Steven Adler lleva años intentando escapar de las sombras del pasado. En el tercer episodio de la docuserie de Paramount+ Nöthin’ But a Good Time, el exbaterista de Guns N’ Roses revela con crudeza el origen de su dependencia de la heroína durante los años ochenta. “¿Con quién crees que estaba consumiendo?”, pregunta Adler, ahora de 59 años, con una mezcla de amargura y resignación. Y enseguida, la respuesta: Slash e Izzy Stradlin, sus compañeros de banda. “Quería ser parte de lo que ellos hacían”, añade.
Corría 1985 cuando Adler —cuyo verdadero nombre es Michael Coletti— se unió a Guns N’ Roses. El sueño era simple, visceral: crear música, ser parte de una banda que encarnara el espíritu rebelde de Los Ángeles, la ciudad donde creció. “Siempre me encantó el trabajo en equipo”, confiesa, “por eso armar una banda era tan importante para mí”.
Sin embargo, la lealtad al grupo no solo significaba subirse a un escenario: también implicaba compartir los excesos tras bambalinas. El día que probó la heroína por primera vez, el músico cuenta cómo dos caladas lo llevaron al borde del colapso. Vomitó, estuvo enfermo. Pero, como él mismo admite, “era un idiota”, y lo intentó una vez más. A la tercera, quedó enganchado a la droga.

La vida en Guns N’ Roses era una espiral de caos. En 1989, apenas cuatro años después de haberse sumado a la banda, Adler entró en rehabilitación por primera vez. Pero los efectos de la adicción ya comenzaban a arrasar su vida.
En esos años de tormenta sufrió un ataque cardíaco y dos derrames cerebrales, episodios que, lejos de redimirlo, parecieron ahondar su desesperación. A pesar de los esfuerzos, Axl Rose lo recuerda con frialdad. “Steven no dejó la banda. Lo despedimos”, aclaró el cantante en una entrevista con Kurt Loder para MTV en 1990. El grupo le había ofrecido todas las oportunidades posibles, incluso le hicieron firmar un contrato que estipulaba su salida si volvía a depender de las drogas. Pero Adler nunca pudo dejar su adicción.
“No podíamos esperar más”, dijo Axl con la misma determinación con la que lideraba el escenario. “Tuvimos que seguir sin él. Firmó ese contrato y aún así no pudo dejarlo”.

La sustitución fue rápida. Matt Sorum ocupó su lugar y Adler se alejó sin saber qué camino seguir. Para 1993, el exbaterista había alcanzado un acuerdo económico que le reportaría USD 2,25 millones y un 15% de las regalías por las canciones grabadas con la banda, tras una demanda que se resolvió fuera de los tribunales. Pero el dinero no fue suficiente para sanar las heridas. La expulsión de Guns N’ Roses lo devastó. “Cuando mi equipo me echó, no sabía qué hacer”, confiesa. La herida fue tan profunda que solo encontró refugio en lo que ya conocía: más drogas.
Entre 1995 y 1998, Steven Adler acumuló una lista interminable de cargos: posesión de heroína, alteración del orden público, agresión. Un catálogo de delitos que como puntuaba su descenso al infierno. Participó en los programas de rehabilitación televisados de Dr. Drew, intentando, en vano, dejar atrás sus adicciones a la heroína, el valium, el alcohol, la cocaína y la marihuana. A pesar de los repetidos intentos, su última estancia en un centro de desintoxicación fue en 2013.

No obstante, el tiempo cura algunas heridas. En 2012, Adler se reunió brevemente con sus antiguos compañeros de banda para la presentación de Guns N’ Roses en el Salón de la Fama del Rock and Roll. Aunque el reencuentro fue efímero, fue suficiente para que la llama de la nostalgia ardiera una vez más. Cuatro años después, en 2016, fue invitado a participar en cuatro conciertos de la gira Not in This Lifetime... Tour, un evento masivo que recaudó USD 584,2 millones en 175 fechas. Volver a pisar un escenario junto a Axl, Slash y Duff McKagan fue un sueño, un destello de lo que alguna vez había sido su vida.
En cada entrevista, en cada reflexión sobre su pasado, Steven Adler regresa al mismo punto: su amor por la banda. “Solo quería ser parte de un equipo”, repite con una melancolía que se arrastra por sus palabras. “Los cinco formábamos un gran equipo”. Pero los equipos no siempre sobreviven.

Hoy, Guns N’ Roses sigue acumulando éxitos, con más de 100 millones de discos vendidos y 30 millones de oyentes mensuales en Spotify. Su último sencillo, The General, fue lanzado en enero.
El tiempo no se detiene, ni para los rockeros de antaño ni para los héroes caídos de su generación. Jeff Tremaine, director del documental en el que Steven confesó sus demonios, ha conseguido reunir a las voces más icónicas del hard rock en una serie que se estrenó esta semana. Entre ellos, figuras legendarias como Bret Michaels, Nuno Bettencourt y Corey Taylor narran los días dorados y oscuros de una era irrepetible. Pero para Steven Adler, aquellos días solo parecen ser un recordatorio constante de lo que perdió.
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