Demi Moore ha sido reconocida por su destacada carrera en Hollywood y por los intensos retos personales que ha enfrentado. Recientemente, la actriz de 61 años reveló detalles sobre uno de los momentos más difíciles de su vida: el período después del nacimiento de su segunda hija, Scout Willis, en 1991, cuando se sometió a una rigurosa y extrema rutina de ejercicios. Moore contó que, durante ese tiempo, se sentía presionada para perder peso rápidamente, una carga que venía tanto de su entorno como de sí misma.
El relato de Moore fue contada en una serie de entrevistas, siendo la más destacada su participación en CBS Sunday Morning. Allí, la actriz explicó que después de dar a luz a Scout, decidió someterse a un régimen físico intenso mientras filmaba Indecent Proposal. Su rutina diaria incluía recorrer 96 kilómetros en bicicleta, viajando desde su casa en Malibu hasta el set de filmación, lo cual suponía un trayecto de ida y vuelta de aproximadamente 48 km. Todo esto mientras Scout tenía apenas cinco o seis meses, y Moore continuaba amamantándola durante la noche.
Esta situación, ya de por sí agotadora, se agravaba con las largas jornadas de trabajo de 12 horas en el set. Después de un día completo de filmación, Moore volvía a subirse a la bicicleta para regresar a casa y, al día siguiente, repetía el proceso. La actriz misma ha reconocido que su decisión de adoptar esta rutina tan extrema fue “ridícula” y “loca”, pero en ese momento, sintió que era absolutamente necesario.
Lo preocupante de esta historia son las razones detrás de su decisión. La actriz admitió en CBS Sunday Morning que la presión para perder peso tras dar a luz provenía de la industria y que en más de una ocasión le sugirió que adelgazara. A su vez, contó que se sintió profundamente avergonzada y humillada cuando le pidieron que perdiera peso, pero que fue ella misma quien se impuso ese sufrimiento al intentar cumplir con estándares imposibles. Esta confesión revela una profunda inseguridad que Moore vivió durante esa etapa de su vida.
La actriz reconoció que, en retrospectiva, todo el esfuerzo que dedicó para recuperar su figura no valió la pena. “¿Realmente importaba tanto? Probablemente no”, dijo Moore en la entrevista. Sin embargo, en ese momento, todo giraba en torno a su apariencia y su percepción de que debía verse de una manera específica para ser aceptada. Este tipo de reflexión, aunque honesta, resulta inquietante, pues demuestra cuán profundas eran las expectativas que sentía que debía cumplir, a tal punto que arriesgó su salud física y mental.
Además, lo más alarmante de esta situación es que, aunque Moore se arrepiente de haber sometido su cuerpo a ese nivel de desgaste, la industria del entretenimiento y los medios continúan promoviendo este tipo de estándares. Moore señaló que incluso hoy en día sigue lidiando con inseguridades sobre su apariencia. “Algunos días me miro y pienso: ‘Esto está bastante bien’. Otros días me encuentro disectando, enfocándome en cosas que no me gustan”, dijo, dejando claro que la batalla contra la imagen corporal no termina fácilmente, ni siquiera después de décadas de experiencia.