La Real Academia define a “talento” con palabras tales como inteligencia (capacidad de entender) y aptitud (capacidad para el desempeño de algo). En el mundo laboral actual, el concepto de “talento” ha adquirido una dimensión que va más allá de ser simplemente un empleado con capacidades técnicas. Pero ¿qué es realmente el talento en el contexto actual? ¿Qué lo separa de un empleado convencional? ¿Cómo se detecta y desarrolla? ¿Qué hace que una persona con talento decida unirse o abandonar una organización? Y, más importante aún, ¿cómo educar para generar talento y no solo profesionales con un título?
Un empleado es aquel que cumple con las funciones asignadas, muchas veces en un esquema estructurado, respondiendo a las demandas inmediatas del rol. Por su parte, el talento no solo ejecuta tareas, sino que va más allá, aportando creatividad, iniciativa y soluciones que no estaban previstas en el esquema tradicional. El talento es proactivo, innovador, y tiene una habilidad innata para adaptarse a nuevas realidades.
Las empresas reconocen al talento como un recurso escaso, con capacidad de impulsar el crecimiento y generar impacto a largo plazo. Un empleado puede cumplir con su trabajo de forma correcta, pero un talento tiene la capacidad de transformar y llevar a la organización a nuevos niveles de rendimiento.
Detectar el talento
Detectar talento no es una tarea sencilla. Las competencias técnicas siguen siendo importantes, pero ahora están acompañadas de habilidades blandas y emocionales, como la capacidad de adaptación, el pensamiento crítico, la creatividad y el liderazgo colaborativo. Las organizaciones han comenzado a implementar procesos de selección más complejos, que incluyen la evaluación de casos prácticos, dinámicas de grupo y pruebas que miden las habilidades socioemocionales, como la resiliencia o la empatía.
El talento no siempre se encuentra en los currículums más brillantes o en las universidades más reconocidas, sino en personas que tienen una mentalidad orientada al crecimiento y que son capaces de aprender y reaprender constantemente. El potencial para seguir desarrollándose se ha convertido en un factor determinante para identificar talento.
Desarrollar el talento
Una vez detectado, el siguiente paso crítico es desarrollar el talento. Las empresas exitosas invierten en programas de capacitación y mentoría, brindan oportunidades para que las personas continúen creciendo, y fomentan entornos que permiten la innovación. Más allá de los beneficios económicos, los individuos con talento buscan trabajar en lugares donde se sientan desafiados y donde puedan expandir sus horizontes. Los programas de desarrollo de carrera interna, rotaciones por diferentes áreas y el acceso a la formación continua son esenciales para retener y motivar al talento.
Es importante que las organizaciones creen entornos laborales que promuevan la colaboración y la autonomía, dos factores clave para que el talento desarrolle su máximo potencial. Esto requiere, a su vez, de un cambio cultural en muchas empresas, donde el control jerárquico tradicional debe dar paso a una estructura más horizontal, donde la comunicación fluida y la confianza sean pilares fundamentales. Eso sí, siempre con datos que respalden el desempeño. Recordemos que no todos están preparados para funcionar adecuadamente en estructuras planas y – en ocasiones y en determinados sectores – estos esquemas terminan por ser contraproducentes.
Educar para generar talento
El desafío para los sistemas educativos es evidente. Ya no basta con graduar profesionales que tengan conocimientos técnicos. Es necesario preparar personas que sean capaces de pensar de manera crítica, resolver problemas complejos y adaptarse a contextos cambiantes. Esto implica un enfoque pedagógico que desarrolle tanto las competencias técnicas como las habilidades socioemocionales desde una etapa temprana.
La colaboración entre los sectores público y privado es crucial. Las universidades y escuelas deben trabajar de la mano con las empresas para comprender qué habilidades y competencias se necesitarán en el futuro. El concepto de educación basada en competencias cobra cada vez más relevancia, con un énfasis en el aprendizaje activo, proyectos interdisciplinarios y la resolución de problemas del mundo real.
El talento elige dónde estar
El talento no solo es buscado por las organizaciones, sino que tiene la capacidad de elegir dónde quiere estar. En este contexto, las empresas deben reflexionar sobre qué ofrecen para atraer y retener a estas personas. Hoy, las expectativas van más allá del salario: el talento valora la flexibilidad, el propósito y el bienestar.
Las empresas que fomentan una cultura de inclusión, diversidad, sostenibilidad y un balance entre la vida personal y profesional son las que logran captar y mantener a los mejores perfiles. Además, el liderazgo organizacional juega un rol clave. Un buen líder no solo gestiona, sino que inspira, apoya y permite que el talento florezca.
Las organizaciones que desarrollan liderazgos inclusivos y horizontales se posicionan mejor en la competencia por atraer y retener talento.
Talento en 2030: el futuro del trabajo en América Latina
A medida que avanzamos hacia 2030, el panorama del talento en la región enfrentará transformaciones profundas: la automatización, la inteligencia artificial y la digitalización continuarán reconfigurando la naturaleza del trabajo. Sin embargo, las habilidades humanas seguirán siendo fundamentales; mientras que las tareas más repetitivas y mecánicas serán ejecutadas por máquinas, el talento se distinguirá por su capacidad para realizar trabajos que requieren creatividad, toma de decisiones y habilidades interpersonales.
El desafío para los sistemas educativos en LATAM está en adaptarse a este nuevo contexto para no perder las oportunidades que el mundo del conocimiento otorga, sea para agregar valor y desarrollar sectores como para ganar eficiencia y mantener competitivos a los diversos sectores.
Los gobiernos, las instituciones académicas y las empresas deberán colaborar estrechamente para crear políticas y programas que promuevan el desarrollo de habilidades alineadas con las demandas del futuro. Esto incluye fomentar la alfabetización digital, impulsar programas de formación en soft skills y facilitar el acceso a tecnologías que promuevan el aprendizaje continuo.
Además, será necesario abordar las brechas estructurales que afectan al talento en América Latina: las diferencias sociales, el acceso desigual a la educación, la falta de infraestructura o de mentalidad digital (especialmente de quienes a su cargo la responsabilidad de establecer estrategias educativas y de desarrollo) son obstáculos que deben ser superados si se quiere crear un entorno que permita el desarrollo del talento en toda la región.
El concepto de talento ha evolucionado significativamente en los últimos años. Ya no se trata solo de conocimientos técnicos o experiencia previa, sino de una combinación de habilidades que permiten a las personas adaptarse y prosperar en un entorno laboral en constante cambio. Las empresas deben ser capaces de identificar, desarrollar y retener este talento, mientras que los sistemas educativos tienen el reto de generar profesionales que no solo se gradúen, sino que estén preparados para enfrentar los desafíos del futuro.
El talento del futuro no solo será más exigente en cuanto a las condiciones laborales, sino que también será más consciente de su capacidad para generar impacto. Las organizaciones, gobiernos y sistemas educativos que logren anticiparse y adaptarse a estas nuevas realidades serán los que dominen el escenario laboral en 2030.
* Diego Pasjalidis Ingeniero especialista en estrategias, innovación y transformación. Autor, columnista y docente. Director de Higher Education en Ticmas