En la provincia de Neuquén, hay cientos —miles— de personas que arrastran una deuda educativa que las aleja de oportunidades laborales y sociales. La falta de un título, especialmente el primario, limita el acceso a un futuro con mayores posibilidades. Ante esta situación, la Dirección de Educación para Jóvenes y Adultos trabaja de manera constante para recuperar a aquellos estudiantes que quedaron fuera del sistema.
Claudio Gómez, director general de esta modalidad en la provincia, junto a Diana Alegre, abogada de la Dirección, y la asesora Gabriela Aravena comparten en esta entrevista con Ticmas los desafíos y logros que implica educar a personas en situaciones vulnerables, muchas veces marginadas por el sistema tradicional. Entre los temas principales que abordan, destacan la flexibilidad de la modalidad, la creciente matrícula de estudiantes con discapacidad, y la importancia de ofrecer una formación que les permita mejorar su calidad de vida.
“Nosotros siempre decimos que, aunque no es una modalidad obligatoria, es obligatoria la deuda que tiene el Estado con un derecho vulnerado”, dice Claudio Gómez. La problemática no se limita solo a quienes no han completado la escuela primaria, sino que incluye a un grupo creciente de personas con discapacidad, quienes enfrentan un proceso educativo más complejo. “A diferencia de la escuela ‘normal’, entre comillas, donde hay grados y cursos, nosotros tenemos tres ciclos, y los ciclos se van adaptando a las trayectorias posibles de cada estudiante. Pueden completar los ciclos en un año, tres o incluso diez, según sus posibilidades”, añade Gómez.
—¿Qué determina la duración? ¿Por qué pueden tomarles diez años?
—Porque a lo mejor hizo la primaria hace treinta años y puede que le lleve más tiempo volver a tomar el hábito del estudio y entender un montón de cosas. A lo mejor, para una persona que no está alfabetizada, no le alcanza un año, necesita más.
Una escuela que sale en busca de sus estudiantes
Son unas 3.000 personas las que estudian con esta modalidad. Sin embargo, Gómez aclara que el número debería ser más grande, ya que aún hay muchos jóvenes que no fueron captados por el sistema. “No hace falta dar muchas vueltas. Uno se para en el semáforo de una esquina y ve adolescentes que están limpiando un parabrisas que deberían estar estudiando”, dice. “Tendrían que estar estudiando y no en la calle”, dice Diana Alegre.
Existen escuelas y nucleamientos distribuidos en toda la provincia. Y, como en ciertas zonas rurales, las condiciones climáticas pueden dificultar el acceso a la educación, en algunas áreas se implementan ciclos que van de septiembre a mayo. A diferencia de las escuelas tradicionales, que tienen edificios propios, la Dirección sale a buscar a sus estudiantes y las clases se toman en espacios que se adaptan específicamente para ellos: escuelas a contraturno, lugares cedidos por la Iglesia o comisiones vecinales. “Hay más de 40 convenios”, dice Diana Alegre, “y cuando las directoras y las supervisoras detectan la necesidad, buscamos dónde podamos dar clases, siempre verificando que cumplan con las condiciones de seguridad e higiene”.
—Sin desmerecer otras modalidades —dice Gómez —lo que descubrí en Jóvenes y Adultos es que el docente va donde están los estudiantes. La motivación es mucho más profunda.
—En el interior hemos tenido historias de docentes que van a las casas —dice Gabriela Aravena—. En Macho Negro, por ejemplo, hay un docente que va casa por casa: lleva materiales, explica, hace un trabajo personalizado.
—Ese tipo de compromiso es notable —dice Gómez.
—¿Cuántos alumnos se reciben por aula?
—La cantidad de matrícula por aula está reglamentada por la ley nacional —dice Claudio Gómez—. Son 15 alumnos como máximo en áreas urbanas y 12 de media. En la ruralidad, 12 como máximo y 8 de media. La media es porque el joven adulto no es el niño que va a la escuela todos los días porque lo llevan. Si hay más de 15, se abre otro cargo.
—¿Las clases son todos los días?
—Sí —dice Claudio Gómez—. En la zona rural es más complejo por las distancias y el clima, pero se trata de mantener la continuidad
—Y se buscan otras alternativas —dice Gabriela Aravena—. Se dejan cuadernillos en ciertos lugares para que los vayan a buscar. La idea de esta modalidad de la educación es buscar la forma para que esa persona pueda culminar sus estudios primarios.
—Y también es una ayuda para las docentes —dice Diana Alegre— porque les da ideas para que una persona grande, que no tiene la primaria y viene con una historia complicada, pueda aprender.
—La pandemia nos hizo reinventar la educación en todos los niveles —Aravena.
—Y la conectividad fue clave —Alegre.
Un título siempre abre puertas
Uno de los logros de esta modalidad es la posibilidad de articular la educación primaria con una formación profesional. En el tercer ciclo, los estudiantes no solo obtienen la certificación de la primaria, sino también una capacitación laboral que les permite acceder a mejores oportunidades de empleo. Diana Alegre menciona que este proceso se está implementando en varias zonas, como en la zona Sur con la Asociación Civil María Auxiliadora: “Ya salen con la doble certificación: primaria completa y un oficio”.
Por otro lado, hay un gran desafío en recuperar a los más jóvenes, que dejaron la escuela antes de tiempo. Su situación es particularmente delicada: “Nos pusimos como objetivo volver a incluir a ese grupo”, dice Gómez, “porque hay muchas situaciones que hacen que un chico de 14, 15 o 16 años no haya terminado la primaria”. Los adolescentes suelen venir con historias de frustración y necesitan un acompañamiento especial porque muchas veces corre subterránea una vergüenza que les cuesta cursar a una edad mayor lo que sus amigos hicieron a las 11 o 12 años.
La modalidad también ha visto un aumento significativo en la matrícula de estudiantes con discapacidad, lo que ha llevado a la creación de un equipo técnico especializado que trabaja en las escuelas para desarrollar estrategias específicas para este grupo.
Finalmente, uno de los grandes temas pendientes en la educación de jóvenes y adultos es el pase al nivel secundario. Aunque la mayoría de los estudiantes obtienen una capacitación laboral al terminar la primaria, son pocos los que continúan sus estudios secundarios.
—Muchos estudiantes están trabajando y se les exige que terminen la primaria para seguir —dice Aravena.
—Las municipalidades —dice Alegre— nos piden que terminen la primaria, y ahora están haciendo hincapié en el secundario.
—De todas maneras, la mayoría se inserta en el mundo laboral con el título primario —dice Gómez—. Pero es una deuda pendiente el pase al secundario; no son muchos los que lo logran, y tenemos que trabajar en eso.