El conocimiento es poder ¿pero cómo manejamos ese conocimiento y ese poder? Preguntas con respuestas complejas, en especial cuando pensamos en los grandes volúmenes de información que hoy atraviesan nuestras vidas y cuando estamos obligados a poner el foco constantemente en la veracidad y el valor de los mismos.
Los macrodatos (Big data, en inglés) y la inteligencia que se hace sobre ellos es una ciencia que viene en constante crecimiento y demanda; en especial en este nuevo ruido de algoritmos que atraviesan la cotidianidad y donde la inteligencia artificial nos observa y aprende de nuestras preguntas y decisiones.
Así lo señalan el economista y divulgador científico, Walter Sosa Escudero quien se especializa en estadística y econometría teórica y aplicada a cuestiones sociales, y Sandra Rodríguez, líder de Data Analysts en Ticmas y rectora del Instituto de Formación Técnica Superior Nro 11 dependiente de la Agencia de Habilidades para el Futuro del Ministerio de Educación de la Ciudad de Buenos Aires.
Big escuela
Pensemos en un docente que tiene la posibilidad de acceder a información segura y procesada por su institución sobre cada uno de los alumnos y el curso en conjunto para los cuales tiene que preparar una clase especial sobre álgebra. Ese docente puede identificar de forma clara qué alumnos tienen dificultades con ejercicios específicos e idear una estrategia focalizada para ellos. Por otro lado, tiene la información estadística de que los alumnos que entregan tarde sus proyectos tienen un porcentaje mayor de probabilidades de fallar en sus exámenes por lo que puede hacer un calendario de recordatorios extras para ese grupo. Estos son solo algunos escenarios de información que, analizada y presentada correctamente, pueden ser una herramienta de ayuda y eficiencia en el aula.
Al respecto, Sosa Escudero reflexiona sobre el encuentro de la Big Data y la educación: “Puede tener varios impactos. Uno es en términos de la heterogeneidad de la clase-profesores. Es decir, el combo de datos-algoritmos permitiría tunear prácticas docentes para que se adapten mejor a tal o cual tipo de alumnos. Otro impacto es en la manera en la que fluye la información. Es más fácil evaluar, comparar situaciones y dar feedback cuando la información fluye prácticamente en tiempo real. Esto facilita el reaprendizaje institucional”.
Este último punto resulta de gran importancia, en tiempos donde las instituciones ven sus prácticas educativas atravesadas de forma permanente por la tecnología y la necesidad de gestionar tiempos, habilidades y oportunidades.
“Cuando hablamos de Big Data, nos referimos a grandes volúmenes de datos que son tan complejos que las herramientas tradicionales no pueden procesarlos de manera eficiente. No se trata solo de la cantidad de datos, sino también de cómo se almacenan, se analizan y cómo esos datos se utilizan para tomar decisiones estratégicas”, explica Sandra Rodríguez y agrega: “En el ámbito educativo, Big Data tiene el potencial de ser una herramienta transformadora. Puede ayudar a personalizar el aprendizaje, predecir el rendimiento académico de los estudiantes y gestionar las instituciones de manera más eficiente. Esto contribuye a mejorar los resultados educativos y ofrece una experiencia más adaptada a las necesidades de estudiantes y docentes. Además, puede hacer que las decisiones pedagógicas sean más informadas, basadas en datos reales y no solo en intuiciones”.
