último destello de reconocimiento al reencontrarse con Steve Harris, el fundador de Iron Maiden, en un evento especial en Croacia. Allí, los fanáticos lo recibieron con ovaciones, y Harris lo saludó cálidamente en un momento que, según un cercano, “significó mucho para él después de tantos años de separación”. Sin embargo, estos momentos de aprecio eran aislados, y su vida estaba lejos de las luces del escenario.
Paul Di’Anno pasó sus últimos años recluido en un pequeño departamento, donde convivía con sus limitaciones y la amarga realidad de su situación. A pesar de haber sido parte fundamental del éxito inicial de Iron Maiden, sus relaciones personales y su estilo de vida no le permitieron sostener un soporte económico. En enero de 2024, sus dificultades de salud parecían haber llegado a un punto límite cuando, durante una presentación en Australia, desató la polémica tras enfrentar verbalmente al público y mostrar actitudes erráticas, un gesto que algunos atribuyeron a su frustración y dolor.
El legado de Paul Di’Anno
A pesar de su trágico final, el legado de Paul Di’Anno en el mundo del rock es innegable. Fue él quien impulsó el estilo agresivo y directo de Iron Maiden en sus inicios, dejando una huella que perdura en los seguidores más fieles de la banda. Su historia, sin embargo, es también un recordatorio de los riesgos y sacrificios que conlleva la vida de una estrella de rock, especialmente cuando la fama inicial no se traduce en estabilidad ni apoyo a largo plazo.
Di’Anno murió en la soledad, pero no sin haber dejado una marca indeleble en el heavy metal, una huella que vive en las primeras notas de la “doncella de hierro” y en los corazones de quienes aún recuerdan su voz como el grito de un ícono rebelde y desafiante.