El Instituto para el Futuro de la Educación, del Tec de Monterrey, se prepara para la 11ª edición del IFE Conference, el ya tradicional evento anual que reúne durante tres días a una comunidad internacional de líderes comprometidos con la innovación educativa. Con más de 250 actividades programadas, el encuentro se llevará a cabo en el campus de Monterrey entre el 28 y el 30 de enero de 2025. Es un espacio clave para reflexionar sobre los desafíos y las oportunidades en la transformación de la educación.
José Escamilla, director asociado del IFE, es uno de los actores más comprometidos con el devenir de la educación. En esta entrevista con Ticmas, comparte sus expectativas sobre el congreso. “Creo que hay pocos eventos donde un emprendedor puede sentarse con un rector, un ministro o al lado de un investigador”, dice. Esta edición marca también una nueva etapa para el IFE, que recientemente trasladó sus oficinas al edificio Expedition, una nueva obra del Tec destinado a desarrollar proyectos multidisciplinarios de investigación que se ocupen del presente y el futuro de la humanidad. “Es una experiencia muy interesante”, señala Escamilla. “El edificio es muy inspirador y su diseño fomenta los intercambios, las conexiones, el trabajo en equipo y las casualidades que llevan a nuevas ideas”.
—¿Cuáles son los temas de esta edición?
—Hay algunos temas faro. Un tema obligado es la inteligencia artificial, que es un objeto en movimiento. No sabemos todavía el impacto real que va a tener en el mundo del trabajo, y ese impacto afecta a la educación, porque una de las cosas que hacemos es preparar a la gente para el mundo del trabajo. No es lo único, pero es algo importante. Entonces, mientras la IA siga en movimiento, tenemos que entender cuáles son las competencias que se requieren para tener éxito en los trabajos del futuro. Esta sería una respuesta inicial a la pregunta, pero hay muchos otros temas. Tenemos temas de internacionalización, de desarrollo de competencias, de aprendizaje a lo largo de la vida, del rol de las organizaciones de la sociedad civil en la transformación de la educación. No te imagines que el 50% de lo que vas a ver es IA. Sí hay un contenido importante, pero hay muchas otras cosas.
—Una frase que se convirtió casi en un lugar común es que todavía no existe la mitad de los trabajos que se realizarán en diez años. ¿Es así? ¿Los estudiantes estudian carreras nuevas o, por el contrario, se mantienen en las tradicionales pero más atravesadas por la tecnología?
—Es una pregunta muy interesante. No conozco esa referencia de que la mitad de los trabajos van a cambiar en diez años, pero recuerdo que alguien de una gran consultora que hace estudios sobre el futuro del trabajo decía que prácticamente en todos los países de América Latina el 50% de los trabajos eran automatizables. Y esto lo dijo hace más de cinco años.
—¿Por qué no ocurrió esa automatización?
—Por distintas razones: porque el costo de la mano de obra sigue siendo más bajo, porque no hay incentivos para la automatización, porque podría causar problemas sociales, etc. Pero eso está latente. Ahora, yendo específicamente a la pregunta: yo creo que sí hay trabajos que están desapareciendo. Tal vez no todavía con una velocidad importante, pero está pasando. Te doy un ejemplo: el año pasado vinieron a visitarnos de una planta que fabrica automóviles. No recuerdo el rango de años, pero digamos que hace cinco años tenían 30.000 empleados en la planta y hoy tienen 7.000. Antes tenían muchos operarios y ahora son prácticamente todos ingenieros.
—¿Es una fábrica de automóviles autónomos?
—Hace carros eléctricos, híbridos. Lo interesante es que sigue habiendo retos de talento, porque antes tenían el reto de atraer, entrenar y retener a los operarios. Y ahora el reto es atraer y retener a los ingenieros. Si hablo del Tec en particular pero de las universidades en general, tenemos que estar más conectados con las necesidades de la sociedad. Están las necesidades de formar a ciudadanos comprometidos, participativos, que florezcan como personas, pero, con respecto al trabajo, no podemos lavarnos las manos y decir: “Bueno, nosotros solamente los formamos en lo general y luego ustedes —los negocios, la industria, el gobierno— los acaban de formar en la ocupación que puedan tener”. Tenemos la responsabilidad de acercarnos a ese mundo y de formar a las personas entendiendo cuáles son los conocimientos, las competencias, las habilidades, las actitudes, los valores que se requieren.
—¿La enseñanza puede automatizarse? Me refiero más allá de ciertas cuestiones administrativas.
