Un artículo del Observatorio del Instituto para el Futuro de la Educación del Tec de Monterrey exploró la relevancia de las habilidades conversacionales en el ámbito educativo, tomando como base las enseñanzas del profesor Miguel Rivera Alvarado. En su exposición, Rivera había sostenido que la calidad de las conversaciones en las instituciones escolares influía de manera directa en el aprendizaje y en el bienestar socioemocional de los estudiantes. Según él, el 80 % de los problemas de comunicación en las escuelas tienen su raíz en conversaciones mal gestionadas, una situación que se replica en organizaciones, familias y otras relaciones interpersonales.
Rivera planteó que “saber conversar” era una competencia esencial que debía desarrollarse y cultivarse no solo por docentes y estudiantes, sino por todas las personas. Esta habilidad, a primera vista simple, adquiría una importancia fundamental dentro del aula, donde la interacción diaria entre profesores y alumnos configuraba el ambiente de aprendizaje. El aislamiento provocado por la pandemia, que limitó las interacciones presenciales y trasladó las conversaciones a las pantallas, puso en evidencia esta necesidad. Durante el confinamiento, las habilidades comunicativas se vieron afectadas, alterando la dinámica educativa y revelando que la escuela no era solo un lugar para transmitir conocimientos, sino también un espacio vital para la vinculación humana.
Los seis pilares conversacionales que resultaban claves para mejorar la enseñanza y el aprendizaje promueven un ambiente educativo más positivo y ayudan a construir un clima organizacional más saludable, impactando en el bienestar de todas las personas involucradas.
1. Crear una conexión emocional: Rivera subrayó la importancia de la capacidad de los docentes para conectarse emocionalmente con sus estudiantes. Este vínculo emocional es un factor clave en los resultados académicos. Los docentes que logran conectar con sus alumnos suelen ser más efectivos, ya que crean un ambiente de respeto y colaboración, favoreciendo la participación activa de los estudiantes.
2. Escuchar activamente: La escucha es una habilidad para percibir, indagar e interpretar de manera genuina, implicando a los interlocutores en un diálogo abierto y constructivo. Una buena escucha requiere tiempo, silencio y la formulación de preguntas pertinentes, elementos que facilitan una comprensión más profunda y permiten que tanto docentes como estudiantes se sientan escuchados y valorados.
3. Hacer peticiones: Rivera explicó que a menudo evitamos hacer peticiones por temor a parecer vulnerables o a generar dependencias. Sin embargo, en el contexto educativo, la capacidad de pedir ayuda o colaboración era esencial. Las peticiones permitían a los docentes reconocer sus propios límites y necesidades, al tiempo que impulsaban a los estudiantes a asumir un rol activo en su propio aprendizaje.
4. Retroalimentar: La retroalimentación efectiva consiste en ofrecer juicios fundamentados y basados en evidencias, en un espacio de conversación sincero y constructivo. La importancia de enfocarse en aspectos positivos y de crear un entorno donde todos los participantes se sientan seguros para expresar sus puntos de vista. Una retroalimentación bien realizada no solo ampliaba las posibilidades de aprendizaje, sino que también fortalecía la relación entre docentes y estudiantes.
5. Hacer declaraciones fundamentales: Las palabras tienen un poder transformador y que cada declaración tiene un impacto concreto. Por ejemplo, en acciones cotidianas que van desde la planificación de una excursión hasta el simple acto de agradecer o reconocer el esfuerzo de los estudiantes. Estas acciones verbales no solo cumplen una función comunicativa, sino que también ayudan a construir y fortalecer lazos de confianza y motivación.
6. Coordinar acciones: Finalmente, Rivera explicó que la coordinación de acciones era una competencia crucial en el entorno escolar. Describió esta habilidad como la capacidad de organizar y dirigir esfuerzos colectivos hacia la consecución de objetivos comunes. Desde la planificación de actividades académicas hasta la gestión de eventos y reuniones, la coordinación eficaz garantizaba que las metas educativas se cumplieran de manera ordenada y efectiva.
La conversación trasciende el mero intercambio de palabras: es una herramienta fundamental en la educación. Promover un enfoque consciente y estratégico de estos pilares conversacionales puede mejorar significativamente el proceso de enseñanza-aprendizaje, contribuyendo al desarrollo integral de los estudiantes y al fortalecimiento del clima escolar. El desafío radica en integrar estas prácticas en la vida cotidiana de las aulas, reconociendo que cada interacción es una oportunidad para construir un entorno educativo más inclusivo, respetuoso y efectivo.