Pergamino enfrenta desafíos profundos en materia educativa, especialmente en los barrios más vulnerables, donde la alfabetización básica y el pensamiento lógico-matemático se han convertido en barreras para la integración social. Aunque la ciudad ha avanzado en la implementación de programas de alfabetización digital, las dificultades en la lectura y escritura tradicional revelan un problema estructural que afecta a una porción importante de la población infantil y adolescente.
Aurelia Furnari, concejal de Pergamino y referente en políticas educativas, asumió un rol para estar al frente de la transformación de los aprendizajes. Su gestión ha puesto en marcha diversas iniciativas que van desde la implementación de programas de alfabetización y comprensión lectora hasta otros más sofisticados, que integran ciencia, tecnología y alfabetización, con el objetivo de reducir la brecha educativa y fomentar el desarrollo de nuevas vocaciones vinculadas a la economía del conocimiento.
En esta entrevista, Furnari detalla los avances y obstáculos de los programas de alfabetización y formación tecnológica en Pergamino. Además, señala cómo estas políticas buscan no solo mejorar el acceso al conocimiento, sino también retener a los jóvenes talentos en la ciudad, alineando la educación con las demandas del mercado laboral actual.
—¿Qué es Pergamino Ciudad del Conocimiento?
—Es una política pública que tiene como objetivo fomentar vocaciones científicas y tecnológicas que puedan nutrir a un nuevo sector de la economía, que es el que está creciendo y que aporta mayor espacio para el empleo y la exportación, y es el de las industrias de la economía del conocimiento. A partir de ahí es que empezamos a trabajar en el diseño de un nuevo espacio en la ciudad de Ciencia, Tecnología e Innovación en un galpón recuperado del ferrocarril. Pero, cuando empezábamos con el diseño de la política pública, vimos que en Pergamino ya se habían implementado dos programas que tenían cierta tradición y trayectoria, con objetivos más o menos parecidos: el Club Social de Innovación y los Puntos Clickeados, que son puntos digitales con el objetivo de alfabetización digital. Entonces, al nuevo espacio lo integramos con estos con los dos proyectos trabajando en una propuesta común.
—¿Cómo es el trabajo en el espacio de Ciencia y Tecnología?
—En el Club Social de Innovación había talleres de programación, robótica y videojuegos. Cuando empezamos a interactuar con ese programa vimos que los talleres eran siempre los mismos: los chicos solo tenían una oferta de taller. Entonces, lo primero que hicimos fue revisar la propuesta y, en segundo lugar, trabajar las temáticas de programación, robótica y videojuegos en tres distintos niveles para que, aquellos que los cumplan, empiecen a trabajar por proyectos.
—¿Cómo se vinculan estos proyectos con la problemática de la alfabetización?
—Los puntos digitales funcionan en dos barrios periféricos de la ciudad. Pero cuando empezamos a trabajar en la propuesta de programación y robótica, nos dimos cuenta que no podíamos avanzar con los chicos de esos espacios, porque venían con dificultades previas vinculadas a alfabetización y al pensamiento lógico matemático. Ahí decidimos hacer un stop y ver qué estaba pasando. En esa instancia, en uno de los barrios evaluamos a 53 chicos y nos encontramos con que 50 eran analfabetos escolarizados; todos con algunos casos bastante complicados. Había un chico que estaba en segundo año —14 años—, era analfabeto y nunca había repetido de año.
—Pero eso es… ¿Cómo los docentes no lo vieron?
—Cuando empecé a contar en el Concejo lo que veíamos, no podían creer que eso estuviese pasando a quince cuadras de donde estábamos trabajando. En ese momento fue cuando decidimos empezar a trabajar fundamentalmente en alfabetización. También en matemática, pero lo que necesitábamos primero era trabajar en temas de alfabetización. El barrio se había desarrollado con una complejidad bastante particular en términos de venta y consumo de drogas, y, por ser un asentamiento nuevo, no había dispositivos municipales hasta que llegamos nosotros. En el otro barrio, que, si bien era barrio humilde, leían y escribían, pero no comprendían textos, entonces ahí implementamos la plataforma de comprensión lectora de Ticmas. Y, además, muy generosamente nos habilitaron la plataforma de alfabetización para los chicos con dificultad, que estamos implementando de manera grupal como apoyo a los docentes en sus clases. Son actividades muy dinámicas y atractivas, que le sirven al docente, pero fundamentalmente a los chicos.
—¿Están trabajando con un programa de aprendizaje socioemocional?
—Sí. En uno de los barrios notábamos una población muy violenta. La verdad es que los equipos tienen un compromiso enorme con esos chicos y hace ya bastante tiempo vienen trabajando el tema de emociones. Lo trabajaban los lunes, después del fin de semana, donde preguntaban cómo se habían sentido e intentaban identificar esas emociones. Con un nuevo programa, en el que también se usa una plataforma de Ticmas, incorporamos los miércoles. Fuimos notando muchísimos avances desde el punto de vista del respeto entre ellos y con los docentes. También se trabajaron cuestiones de ansiedad y de resolución de conflictos entre ellos. Estamos notando un avance enorme. La verdad que las tres plataformas nos están ayudando muchísimo en lo que estamos implementando.
—¿Pudieron hacer ya una primera, un primer análisis?
—Sí, y vemos que la evolución no es solo hacia dentro del programa, sino que, en las escuelas, los docentes nos manifiestan que han tenido una mejora global. Y lo que nos produce mucha más satisfacción aún es que vienen los padres contentos porque recibieron sus boletines y notan mejoras en todas las materias. El gran desafío es cómo tomar datos empíricos, concretos y fehacientes, para seguir evolucionando.
—¿Cómo es la recepción de los docentes?
—Trabajar con el equipo, prestarle atención y ver sus necesidades, es clave. En este tipo de barrios, con tantas necesidades y tanta complejidad, el equipo tiene que ser profesional con características interpersonales. Este es un equipo amoroso con los chicos, pero también son muy firmes y muestran autoridad para marcar los límites. En mi caso, soy la que busca permanentemente nuevas experiencias, ve qué hacen otros municipios y qué puede aportar. Porque ellos son los que están trabajando y les dedican el tiempo a los chicos. Yo trato de ayudarlos y ver cómo puedo empoderarlos, cómo puedo aportar herramientas nuevas, distintas, atractivas.
—Si salimos de esta situación, por un momento, Pergamino está a menos dos horas y media de Buenos Aires: es lejos, pero no es tan lejos. ¿Cómo hacen para que los chicos que se forman en Pergamino permanezcan en su ciudad?
—Casualmente, lo que estamos desarrollando en el espacio de ciencia, tecnología e innovación es la formación de talentos. En las industrias del conocimiento, el recurso más importante es el humano. Creo que una formación de alta calidad es la estrategia para retener a esos chicos, porque en Pergamino pueden acceder a las habilidades y competencias que requiere el mundo de hoy, puedan desarrollar su vida y acceder al trabajo que deseen hacer de la mejor manera posible. Las industrias del conocimiento pueden aportar transversalmente a todos los sectores y, obviamente, en nuestro caso, apuntamos mucho al conocimiento aplicado al agro, que es nuestro sector más amplio y que puede aportar también en otras ramas.