—Yo creo que hay un mito en la educación, que es que las personas solo aprendemos cuando hay un profesor enfrente. Eso no es cierto. Todos aprendemos todo el tiempo y, en esta época de medios y redes, hasta puedes aprender a cocinar mirando YouTube. El rol del docente ya no es necesariamente el de transmitir conocimientos, sino que tenemos que buscar qué valor agregado hacemos a los estudiantes. Con esto no quiero decir que no tienen un rol, simplemente que no tienen que estar presentes todo el tiempo frente al estudiante. Hay que plantear escenarios de aprendizaje y plantear estrategias en donde la gente pueda aprender por proyectos, por experiencias y de maneras más diversas. ¿Qué implicaciones tiene la tecnología? Puede apoyar al docente y puede servir al alumno para aprender cuando el docente no está presente también. Puede multiplicar el valor del docente al hacer factible un modelo que financieramente no sería posible.
—¿Podría profundizar esa definición?
—Un sistema de inteligencia artificial puede retroalimentar veinte veces a un estudiante en un proyecto, lo que sería financieramente imposible de tener tantos docentes que les dedicaran tanto tiempo a tantos estudiantes. Cuando tengamos estos sistemas funcionando, el trabajo del docente ya no será el mismo: será un trabajo de más fineza, de mayor calidad, de mayor interacción en las habilidades horizontales, las habilidades emocionales, la parte más estratégica. Recuerdo haber leído una predicción que decía que los directivos de empresas iban a cambiar muchísimo con la inteligencia artificial: si hoy hacen un 70% de actividades de gestión y control, y un 30% de estrategia, visión y desarrollo de liderazgo, en el futuro esos porcentajes serían al revés. Debemos reflexionar sobre el perfil del docente y sus habilidades en el futuro.
—Si hablamos de los estudiantes, ¿cómo debería ser la articulación entre la escuela media y la universidad?
—Hay muchas áreas de oportunidad en esa articulación. En México, la mayor parte de las universidades tienen también educación media y, en teoría, eso debería servirnos, porque, si un grupo importante de estudiantes viene de ese nivel, podrías articular mejor el paso de un lugar al otro. Yo tengo dudas de que la articulación esté bien aceitada. Luego, pasa que hay un grupo de estudiantes que vienen de otras preparatorias, y cuando pasan a la universidad hay grandes retos. Uno es sobre las brechas de conocimientos: la universidad asume que los estudiantes desarrollaron ciertos conocimientos en la preparatoria, que no siempre se logran. Otra brecha es la de entender cómo funciona y cómo sacar el mejor provecho de la universidad. En la universidad no se enseña cómo ser un estudiante exitoso, aunque haya cursos de inducción. Otro reto es sobre las brechas entre los sectores socioeconómicos. Los estudiantes de sectores más altos o de familias con antecedentes universitarios tienen grandes ventajas y empiezan a surgir diferencias.
—¿Por qué?
—Porque ellos ya tienen en casa el capital cultural. Pueden recibir las recomendaciones de sus padres y familiares. En el Tec, hemos trabajado en dos experiencias para abordar estas brechas. La primera tiene que ver con las brechas de conocimiento. Desde hace años, implementamos una estrategia en cursos de primer ingreso basada en lo que en inglés se conoce como mastery learning, donde los estudiantes deben demostrar haber adquirido el 100% de las competencias necesarias y, para eso, personalizamos el aprendizaje. No todos los estudiantes avanzan al mismo ritmo, y no se puede enseñar para la media. Es un modelo costoso, pero lo hacemos factible con tecnología, inteligencia artificial y aprendizaje adaptativo. Y hemos obtenido buenos resultados.
—¿Cómo es la otra experiencia?
—La segunda experiencia está enfocada en estudiantes de entornos socioeconómicos bajos. Tenemos un programa de becas llamado “Líderes del Mañana”, que brinda apoyo a estudiantes brillantes que enfrentan retos importantes al ingresar. Reciben mentoría y formación adicional durante toda su trayectoria, lo que ha permitido que se gradúen con tasas más altas que el promedio general del Tec. Esto demuestra que, cuando nos comprometemos a que un grupo de estudiantes tenga éxito, lo logramos. No basta con otorgarles una beca; debemos acompañarlos en el proceso.
—¿Cómo evitan el abandono de los estudiantes?
—Para todos los estudiantes que ingresan al Tec, detectamos su nivel de riesgo de deserción durante el primer semestre. El primer semestre es crítico en la transición a la universidad. Agrupamos a los estudiantes según factores personales, conocimientos o conexión con el entorno, y tomamos medidas específicas para reducir el riesgo de deserción. Hay mucho más que podríamos hacer desde la preparatoria para mejorar esta transición y conectar los niveles educativos. Pero esto da para otra conversación.