Juan Ignacio Sánchez, del Tec de Monterrey: “Una organización sana es una organización que aprende”

El experto en Comportamiento Organizacional y Capital Humano dialogó con Ticmas para repensar los roles de instituciones y líderes en el marco de la educación y el mundo del trabajo

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Juan Ignacio Sánchez
Juan Ignacio Sánchez

En una entrevista por videollamada, el prestigioso Dr. Juan Ignacio Sánchez, especialista en psicología organizacional y en gestión de talento humano, conversó con Ticmas sobre la educación como organización inserta en un mundo de otras instituciones.

Sánchez es un académico eminente en el Departamento de Liderazgo y Gestión Global (GLaM, por sus siglas en inglés) de la Universidad Internacional de Florida. Además de ser reconocido por sus conferencias internacionales y sus trabajos organizacionales en salud y gestión para el gobierno de Estados Unidos. Actualmente se incorporó al Tecnológico de Monterrey como Profesor Visitante Distinguido en Comportamiento Organizacional y Capital Humano para la Escuela de Negocios y EGADE Business School.

¿Cómo se plantea una estructura organizacional que pueda sostener la tradición educativa, pero que también pueda tener una actitud de vanguardia o de innovación educativa?

—La pregunta es muy interesante porque es aplicable a cualquier institución educativa o a cualquiera de otra industria. Quizá el desafío más importante que tenemos en nuestra área de Capital Humano, de psicología organizacional es que todas las organizaciones tienen una estrategia que es una fórmula que llamamos ventaja competitiva. Es decir, saben hacer algo: un producto o un servicio mejor que la competencia y eso es lo que las define y lo que hace que tengan éxito. El desafío nuestro es cómo traducimos esa estrategia de negocios, incluso en una organización educativa como el Tec; cómo la traducimos a las personas. Es decir, qué tienen que hacer diferente las personas, en base a esa estrategia para tener éxito. La cuestión de la innovación y el cambio constante tiene que ver con que la gente entienda bien qué es lo que tienen que hacer, qué tipo de actitudes tienen que tener, qué tipo de conductas tienen que llevar a cabo.

Juan Ignacio Sánchez
Juan Ignacio Sánchez

¿Qué le pide hoy un estudiante o un profesional a una institución o una compañía?

—Quizá sea la misma tendencia, pero aún más agudizada en el ámbito de la educación. Lo que se requiere hoy en día es flexibilidad, agilidad, disposición para aprender cosas nuevas. El Tec está experimentando con la introducción, por ejemplo, de la realidad virtual y con hacer streaming de profesores en forma de holograma. Eso era impensable hace cuarenta años. No es una cuestión de aptitud más que una cuestión de actitud. Uno tiene que tener una actitud positiva hacia todos esos cambios. Hay tantas nuevas tecnologías, hay tantas nuevas formas de hacer cosas que ya no hay un solo modo de hacer algo, sino que hay muchos modos. Entonces uno tiene que elegir la tecnología, la combinación de tecnología que a uno le viene mejor y que le permite hacer mejor el trabajo.

¿Qué características tiene una organización “sana”?

—Este es un tema muy importante y lamentablemente no se habla mucho de él. Una organización sana es una organización que, como dicen en inglés, es una learning organization; una organización que aprende. Y para aprender, tú tienes que ser sincero contigo mismo y con la gente. Todas las organizaciones, todas las personas cometemos errores, excesos, faltas. Para ser una organización sana uno tiene que hablar de esos errores, examinarlos, diseccionarlos, pensar sobre ellos. Eso no se da en todos los lugares; hay lugares en los que solamente se habla de lo que ha salido bien ¿no? Y de lo que ha salido mal no se habla: se oculta, se barre debajo de la mesa. Se pretende que no existió, que eso nunca existió, que todo salió bien y que todos somos perfectos. Para mí, una organización sana es una organización sincera. Lo difícil de la learning organization es cómo analizamos nuestros propios fracasos y los de los demás de una forma que no hiera a la gente. Entendiendo sobre todo que cuando hacemos eso, cuando diseccionamos las cosas que no han salido bien y también los éxitos, la oportunidad de aprender es inmensa. Pero si lo ocultamos y no decimos nada y nos callamos la boca y todos seguimos adelante como si nada hubiera pasado, pues nos estamos privando de esa oportunidad de aprender.

Un jefe y un profesor son figuras de autoridad: ¿cómo son “sanos” ellos?

—Esa es una pregunta muy interesante. Pues enlazando un poco con la respuesta anterior, estamos hablando de dos figuras de autoridad que comparten instrucciones o conocimientos. Para que sean sanos, tanto el jefe como el instructor deben entender que su autoridad no es discutible. Seguro que has oído alguna vez que el jefe dice: “A ti no te pagan por tomar decisiones, no me interesan tus opiniones”. Esa respuesta no es sana. Responde a una actitud de inseguridad del jefe. En un punto lo que muestra es que no sabe si está capacitado para el puesto y en cada conversación con sus empleados aparece el miedo a que lo desafíen, a que cuestionen su autoridad. El mejor jefe, igual que el mejor profesor, no es el que tiene las mejores respuestas, es el que tiene las mejores preguntas. La función, el papel del profesor y del jefe, es pues diseñar los procedimientos que son más adecuados, más efectivos, para aprender o para funcionar. Y uno no tiene todas las respuestas. Cuando escuchas a la gente, cuando adquieres más información, ahí sí estás en una posición de diseñar respuestas.

¿Y si lo planteamos desde el alumno? A todos nos cuesta recibir las malas críticas o los errores, pero básicamente la tarea de un estudiante es en aprender a reconocer los errores.

—Es interesante que estamos hablando de esto porque no está de moda. De alguna forma, a las generaciones nuevas las hemos mimado de más. La gente se preocupa más en que hay que proteger su autoestima, hay que asegurarse de que la persona no se cuestione a sí misma, etcétera. El tema del respeto es muy importante porque tenemos que saber que, si alguien comete un error o hace algo de una forma que no es la adecuada, tenemos que comunicárselo respetuosa y sinceramente, de tal manera que entienda que nuestra sinceridad está destinada a ayudarles, que no está destinada a herirlo. Pasa que en nuestros países, en nuestra cultura, venimos de una tradición muchas veces autoritaria en educación. “El profesor es el que tiene la razón”. Y eso es un error también, como lo decíamos antes del jefe. Yo creo que el desafío más importante es cómo desarrollar un lenguaje crítico que le comunique a los estudiantes una incertidumbre acerca de cómo están haciendo las cosas. Y, de esa forma, impulsarles a que ellos mejoren. Sin que se sientan insultados, sin que se sientan ofendidos.

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