“¿Qué pasaría si los viajes escolares para visitar museos locales se extendieran a conocer cualquier lugar al otro lado del globo, como la Ópera de Sídney, el desierto del Sahara o incluso adentrarse en una secuencia de ADN que combate enfermedades? Los viajes virtuales permiten recorrer diferentes destinos e impregnarse de diversas culturas a nivel mundial desde un salón de clases. Esta forma de aprendizaje logra acortar distancias, pero también navegar por temáticas complejas, como estudiar el interior del cuerpo humano.”
Así comienza un artículo de Nohemí Vilchis, publicado en el Observatorio del Instituto para el Futuro de la Educación del Tecnológico de Monterrey, que explora el impacto transformador de los viajes virtuales en la enseñanza. A través de la realidad virtual y la realidad aumentada, los estudiantes pueden recorrer monumentos históricos, sumergirse en océanos inexplorados o presenciar eventos que marcaron el curso de la historia. Esta nueva modalidad educativa no se limita a replicar las excursiones tradicionales, sino que extiende sus posibilidades a áreas del conocimiento que serían imposibles de explorar físicamente, como el estudio de galaxias o el funcionamiento de órganos humanos.
Una de las mayores ventajas de esta clase de viajes es que permiten a los alumnos acceder a una misma experiencia las veces que sean necesarias. A diferencia de una excursión tradicional, donde los estudiantes deben absorber todo el contenido en una sola visita, los recorridos digitales pueden repetirse y adaptarse a diferentes ritmos de aprendizaje. Esto no solo facilita una comprensión más profunda, sino que también permite que los docentes ajusten el enfoque según las necesidades de cada clase. Un recorrido por una ciudad antigua, por ejemplo, puede revisarse con énfasis en la arquitectura en una sesión y luego con foco en la vida cotidiana de sus habitantes en otra.
Vilchis también destaca cómo los viajes virtuales promueven la inclusión en el aula. En muchos contextos, no todos los estudiantes tienen acceso a las mismas oportunidades de aprendizaje fuera de la escuela, ya sea por limitaciones económicas, geográficas o físicas. Las herramientas digitales eliminan esas barreras, ofreciendo experiencias educativas que están al alcance de todos, independientemente de su situación. Esto cobra especial relevancia en tiempos en que la equidad educativa es un tema clave en la agenda escolar. Además, los viajes virtuales permiten que los alumnos puedan verse representados en el contenido que estudian, explorando no solo sitios históricos universales, sino también aquellos que reflejan su propia cultura y herencia.
El potencial educativo de estas experiencias va más allá de la simple transmisión de conocimientos. Los viajes virtuales también desarrollan habilidades clave para enfrentar problemas del mundo real. La observación, el análisis crítico y la capacidad de resolución de problemas se fortalecen al interactuar con entornos virtuales que requieren interpretación y toma de decisiones en tiempo real. Esta interactividad transforma al alumno en un participante activo del aprendizaje, en lugar de un receptor pasivo, lo que genera mayor motivación y compromiso.
Uno de los momentos en los que los viajes virtuales mostraron su valor de manera más clara fue durante la pandemia de COVID-19. Ante la imposibilidad de realizar excursiones físicas y con los estudiantes confinados en sus hogares, hubo plataformas que ofrecían acceso gratuito a museos, parques nacionales y sitios históricos de todo el mundo. Esta capacidad de “viajar” sin moverse de casa permitió que los alumnos mantuvieran viva su curiosidad y siguieran explorando el mundo, a pesar de las restricciones de movilidad. Sin embargo, como menciona Vilchis, el verdadero desafío es que estas herramientas no se limiten a situaciones excepcionales, sino que se integren de manera regular en los programas educativos.
Los docentes también pueden beneficiarse de la flexibilidad que brindan estas tecnologías. Pueden diseñar sus propios recorridos virtuales, adaptando las experiencias a los objetivos específicos de su currículum. Esta personalización es una de las características más destacadas de los viajes virtuales, ya que permite crear lecciones únicas y dinámicas. Un docente de historia puede guiar a sus alumnos a través de una reconstrucción virtual de una batalla importante, mientras que uno de ciencias puede sumergirlos en un ecosistema marino para estudiar la biodiversidad. Las posibilidades son infinitas y, según Vilchis, la clave está en saber cómo utilizar estos recursos de manera efectiva.
Pero, a pesar de todas sus ventajas, el uso efectivo de los viajes virtuales en la educación requiere planificación y preparación por parte de los docentes. La tecnología, por sí sola, no garantiza un aprendizaje significativo. Es fundamental que las excursiones virtuales se integren de manera coherente con los objetivos del curso y que estén acompañadas de actividades que fomenten la reflexión y el análisis crítico. Solo así se podrá aprovechar al máximo el potencial educativo que ofrecen estas herramientas.
Los viajes virtuales no son un simple reemplazo de las excursiones físicas, sino una expansión del horizonte educativo. Permiten a los estudiantes experimentar el mundo de una manera que antes era impensable, ofreciendo acceso a conocimientos y habilidades que trascienden las limitaciones del aula tradicional.