En el mundo del rock, destrozar una guitarra en el escenario se convirtió en un símbolo de rebeldía y desafío. Este acto, que une la destrucción con la música, tiene sus orígenes en la década de los 60, específicamente asociado con Pete Townshend de The Who. Sin embargo, esta acción no nació inicialmente como tal; de hecho, la primera vez que Townshend destruyó una guitarra fue casi por accidente: mientras actuaba en un escenario con techo bajo, golpeó accidentalmente su instrumento, decidiendo luego completar su destrucción ante el asombro y el deleite del público.
Este acto espontáneo dio paso a una tradición que otros artistas adoptarían y adaptarían en los años siguientes. Jimi Hendrix, por ejemplo, llevó la destrucción de guitarras a un nuevo nivel al prender fuego a su Fender Stratocaster en un ritual que se convirtió casi en un rito de paso en el mundo del rock.
La proliferación de esta práctica provocó que momentos de euforia en el escenario se materializaran en la ruptura física del instrumento, un fenómeno que se extendería a numerosos géneros musicales y artistas, tales como Kurt Cobain, Matthew Bellamy y Caleb Followill, quien destrozó su preciada Gibson ES-325 durante un concierto.
Sin embargo, no siempre los instrumentos son destruidos en un contexto de actuación. Bryan Adams, por ejemplo, experimentó la desafortunada rotura de sus instrumentos bajo circunstancias mucho menos dramáticas pero igualmente desgarradoras, cuando fueron dañados por funcionarios de aduanas en un aeropuerto egipcio.
Esta vulnerabilidad se reflejó aún más cuando la banda estadounidense The Black Crowes perdió gran parte de su equipo debido al Huracán Sandy, lo que hace que, aunque la destrucción en el escenario pueda ser vista como un acto de pasión o de espectáculo, fuera de él, la pérdida de los instrumentos musicales no lleva consigo el mismo simbolismo.
Más allá de la espectacularidad, la restauración y reparación de guitarras destrozadas se transformó en una faceta importante de esta peculiar tradición. Gibson y otros fabricantes colaboraron frecuentemente en la reconstrucción de instrumentos dañados, ya sea debido a accidentes en el escenario o a catástrofes.
El líder de la banda inglesa Muse, Matthew Bellamy, llevó su afición por romper guitarras a un extremo al destruir 140 guitarras durante una gira en 2004, gracias a lo que estableció un récord mundial. La razón por la que Bellamy decidió romper tantas guitarras es que fueron malos conciertos en los que experimentó “energía negativa” o, a veces, simplemente por diversión.
Lo que empezó casi como un accidente se transformó en una práctica establecida, convirtiendo el acto de romper instrumentos de un momento de indignación a una expresión intencionada y, algunas veces, esperada de arte y emoción. Desde The Who hasta Guns n’ Roses, pasando por momentos de desastre natural o negligencia, cada guitarra rota cuenta una historia, una pieza en la narrativa del rock and roll.
Las roturas de guitarra más épicas en la historia del rock
- Kurt Cobain: No es el más recordado rompiendo guitarras, pero sí un gran rockero, por lo que lo hizo en múltiples ocasiones y quedando documentado en varias cámaras durante sus escandalosos shows.
- Billie Joe Armstrong: El líder de Green Day se enojó (con razón) cuando le dijeron que la banda tenía que reducir su show de 45 minutos a 25 para darle más tiempo a Usher durante el Festival iHeartRadio, por lo que destruyó su guitarra en el escenario.
- Pete Townshend: El pionero en usar este recurso sobre el escenario no lo hizo ni una, ni dos, sino que romper guitarras se convirtió en una constante para él. Desde arrebatarlas contra el piso hasta golpearlas contra parlantes e incluso destruirla junto a la batería de su compañero, Townshend se dedicó a quebrar su instrumento musical de varias formas.
- Oasis: Fue rota el 28 de agosto de 2009 tras una violenta discusión entre los hermanos Noel y Liam Gallagher y luego fue restaurada en Londres por el talentoso luthier Philippe Dubreuille.