Por otro lado, Rodríguez coincide con Escudero al remarcar que: “A nivel de aula, Big Data ofrece una visión más detallada sobre el rendimiento de los estudiantes. Los docentes pueden identificar qué conceptos están siendo más difíciles de entender y ajustar sus métodos de enseñanza en consecuencia. También pueden detectar patrones comunes en los errores de los estudiantes y dedicar más tiempo a esos temas. Además, esta información les permite ofrecer una atención más personalizada, adaptando los ejercicios o proporcionando apoyo adicional a aquellos que más lo necesitan. En resumen, Big Data ayuda a los docentes a tomar decisiones más informadas para mejorar el aprendizaje de sus estudiantes”
Algoritmo: no te tenemos miedo
“Mejoran nuestras vidas cuando pueden hacer cosas que a nosotros nos cuestan demasiado, como las acciones repetitivas. Por ejemplo, en un escrito, un algoritmo puede detectar inmediatamente los adverbios terminados en mente, como el que acabo de usar. Un alumno podría delegar esta tarea en un algoritmo y después concentrarse en ver si realmente esos adverbios eran necesarios o si se podrían haber reemplazado por una mejor elección de verbos o adverbios”, explica el autor de Viajar al futuro (y volver para contarlo): la ciencia detrás de los pronósticos (Ed. Siglo XXI).
Y en esta “separación de tareas” es como “el algoritmo se concentra en lo repetitivo (buscar) y el alumno en lo creativo (aprender)”, subraya Escudero. Además, destaca que es clave que los educadores no tengan miedo. Y plantea: “El alumno siente inmediatamente cuando su profesor o maestro le tiene miedo a la tecnología, y no hace más que pasárselo al alumno. El antídoto del miedo es el conocimiento. Un profesor que conoce la tecnología entiende sus ventajas y desventajas e incentiva a sus alumnos a usarlas y les hace ver esta tensión. A modo de ejemplo, en mis clases uso enfática e inteligentemente el Chat GTP, con el objetivo de que los alumnos vean cuales son las ventajas y también las enormes limitaciones que todavía tiene”.
Big Data en las aulas y en familia
Sandra Rodríguez explica que el conocimiento y análisis de datos a nivel macro puede ser de gran ayuda para las instituciones educativas ya que por ejemplo: “Permite personalizar el aprendizaje al ofrecer materiales y actividades adaptadas a las necesidades individuales de los estudiantes. Si un estudiante tiene dificultades en una materia, puede recibir recursos adicionales que lo ayuden a mejorar. También habilita a monitorear el progreso en tiempo real al saber cómo están avanzando los estudiantes y permite intervenir rápidamente cuando se detectan problemas”.
Además brinda la posibilidad de “mejorar las evaluaciones porque los datos de los exámenes pueden ayudar a ajustar las pruebas para que sean más relevantes y útiles. Y ayuda a la optimización de recursos para identificar qué recursos son más efectivos y enfocar esfuerzos en ellos, como videos, ejercicios o libros”.
Por otro lado, la especialista plantea: “Creo que Big Data cambiará el papel del docente de una manera profunda. Al contar con datos más detallados y en tiempo real sobre el progreso de los estudiantes, los docentes podrán ofrecer un enfoque más personalizado, entendiendo mejor las fortalezas y debilidades de cada alumno. Esto permitirá una enseñanza más empática, donde el docente no sólo transmite conocimiento, sino que también actúa como guía y apoyo constante. Además, esta nueva dinámica puede hacer que la relación entre docente y estudiante sea más colaborativa, con los estudiantes involucrados en el análisis de su propio rendimiento, lo que fomentará su autonomía en el aprendizaje”
Y reflexiona: “Los padres también pueden sacar un gran provecho del uso de Big Data en la educación. Al tener acceso a datos en tiempo real sobre el rendimiento de sus hijos, pueden estar más informados sobre cómo van sus estudios, si están teniendo dificultades y en qué áreas necesitan apoyo. Esto no solo facilita una comunicación más efectiva con los docentes, sino que también les permite involucrarse activamente en el proceso de aprendizaje, ayudando a sus hijos en áreas específicas. Además, Big Data podría ayudar a predecir posibles dificultades académicas, permitiendo que los padres tomen acciones preventivas antes de que los problemas se conviertan en mayores. En resumen, los padres se convierten en aliados más efectivos en la educación de sus hijos al contar con datos claros y específicos”