Con su libro Yo soy así (Editorial Bonum), la psicóloga Sol Rivera invita a los lectores a realizar un viaje introspectivo hacia la autoconciencia. A través de su experiencia en neurociencias y psicología sistémica, Rivera plantea preguntas profundas sobre las decisiones que tomamos en nuestra vida diaria y cómo podemos rediseñar nuestra existencia de manera consciente. En esta entrevista, Sol Rivera aborda el proceso de autoanálisis, el concepto de “brecha” entre quien somos y quien deseamos ser, y la importancia de los procesos sobre los resultados en el camino del desarrollo personal.
—¿Cómo se tiene que leer un libro como el tuyo? ¿Es un libro de autoanálisis?
—En desarrollo personal. Y desarrollo personal implica varias aristas. Yo soy así te invita a hacer un recorrido por tu vida. De hecho, lo digo en el prólogo, es como si estuvieras sobrevolando tu vida. El desafío es salir del piloto automático, poner pausa y mirar de manera más consciente esa línea cronológica llamada vida que fuimos trazando momento a momento. Podemos volver a mirarla para que nuestro pasado tome un nuevo sentido, pisar de manera distinta nuestro presente y diseñar nuestro futuro.
—En el libro usás una palabra, “brecha”, que separa quien uno es de quien quiere ser. ¿Cómo se hace para acortar la brecha?
—Cuando nos ponemos a pensar en nuestro pasado, en quiénes éramos hace diez, veinte años, en quiénes éramos de niños, posiblemente encontremos que somos muy distintos a quienes estamos siendo hoy. Pero hay algo, que es la conciencia de “mismidad”, que se sostiene. Yo soy yo: me reconozco siendo de maneras distintas. Esto, que ocurre naturalmente, lo podemos trabajar de manera voluntaria. No significa, claro, que desde un pensamiento mágico voy a pensar algo y lo voy a lograr. Requiere un montón de eslabones, como la responsabilidad, el compromiso, discernir cuándo debo aceptar algo que excede mi campo de acción y cuándo hacerme cargo de lo que sí puedo influir. Y transformarse implica, primero, una nueva relación conmigo mismo.
—En la brecha entre quien soy y quien quiero ser, ¿está también lo que ve el otro? ¿Cómo influye esa mirada ajena?
—Somos seres sociales. Desde bebés, nuestra vida dependía de un otro para sobrevivir. Fuimos construyendo quiénes somos hoy a partir de eso. Cada persona y cada referente que estuvo ahí influyó en la creencia de quién soy. La pregunta “¿Quién soy?” tiene una respuesta subjetiva según esas creencias. Que nos influyan no significa que nos determinen. Tanto en mí como en los demás hay una resistencia natural a que las cosas cambien, porque es el terreno de lo conocido, la zona de confort. El cerebro se relaja con lo conocido. El otro puede cambiar, pero yo lo sigo viendo de la misma manera porque no acepto su transformación. Lo mismo nos pasa a nosotros mismos. Si no estamos dispuestos a atravesar la demora que implica el cambio y la resistencia, posiblemente ese cambio no se sostenga a largo plazo.
—¿Cómo es el trabajo cuando te das cuenta de que necesitás un cambio?
—Primero hay que darse cuenta, y parece algo simple, pero tenemos la capacidad de mentirnos todo el tiempo. “Eso que deseo tanto, en realidad no lo quiero”. Nos conversamos a nosotros mismos para seguir en el mismo lugar y hasta encontramos beneficios en la situación que padecemos y de la que sentimos que no podemos salir. Esto se ve muy claro en las adicciones. El primer paso es tener la capacidad de verlo, de registrarlo. Eso ya nos pone en un lugar de responsabilidad. Y responsabilidad no es lo mismo que culpabilidad. Tiene que ver con cuánto de lo que está ocurriendo soy capaz de responder. Cuando puedo tomar registro de lo que está pasando, comienza el compromiso con el proceso más que con el resultado.
—¿Qué significa?
—Muchas veces, sobre todo en la cultura occidental, nuestro foco está en el resultado antes que en el proceso. Cuanto más corto sea, mejor. Hacemos mucho foco en la acción para alcanzar el resultado, y no en nuestro propio proceso de transformación. Si se logró el resultado que esperaba, genial, porque viene de todo lo que di. Pero, si no se logró, no me arrepiento, porque quería vivir el proceso, el “partido”. Ahora tengo nueva información que me transforma para la próxima vez, para la revancha o para modificar el resultado e ir por nuevos horizontes.
—En general, las propuestas de autoayuda ponen la responsabilidad —y la culpa— en la persona. En tus respuestas, la responsabilidad es solo una parte.
—Completamente. Yo me considero una profesional ecléctica. Para opinar de algo, se requieren muchos saberes y perspectivas. El error del ortodoxo, sea cual sea la mirada, es mostrar una sola arista como si fuera la única. Cuando vemos cómo nos construimos y cómo el cerebro se desarrolla hasta el último día de nuestras vidas, creo que podemos equilibrar aceptación y cambio. Es necesario aceptar aquello que no está bajo nuestra decisión y, a la vez, trabajar en lo que sí está en nuestras manos.
—Hablabas sobre proceso y resultado. Si los resultados no fueron buenos, uno sigue jugando. Pero ¿qué pasa si los resultados son buenos? ¿Cómo te das cuenta de que necesitás cambiar?
—Es una buena pregunta. Los seres humanos somos seres deseantes. Tener un buen resultado no significa que nos quedemos en esa satisfacción. De hecho, el resultado no nos da felicidad. Puede generar placer, bienestar o disfrute, pero el bienestar a largo plazo tiene que ver con los procesos. Celebremos y reconozcamos quiénes somos, pero como seres deseantes, vamos a empezar a desear otra cosa. Siempre, como decía Viktor Frankl, vamos a tener una libertad última: la actitud que tomamos frente a lo que nos sucede. Esa actitud determina cómo lo vivimos más que lo que sucede en sí. La pregunta es qué caminos queremos transitar en nuestra vida. Ese es el desafío más grande, mucho más que los resultados que esperamos, porque a esos resultados vamos a llegar a través de esos caminos.