La ansiedad matemática se ha convertido en un obstáculo significativo para muchos estudiantes, afectando su rendimiento y bienestar. Identificada como una de las formas más comunes de ansiedad en la educación, esta problemática no solo perjudica el aprendizaje individual, sino que también contribuye a las disparidades en los resultados de matemáticas a nivel internacional, como en las pruebas del Programa para la Evaluación Internacional de los Estudiantes (PISA).
Un artículo de Daniel Mollenkamp en EdSurge, traducido por David Rodolfo Areyzaga Santana para el Observatorio del Tec de Monterrey, explora las implicancias de este fenómeno a través de diversas voces expertas y testimonios.
Sabrina Colon, estudiante de primer año en la Universidad de California, sabe bien lo que es lidiar con la ansiedad matemática. Aunque en la secundaria logró aprobar sus materias de matemáticas sin mayores sobresaltos, la universidad le presentó un desafío mayor. Al enfrentarse al cálculo, Colon comenzó a experimentar un nivel de ansiedad que la llevó a evitar clases y exámenes. “Mi cuerpo ni siquiera me permitía abrir la puerta y entrar, así que me fui”, confiesa al recordar un momento crítico.
La relación entre ansiedad y bajo rendimiento es compleja y, según la profesora Colleen Ganley de la Universidad Estatal de Florida, se desarrolla en un ciclo que se retroalimenta. La llamada “teoría recíproca de la ansiedad matemática” sugiere que la preocupación por los resultados puede agotar la capacidad cognitiva necesaria para resolver problemas, perpetuando así las dificultades. Susan Levine, profesora en la Universidad de Chicago, añade que esta ansiedad tiende a afectar más a quienes no se consideran fuertes en matemáticas, pero también puede impactar a estudiantes con gran potencial, empujándolos a usar métodos básicos, como contar con los dedos.
El entorno educativo juega un papel crucial en la perpetuación o mitigación de la ansiedad. Ganley señala que la falta de apoyo docente, las relaciones tensas y los ambientes competitivos en clase pueden aumentar el miedo a las matemáticas. “Es fundamental que los estudiantes se sientan cómodos con la posibilidad de equivocarse”, advierte.
En esta línea, Yasemin Copur-Gencturk, de la Universidad del Sur de California, defiende un enfoque pedagógico que priorice el razonamiento y la resolución de problemas por sobre la simple obtención de respuestas correctas. La experta observa que en muchas aulas los docentes resuelven rápidamente los problemas planteados, dejando poco espacio para que los estudiantes exploren por sí mismos, y propone que los docentes permitan que los estudiantes intenten primero, lo que no solo mejora la comprensión sino también ayuda a los docentes a detectar patrones de error comunes.
Por su parte, Levine aboga por una mayor colaboración en las clases de matemáticas y por fomentar el debate sobre diferentes enfoques para resolver los problemas. “Incluso los errores pueden ser oportunidades valiosas de aprendizaje si se los aborda de manera creativa”, destaca.
Cómo formar a los docentes de matemáticas
Otro punto crucial es la formación de los docentes. Copur-Gencturk advierte que muchos programas de formación docente no preparan suficientemente a los profesores para enseñar matemáticas de una manera que cultive tanto el conocimiento como el interés en los estudiantes. Según ella, quienes ingresan a la docencia a través de vías alternativas suelen carecer de la preparación específica para enfrentar estos desafíos, lo que afecta tanto a los docentes como a sus alumnos.
Si bien se han propuesto diversas estrategias para manejar la ansiedad matemática, los resultados son variados. Algunas sugerencias incluyen reencuadrar la ansiedad como entusiasmo o escribir en un diario antes de los exámenes, pero Ganley señala que la efectividad de estas técnicas puede depender del contexto y de cada estudiante. Otro tema a revisar son los exámenes cronometrados: si bien no hay consenso sobre si estos ayudan o perjudican, Ganley sugiere que, bien utilizados, pueden ser una herramienta útil para medir el progreso sin fomentar la comparación pública entre alumnos.
Esta discusión se abre a la necesidad de enfoques más integrales y personalizados en la enseñanza de las matemáticas. Más allá de los contenidos, es clave que los docentes y las instituciones educativas comprendan la importancia de apoyar emocionalmente a los estudiantes, creando ambientes que no solo apunten a mejorar las notas, sino también a reducir la ansiedad y fomentar una relación más positiva con las matemáticas.