El Tecnológico de Monterrey se ha consolidado como una institución que combina innovación, investigación y compromiso social. Su enfoque busca generar un conocimiento que no solo sea relevante para la academia, sino que también impacta de manera concreta en las personas, las comunidades y el entorno.
Con ese objetivo, la institución ha identificado cinco áreas estratégicas en las que concentra sus esfuerzos de investigación: salud, sostenibilidad y cambio climático, transformación industrial, innovación educativa y el futuro de las ciudades. Estas líneas de trabajo abordan cuestiones clave, como el diseño de tecnologías para el bienestar, la gestión responsable del agua, la transición hacia la industria 5.0, la inteligencia artificial en la educación, la planificación urbana sostenible.
En el centro de esta estrategia se encuentra Feniosky Peña-Mora, decano nacional de la Escuela de Ingeniería y Ciencias, y vicepresidente ejecutivo de Investigación del Tec. Con una destacada trayectoria que abarca roles académicos y de gestión en instituciones como el MIT y la Universidad de Columbia, Peña-Mora lidera la apuesta del Tec por la investigación aplicada. Su experiencia en proyectos de gran escala y su visión integradora lo convierten en una figura clave para el avance de estos objetivos.
En diálogo con Ticmas, Peña-Mora habla de su rol en el Tec y de cómo la investigación se vuelve una pieza clave de la tarea universitaria, entendida como motor de cambio y bienestar emocional. Además: las oportunidades que ofrece la inteligencia artificial, la respuesta interdisciplinaria a los problemas globales, y la posibilidad de hacer investigación de vanguardia en el Sur Global.
—El área de Investigación y Desarrollo, tanto en universidades como empresas, siempre tiene un presupuesto limitado. ¿Cómo se aborda en el Tec? ¿Buscan generar ingresos con patentes?
—Es muy interesante pensar en las limitaciones que uno tiene. La lucha por los recursos es forever and ever, para toda tu vida. No importa cuánto dinero tengas, siempre vas a necesitar más. Nosotros nos enfocamos no solamente en generar el conocimiento, sino aplicarlo. Una manera de fomentar la propiedad intelectual para que genere nuevos negocios; el emprendimiento. Otra es la transferencia tecnológica, en donde transfieres los derechos a usar el conocimiento. No creas una nueva compañía, pero te aseguras de que ese conocimiento tenga un impacto. Y una tercera vía es la incidencia en la política pública, porque los gobiernos tienen cierta influencia en términos de lo que pueden o no fomentar.
—¿Quiénes hacen investigación? ¿Los estudiantes, los docentes?
—Es todo un ecosistema. Tenemos un nuevo programa que se llama Next Generation Scientist, que parte de la idea de que estudiantes de grado estén envueltos, porque muchas veces se ve a la investigación como una entidad separada de la formación. Para nosotros es una parte integral de la educación. Es una forma de pensamiento crítico, de observar el mundo e identificar las necesidades y buscar las soluciones. Entonces vinculamos a los estudiantes de pregrado, de la misma forma que a los estudiantes de doctorado, que son quienes van a continuar en la generación del nuevo conocimiento cuando sean profesores científicos en diferentes lugares. Y por supuesto, en el ecosistema también está el profesorado y los posdoc. Me encanta ir a las reuniones que ellos tienen porque ahí están todos trabajando juntos y esa es la riqueza que tú quisieras. En Latinoamérica la innovación tiene que hacerse con ingenio.
—¿Qué significa?
—No tenemos los millones de dólares que ves en Europa, Estados Unidos y hasta en Asia. Entonces, tenemos que buscar cómo llevar nuestras ideas a la implementación con los pocos recursos que tenemos. Y eso, sinceramente, se logra con ingenio. Aunque el prototipo de científico es la idea de que una persona haciendo su trabajo sola, independiente, es importante trabajar en grupo y que tengamos todo ese ecosistema completo. Incluso enfatizamos la colaboración con la industria, particularmente si uno quiere enfocarse en el área aplicada, porque hay que entender las necesidades de la industria: cuáles son sus preocupaciones y sus dolores.
