El Proyecto Australia es un espacio donde el arte, la investigación y la educación se cruzan en una experiencia única. La propuesta se aleja de la mirada tradicional: aquí, el arte no está entendido como una obra que se contempla, sino como un proceso vivo, abierto y compartido. La iniciativa está liderada por las curadoras Silvina Martínez y Cristina Alonso y pone a los participantes en el centro de ese proceso, invitándolos a ser parte activa y no meros espectadores.
Desde el comienzo, Australia ha trabajado con la premisa de que el arte es un territorio ideal para hacer preguntas. No se trata de una investigación en el sentido académico tradicional, sino de un tipo de investigación artística, donde la experimentación y la creación se vuelven caminos para explorar el mundo. “Cuando nos referimos a la investigación artística planteamos que trabajamos con artistas investigadores”, explica Martínez. “No con aquellos que pintan un paisaje, sino con los artistas que recorren un camino de investigación que muchas veces no acaba en una única obra”. Australia abre ese camino, visibiliza el proceso creativo que suele quedar oculto detrás de la obra terminada, para que otros puedan sumarse y transitarlo.
El objetivo busca acercar ese proceso a las niñeces y adolescencias, proponiéndoles una forma diferente de habitar el arte. Un enfoque que, según Martínez, permite que “salgan del lugar de espectadores pasivos y tengan una experiencia de arte contemporáneo como protagonistas, como productores del hecho artístico”. En este sentido, la educación artística se convierte en un espacio de acción, donde la creatividad y la percepción se amplían. El arte se vuelve, de esta manera, una herramienta para aprender a preguntar, a dudar, a equivocarse y, sobre todo, a encontrar nuevos caminos.
Uno de los programas más destacados es “Los Perceptómetros”, un laboratorio de investigación que tiene como eje central la expansión de la capacidad perceptiva de los niños. Esta propuesta se desarrolla a través de fanzines diseñados para acompañar a los estudiantes en su exploración artística. Cada fanzine contiene actividades que los invitan a preguntarse cómo perciben el mundo, a desafiar las respuestas fáciles y a descubrir nuevas maneras de ver la realidad. Para Silvina, “es difícil detectar todos esos procesos en la obra final, pero en el proceso de creación se desarrollan conexiones inesperadas, pensamiento divergente, y se capitalizan los errores”. Lo que propone Australia, en definitiva, es una forma de educación que valora el proceso tanto o más que el resultado.
El desafío de este tipo de educación es romper con los esquemas tradicionales. En un sistema donde se premia la respuesta rápida y el camino directo, Australia invita a tomarse el tiempo para pensar, para dudar y para equivocarse. “Estamos formateados para encontrar el camino más recto, y ese camino recto es único”, advierte Silvina. En contraposición, el arte ofrece un espacio donde no hay un único camino, donde la exploración es parte fundamental del aprendizaje. Los Perceptómetros, entonces, se presentan como una forma de invitar a los niños a ampliar su percepción y a cuestionar las formas establecidas de entender el mundo.
Cristina también hace hincapié en este aspecto, subrayando que lo que les interesa es el valor del proceso, más que el de la obra terminada. “Nos hemos olvidado de toda la transferencia de ese conocimiento, del valor metodológico y sistemático de ese proceso de creación”, explica. Este enfoque no solo desafía la forma en que se concibe el arte, sino también cómo se enseña. Para Cristina, el arte no debería ser algo reservado a unos pocos, ni tampoco un producto final que se consume sin más. Lo interesante está en la capacidad del arte para generar nuevas preguntas y abrir nuevos caminos, algo que resulta fundamental en un mundo que parece cada vez más cerrado en respuestas rápidas y definitivas.
Otro de los dispositivos de Australia es “Mirar y Mirar de Vuelta”, una experiencia escénica pensada para adolescentes y adultos. A diferencia de Los Perceptómetros, este proyecto se desarrolla en un espacio escénico y propone un recorrido por cuatro estaciones, donde los participantes son invitados a interactuar con el arte de una forma inmersiva. Cada estación plantea una pregunta central: ¿qué nos mueve? ¿cómo construimos la memoria? ¿qué hay de planta en nosotros? Las respuestas no son evidentes ni cerradas; al contrario, lo que busca el dispositivo es que cada persona encuentre sus propias preguntas y que el arte sirva como un motor para ese proceso. “La idea es irse con las preguntas, sentir que puede haber múltiples caminos”, dice Cristina.
