El V Seminario de Innovación Educativa de Ticmas, realizado en la Ciudad de México, reunió a especialistas en educación para reflexionar sobre los desafíos que enfrenta la alfabetización en la actualidad. Uno de los paneles centrales, titulado “La alfabetización o el encanto de las palabras”, contó con la participación de Alejandro Enríquez, director de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad La Salle, y Juan Alfonso Mejía López, profesor investigador de la Universidad Autónoma de Sinaloa y exsecretario de Educación Pública de ese estado.
Moderado por el Oscar Colorado de la Universidad Panamericana, el panel abordó cómo la alfabetización se ve afectada en distintos niveles educativos, la importancia de personalizar los modelos pedagógicos y las lecciones que dejó la pandemia en términos de adaptabilidad y aprendizaje.
Uno de los primeros temas fue el impacto de la pandemia en los estudiantes que hoy transitan los niveles medios y superiores. Alejandro Enríquez hizo hincapié en cómo el perfil de ingreso de los estudiantes universitarios cambió drásticamente tras la pandemia: “Hasta 2018, el perfil de ingreso de los estudiantes era más o menos homogéneo. Pero ahora, además de los problemas emocionales, hemos notado una diferencia sustantiva en las habilidades lectoras y de escritura. Les cuesta mucho más leer, especialmente textos complejos como los de filosofía, química o física, que requieren habilidades cognitivas avanzadas”.
Enríquez señaló que los estudiantes que cursaron la preparatoria entre 2019 y 2021 —durante el confinamiento— enfrentan rezagos significativos en habilidades básicas. Esto se debe, en gran medida, a la interrupción de las dinámicas de socialización y colaboración que, según él, son esenciales para el desarrollo educativo.
Por su parte, Juan Alfonso Mejía describió la pandemia como un fenómeno global que puso de rodillas a los sistemas educativos. A pesar de su magnitud, consideró que no se aprovechó como una oportunidad para replantear las bases del aprendizaje: “La pandemia era una gran oportunidad, pero terminamos dejando solos a los estudiantes, los jóvenes y sus profesores. Fue un momento para replantear las bases. Cuando fui secretario de Educación, les decía a los profesores: ‘Agarren el currículum y tírenlo’. ¿Cuál es la plataforma educativa por excelencia? El profesor’ Pero para ello, el docente necesita acompañamiento”.
Mejía también resaltó la creatividad de los maestros en este contexto: “De repente los profesores se volvieron youtubers, y las madres, sin dejar de lado todas sus responsabilidades, se transformaron en asesoras pedagógicas. Fue un esfuerzo heroico, pero no suficiente para resolver las limitaciones estructurales del sistema educativo”.
Nadie aprende con miedo
El moderador, Oscar Colorado, planteó una inquietud común entre los educadores: ¿cómo pueden los estudiantes universitarios enfrentarse a textos complejos si no han consolidado una alfabetización funcional desde etapas anteriores? Tanto Enríquez como Mejía coincidieron en que este problema tiene raíces profundas en los niveles básicos y medios del sistema educativo.
“Cada texto tiene su propia complejidad”, explicó Enríquez. “Si los estudiantes no adquieren habilidades lectoras avanzadas desde temprano, enfrentan serias dificultades en su vida académica. La pandemia no hizo más que agudizar estas brechas”. Mejía complementó señalando que aprender no es un acto meramente técnico, sino también emocional: “Aprender es una emoción, y nadie aprende con miedo. Necesitamos entornos donde los estudiantes se sientan seguros para explorar y desarrollar sus capacidades. Ese debería ser uno de los aprendizajes más importantes que nos dejó la pandemia”.
Un tema recurrente durante el panel fue la necesidad de transformar los modelos educativos tradicionales en sistemas más flexibles, que puedan adaptarse a las diferentes realidades geográficas, sociales y culturales del país. Enríquez subrayó que, para lograrlo, es indispensable comprender el sistema educativo como un conjunto interconectado de partes:
“Un sistema es un conjunto de partes que interactúan al unísono en busca de un objetivo común. Pero lo que vemos en nuestro sistema educativo es que no funciona así. Por ejemplo, en nuestra universidad tenemos licenciaturas en educación preescolar y primaria con estudiantes divididos entre dos planes de estudios distintos: el de 2018 y el de 2022. Cambiar enfoques constantemente, sin articularlos con materiales y estrategias, solo genera confusión y complicaciones”, dijo.
La flexibilidad no solo debe aplicarse a los contenidos, sino también a las metodologías, destacó Mejía. En su experiencia, las metodologías como el aprendizaje basado en proyectos pueden generar resultados transformadores: “Este enfoque permite aumentar el rendimiento escolar, pero también fomenta habilidades prácticas y relevantes para la vida cotidiana de los estudiantes”.
Una educación que levante barreras
Enríquez defendió la importancia de diseñar estrategias educativas que respondan a los intereses y contextos de los estudiantes. Según él, esto es clave para mantener su atención y vincularlos con el aprendizaje: “Invitemos a los jóvenes a escribir sobre las leyendas de sus comunidades o las tradiciones de su región. Si les pedimos que escriban sobre temas que no les interesan, perderán el vínculo con la realidad”.
Mejía coincidió con esta perspectiva y agregó que las barreras individuales de los estudiantes también deben ser consideradas: “El niño que llega tarde a la escuela no lo hace por gusto, sino porque enfrenta una barrera. La niña que dejó de ir, también. Detectar esas barreras es fundamental para construir aprendizajes significativos”.
Ambos panelistas insistieron en que un sistema educativo eficaz debe ser lo suficientemente flexible como para adaptarse tanto a los estudiantes como a los profesores y las comunidades en las que están inmersos.
Uno de los datos más alarmantes presentados por Mejía fue el alto índice de abandono escolar en México, especialmente en el nivel medio superior. Según él, el 66% de los jóvenes que abandonan la escuela lo hacen en primero de preparatoria: “Eso significa que de cada 100 jóvenes, apenas 56 terminan el nivel medio superior. Este es un problema estructural que afecta a toda la sociedad”.
Además, Mejía compartió una reflexión basada en datos de la OCDE: “Si lográramos que todos los jóvenes de secundaria alcanzaran el nivel mínimo de aprendizaje, nuestra economía podría crecer al doble. Pero seguimos obsesionados con los primeros lugares en evaluaciones internacionales, cuando deberíamos concentrarnos en que nadie quede atrás”.