—¿La industria propone espacios de investigación?
—Son combinaciones. Hay un programa en que la primera fase se hace con un estudio de la industria para determinar las necesidades y después se hace un mapa con las prioridades, que se enfocan dependiendo del impacto y del valor financiero de la empresa. Pero a veces no es solo un objetivo económico, sino que está el bienestar ambiental o el marco regulatorio. En algunas ocasiones se trabaja en forma combinada, formando equipos con nuestros investigadores y miembros de las empresas.
—¿Los estudiantes tienen créditos por investigación?
—Depende del esquema. Si forma parte de la tesis, definitivamente sí. Una parte más básica para los estudiantes de pregrado podría dar ciertos créditos por estudios independientes y ciertas electivas. También tenemos el Semestre Tec, donde la industria viene con un problema y los investigadores trabajan presentando reportes cada cierto tiempo.
—¿Se puede hacer vanguardia en la investigación? ¿Se puede competir con países como EEUU, Europa, China, India?
—Esa es una pregunta muy interesante que tenemos que hacernos cada vez. Como institución, invertimos bastante de nuestros fondos en la investigación y, al final del día, la pregunta que nos hacemos es: “¿Qué aportamos a la conversación?”. Es un aporte que viene de las fortalezas que tenemos, tanto individual como del entorno. Pensemos en nuestro campus de Guaymas, que queda en el Mar de Cortés. El puerto de Guaymas —un lugar que, por la biodiversidad, se ha identificado como el acuario del mundo, y donde el monzón lleva nubes hasta Arizona y el Colorado— ha cobrado una gran importancia como centro logístico de Ford, que tiene una planta cerca para enviar vehículos tanto a Norteamérica como a Sudamérica. La pregunta, entonces, es cómo hacer logística portuaria sustentable, cómo evitamos que impacte en el cambio climático. Ese lugar nos pone ante una conversación sumamente única.
—¿Es una mirada interdisciplinaria?
—Es todo un ecosistema interdisciplinario que abarca nuevas problemáticas. La meta de la universidad es la universalidad del conocimiento. Entonces, vuelvo a la pregunta que me hacías: en lugar de interrogarnos si podemos competir, hay que plantear qué podemos aportar. Hemos visto que muchas de las soluciones del Sur Global vienen del Norte Global. Tenemos que ver cómo contribuir soluciones del sur al sur. Es cierto que, si analizamos la inversión del PIB que se hace en investigación en Latinoamérica, aún tomando a Brasil, no estamos en los niveles que vemos de Europa, Norteamérica, en Asia. Por eso me gusta usar la palabra ingenio: cómo, con los recursos que tenemos, podemos aportar a esa conversación.
—¿Cómo se mide el avance, cómo se evalúa el trabajo del área de investigación?
—Es otra pregunta interesante. Creo que, si le preguntas a diez personas, vas a tener diez respuestas diferentes. Siempre hay que tomar en cuenta que la investigación es una exploración y, como tal, no tenemos seguridad en los resultados. Tenemos la aspiración de contribuir al conocimiento y crear impacto: dos cuestiones difíciles de medir. Entonces usamos aproximaciones. Una es ver cuántas publicaciones tenemos, porque eso es una manera de compartir nuestro conocimiento; por supuesto, hay algunas publicaciones son más relevantes que otras. Y en términos del impacto, a veces se mira a las empresas que hemos podido crear con nuestra propiedad intelectual o la transferencia de tecnología que hemos logrado. A veces se mide las regalías por el uso de la propiedad intelectual. Hay también indicadores cualitativos: el reconocimiento, por ejemplo. Que tus peers reconozcan tu labor. Están los premios. Y también los testimonios de ciertas empresas, de la comunidad. No hay métricas perfectas, pero con todos estos indicadores se puede justificar la inversión.