Desde la ventana del Zoom se ve que está en el auto, que es como una suerte de oficina móvil. Habla con un tono vivo —más de una vez va a decir que está muy feliz— y tiene voz gruesa de docente: la voz del tipo que sabe organizar, sabe comunicar. En un momento toca la pantalla del teléfono y cambia la cámara: aparece el mar. “Me vine a la playa para hacer la entrevista”, dice. Diego Ruete vive en Punta del Este, tiene 49 años y un propósito de vida. Desde allí coordina su organización Petit Gourmet, con la que lleva adelante el programa Educocina para potenciar la relación entre alimentación y educación.
¿Qué es Educocina? Ruete lo explica con un elevator pitch: “Para quienes tenemos la suerte de alimentarnos tres veces al día, tanto en casa como en las instituciones educativas, Educocina es una oportunidad para que el almuerzo sea parte educativa”. Mientras se cocina, se aprende de alimentos y preparaciones, se desarrollan hábitos saludables y acciones como el trabajo en equipo: se comparte el almuerzo o la merienda como un acto de creación colectiva.
“La intención es capitalizar todo lo que se pone en juego en el momento de cocinar: desde las habilidades motrices hasta el curriculum académico”, dice Ruete. Por la relevancia del programa, Petit Gourmet y Educocina han recibido el respaldo de organizaciones como Unicef y el Ministerio de Educación y Cultura del Uruguay.
No todo verde es lechuga
Diego Ruete tiene una frase que explica cómo organiza las actividades: “Las manos en la masa y los pies en la tierra”. La propuesta de Diego es un taller que habla de huertas, de cómo se plantan y se manipulan los vegetales. “Fomentamos el consumo de alimentos de verdad”, dice, “en contraposición a la invasión de ultraprocesados que tenemos a través de los medios de comunicación”. La batalla a dar es demostrar que los vegetales no son ni aburridos ni feos. “Siempre que les mostrás algo verde te dicen: ‘Lechuga’: con eso también trabajamos”. Y, de contrabando, trabajar con contenidos de matemáticas, geografía, historia.
Educocina es más que un taller: es reconocer la importancia del encuentro, armar vínculos, entender que la alimentación no es un trámite. “Cuando una institución educativa entiende el valor de que lo que estamos haciendo, la educación ya no se separa entre la mañana y la tarde, y el mediodía es una anarquía donde los niños comen de tuppers recalentados, sino que captan lo esencial de detenerse, compartir, tener el almuerzo como una instancia educativa”.
Y, aunque en la estructura se plantea como un programa con costo para las escuelas privadas —del Uruguay y del exterior—, también se hace en forma honoraria para las escuelas públicas. “La experiencia de la Educocina tiene demasiado valor para que la vivan solo quienes puedan pagarla”, dice.
La cruzada por una alimentación más sana lleva una larga trayectoria en el espíritu de Ruete. Si esta misma nota la hubiéramos hecho diez años atrás, lo habríamos encontrado en alguna de las muchas huertas comunitarias que organizó en Montevideo: el dueño de una casa vacía con un gran jardín de foto les prestó ese terreno y de esa experiencia vinieron muchos otros jardines, muchas otras huertas. “El hecho no era solo plantar tomates, sino volver a urdir el tejido social”, dice. Completamente abocado a Petit Gourmet, desde 2016 dejó de hacer las huertas comunitarias, pero dice con una sonrisa que hay muchas que todavía siguen activas.
Educación: la idea para cambiar el mundo
“Ashoka” es una palabra en sánscrito, un antiguo idioma de la India, que significa ausencia activa de tristeza. Esa palabra, que en sí misma encierra una acción y una decisión, fue la que Bill Dryton eligió a mediados de los años 80 para fundar una organización que lleve a las personas a tener una mentalidad emprendedora para solucionar problemáticas muy profundas a nivel social y ambiental. “Todos podemos cambiar el mundo”, es el lema de Ashoka. Hoy Ashoka tiene base en más de noventa países y alrededor de 4000 felllows. En Uruguay —la sede depende de la Argentina— son pocos: quince. Uno de ellos es Diego Ruete.
“En 2016, me propuso otro fellow y comencé un proceso que tomó más de un año de entrevistas”, dice. Y también: “Ashoka es una de las mejores cosas que me pasó en la vida. La cantidad de gente que he conocido y con quienes aprendo, comparto conocimientos e intercambio experiencias. Estoy muy orgulloso de ser un fellow de Ashoka”.
Ruete ahora es también el protagonista de una iniciativa de conjunta entre Ashoka y la experiencia educativa Ticmas. A través de una estrategia didáctica conocida como Aprendizaje Basado en Proyectos, Ticmas diseñó el proyecto “Let’s make a new school menu!” (Hagamos un nuevo menú escolar), que toma los principios de Educocina como un camino de exploración de la alimentación saludable entre maestros y estudiantes de primaria. El proyecto combina saberes de disciplinas como Inglés, Ciencias Naturales, Educación Física, Ciencias Sociales y Arte.
“Va a ser genial si quienes estudien con el proyecto de Ticmas encuentran una fuente de inspiración”, dice Ruete. “Ojalá nos sirva también para que llegar a lugares a los que todavía no hemos alcanzado para contarles que la cocina puede ser mucho más que un almuerzo”.