Educación y empleo en Latinoamérica: si falla el docente, falla todo lo demás

El 5 de octubre se celebró el día internacional de las y los docentes, fecha en que la Unesco y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) decidieron rendir homenaje a una de las profesiones más valiosas dentro de cualquier sociedad

El enfoque tradicional del docente como una figura de autoridad que simplemente transmite información ya no es suficiente

En el contexto actual de cambios sociales, tecnológicos y laborales, el rol del docente ha adquirido una relevancia central. La educación ya no se limita a la transmisión de conocimientos teóricos, sino que debe preparar a los estudiantes para enfrentar un mercado laboral dinámico, que exige habilidades diversas, pensamiento crítico y adaptabilidad. En este escenario, si el docente no está a la altura de las nuevas exigencias, todo lo demás en el proceso educativo, desde los planes curriculares hasta las políticas públicas, corre el riesgo de no alcanzar el éxito esperado.

Uno de los primeros pasos clave para asegurar la calidad educativa es la adecuada selección de los docentes. En muchos países, los procesos de selección se han basado tradicionalmente en pruebas de conocimiento o antigüedad, pero el nuevo contexto requiere un enfoque más integral. No basta con que el docente domine su área disciplinar; también debe ser capaz de enseñar de manera efectiva, fomentar el desarrollo de habilidades blandas y manejar tecnologías que se integran en las aulas. La selección debe incluir evaluaciones sobre la capacidad de los educadores para adaptarse a nuevos modelos de enseñanza, comprender las necesidades emocionales de sus estudiantes y su disposición para seguir aprendiendo. En otras palabras, se necesitan profesionales comprometidos con una formación continua, que vayan más allá de los esquemas tradicionales de enseñanza.

Otro paso importante consiste en la transformación de la mentalidad, algo que nos alcanza a todos los actores de la sociedad y --en especial-– también debe alcanzar a quienes van a formar a las nuevas generaciones de empleados, profesionales, empresarios y/o emprendedores. El enfoque tradicional del docente como una figura de autoridad que simplemente transmite información ya no es suficiente; los docentes deben transformarse en facilitadores del aprendizaje, guiando a los estudiantes en su desarrollo personal y profesional.

El desafío está en cambiar la mentalidad hacia un enfoque colaborativo, donde el aula se convierte en un espacio de interacción y co-creación del conocimiento. En esta línea, los formadores deben estar preparados para fomentar la autonomía del estudiante, ayudándolos a aprender a aprender y a ser protagonistas de su propio proceso educativo.

Además, en un mundo donde la inteligencia artificial y la automatización están cambiando radicalmente el mercado laboral, el docente debe formar a los estudiantes no solo en habilidades técnicas, sino también en la creatividad, el pensamiento crítico y la resolución de problemas complejos. Estos son los aspectos que diferenciarán a los profesionales humanos de las máquinas en el futuro.

Los programas de capacitación deben estar alineados con las demandas reales del mercado y las nuevas tecnologías, así como con las habilidades socioemocionales que los estudiantes necesitan para prosperar en el futuro (Imagen Ilustrativa Infobae)

Formación continua y nuevas herramientas

El docente del siglo XXI no puede depender únicamente de la formación inicial que recibió. El aprendizaje continuo es indispensable para mantenerse al día con los cambios constantes que afectan al mundo del trabajo y la educación. Sin embargo, esta formación no debe limitarse a cursos teóricos o diplomaturas genéricas. Los programas de capacitación deben estar alineados con las demandas reales del mercado y las nuevas tecnologías, así como con las habilidades socioemocionales que los estudiantes necesitan para prosperar en el futuro.

Las herramientas tecnológicas también juegan un rol fundamental: un docente bien formado debe ser capaz de integrar la tecnología en su enseñanza de manera efectiva, utilizando plataformas digitales, inteligencia artificial y otros recursos para mejorar la experiencia de aprendizaje. Sin embargo, esto no significa que la tecnología reemplace al docente, sino que lo complementa. Las herramientas digitales son solo eso: herramientas que, en manos de un docente competente, pueden potenciar el aprendizaje; pero si el mismo no está capacitado o no se siente cómodo con estas herramientas, el impacto positivo que podrían tener se pierde por completo.

La importancia de la evaluación docente

Un aspecto que a menudo se pasa por alto es la evaluación continua del desempeño docente. No se trata de evaluar solo los conocimientos que transmite, sino también cómo lo hace y qué resultados está logrando. La evaluación debe basarse en la mejora continua, ofreciendo retroalimentación útil para que el docente pueda ajustar sus métodos y seguir desarrollándose.

Es fundamental que las instituciones educativas y los sistemas de gestión no vean la evaluación como un mecanismo punitivo, sino como una herramienta de mejora. Esta evaluación debe estar alineada con los nuevos roles que el docente debe asumir, midiendo su capacidad para adaptarse a nuevas tecnologías, su habilidad para desarrollar competencias transversales en los estudiantes y su impacto en el desarrollo integral de los mismos.

El 5 de octubre es el día internacional de las y los docentes, fecha elegido por Unesco y la OIT (istock)

Si falla el docente, falla todo lo demás. El docente es el engranaje principal de la maquinaria educativa. Si este engranaje falla, los esfuerzos de los sistemas educativos por adaptarse a las nuevas demandas laborales y sociales no surtirán efecto. Los cambios en las currículas, las inversiones en tecnología y las políticas educativas se vuelven inútiles si no hay docentes capacitados, motivados y actualizados que sean capaces de implementarlos adecuadamente en el aula.

Un docente desactualizado o desmotivado puede generar consecuencias no deseadas, como el desinterés y la falta de preparación en los estudiantes, la desconexión entre lo que aprenden y lo que demanda el mercado laboral, y un bajo nivel de competitividad en la economía de los países. Además, en muchos casos, el docente es la primera referencia profesional que un estudiante tiene, por lo que si el docente no refleja las competencias, actitudes y valores que el mercado demanda, los estudiantes carecerán de modelos a seguir y perderán una de las piezas clave en su formación para la empleabilidad.

El éxito de cualquier evolución o transformación educativa, por más innovadora o bien intencionada que sea, depende en gran medida del docente. Su formación, su capacidad de adaptación y su compromiso con el aprendizaje continuo son aspectos cruciales para garantizar que los estudiantes estén realmente preparados para enfrentar los desafíos del siglo XXI.

El 5 de octubre se celebra el día internacional de las y los docentes, fecha en que la Unesco y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) decidieron rendir homenaje a una de las profesiones más valiosas dentro de cualquier sociedad. Feliz día y gracias a quienes nos han formado con tanto empeño y dedicación, pese a todos los desafíos que debieron, deben y seguramente deberán atravesar para transformar positivamente a personas, familias, sociedades… al mundo.

* Diego Pasjalidis Ingeniero especialista en estrategias, innovación y transformación. Autor, columnista y docente. Director de Higher Education en Ticmas

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