En este sentido, “Mirar y Mirar de Vuelta” retoma el espíritu participativo que atraviesa todo el trabajo de Australia. Para las curadoras, es fundamental que los participantes se involucren activamente, que no se limiten a observar, sino que se conviertan en protagonistas de la experiencia. “La figura del facilitador es clave en este proceso”, explica Cristina. El facilitador no es un guía tradicional, sino alguien que acompaña el proceso sin imponer una interpretación. “Es alguien que activa el dispositivo, que lo inicia, pero que después suelta”. De este modo, se crea un espacio donde cada participante puede explorar el arte de manera libre, sin la presión de encontrar una respuesta correcta o seguir un camino predeterminado.
La metodología de Australia no solo se diferencia de los modelos educativos tradicionales, sino también de las expectativas políticas o económicas que suelen tener las instituciones culturales. Según las curadoras, muchas veces las instituciones esperan recibir propuestas cerradas, con un guion y una ficha técnica, pero Australia plantea una forma de trabajo más abierta y experimental. Esta forma de trabajar permite que el arte se convierta en un espacio de experimentación constante, donde las preguntas son tan importantes como las respuestas.
A lo largo de su trayectoria, Australia ha logrado consolidarse como un espacio donde la educación artística no se limita a enseñar técnicas o a contemplar obras, sino que se convierte en una forma de habitar el mundo. Para las curadoras, el arte tiene un potencial transformador que puede y debe ser aprovechado en las primeras etapas de la educación. “Nos interesa esa activación donde te queda la pregunta dudando. A cada uno le va a resonar de manera diferente”, afirma Silvina. Este enfoque se traduce en dispositivos como Los Perceptómetros y Mirar y Mirar de Vuelta, donde los participantes son invitados a cuestionar lo que ven, a experimentar con nuevas formas de percepción y a encontrar sus propias respuestas.
El carácter itinerante de estos dispositivos es otro de los aspectos que los hace únicos. Cada uno de los proyectos de Australia se adapta al lugar donde se presenta, trabajando con artistas locales que activan el dispositivo en cada contexto. “Lo que circula es el dispositivo activado por artistas locales en cada lugar donde va”, explica Cristina. Este enfoque no solo permite que el proyecto se expanda a diferentes geografías, sino que también favorece la colaboración y el intercambio entre los artistas y las comunidades donde se presenta. En cada lugar, el dispositivo toma una nueva forma, adaptándose a las particularidades de cada contexto y generando nuevas experiencias.
El impacto de estos proyectos en el ámbito educativo es significativo. Al proponer una forma de aprendizaje basada en la experimentación y la creatividad, Australia ofrece una alternativa a los modelos tradicionales de enseñanza, que tienden a privilegiar las respuestas rápidas y el pensamiento lineal. Para las curadoras, es fundamental que los niños y adolescentes aprendan a formular preguntas y a explorar diferentes posibilidades antes de llegar a una conclusión. “El arte contemporáneo activa sin subrayar. Y eso es lo que nos interesa”, subraya Silvina. En este sentido, el proyecto se propone como un espacio de aprendizaje abierto, donde los errores y las dudas son parte fundamental del proceso.
La apuesta de Australia por una educación artística basada en la experimentación y la creación colectiva ha logrado resonar en diferentes ámbitos. A través de sus proyectos, el equipo ha logrado construir un espacio donde el arte no es solo una forma de expresión, sino también una herramienta para aprender a pensar de manera crítica y creativa. “El hecho de que Australia abra con un espacio taller, de espacio de residencia, va a permitir también que no seamos nosotras solo propositivas en la activación, sino también en la escucha”, anticipa Cristina. Con esta apertura hacia el futuro, Australia sigue expandiendo sus horizontes, buscando nuevas formas de habitar el arte y la educación.
El entusiasmo por este proyecto radica en la forma en que logra conectar a las personas con el arte desde un lugar activo y participativo. En un mundo donde muchas veces se privilegia el consumo rápido y superficial de la cultura, Australia ofrece un espacio donde el arte se vive como una experiencia transformadora. Los participantes, ya sean niños, adolescentes o adultos, no son simples espectadores; son parte de un proceso creativo que los invita a explorar, a dudar y a encontrar nuevas preguntas. Y en ese proceso, el arte deja de ser algo lejano o inaccesible, para convertirse en una herramienta poderosa de aprendizaje y transformación.