Sin Planeta B: un taller sobre educación ambiental que trasciende el aula

En un webinar organizado por Ticmas, las especialistas Camila Cuffini y Laura Marinucci abordaron las prácticas y desafíos para que la educación ambiental se convierta en una práctica cotidiana en las instituciones educativas

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Laura Marinucci y Camila Cuffini
Laura Marinucci y Camila Cuffini

Motivadas por el interés creciente de las escuelas en abordar la educación ambiental, Ticmas organizó un webinar para discutir cómo convertir esta preocupación en una práctica constante y efectiva. En el encuentro participaron dos especialistas: Camila Cuffini, diseñadora textil, docente y fundadora de AmbientAr —un proyecto que busca fortalecer la conciencia ecológica a través de talleres y reciclaje en la provincia de La Pampa— y Laura Marinucci, ecóloga y docente especializada en ciencias que trabaja en Ticmas. Ambas resaltaron la importancia de incluir la educación ambiental de manera transversal en las aulas, a la vez que señalaron la necesidad de un compromiso genuino de las instituciones educativas.

El webinar, entonces, giró en torno a cómo las escuelas pueden integrar la educación ambiental de manera efectiva y constante, superando las barreras que suelen limitarla a aspectos teóricos. Cuffini y Marinucci abordaron tanto las dificultades prácticas que enfrentan los docentes, como la falta de recursos y el compromiso institucional necesario para que la educación ambiental se convierta en una práctica cotidiana y transversal en la vida escolar.

A lo largo del encuentro, ambas expertas compartieron sus experiencias y estrategias para superar estos desafíos, y ofrecieron recomendaciones concretas para los docentes interesados en llevar la educación ambiental a sus aulas.

El eco-mural hecho con residuos recolectados por estudiantes de Camila Cuffini
El eco-mural hecho con residuos recolectados por estudiantes de Camila Cuffini

La escuela y la educación ambiental

Camila Cuffini comenzó su participación subrayando que, aunque existe un interés evidente en las escuelas por incluir la educación ambiental, es un interés que a menudo se limita al discurso y no se traduce en prácticas concretas. “Las escuelas están interesadas en que haya educación ambiental, pero creo que les falta compromiso y participación, sobre todo de los directivos”, dijo. En su experiencia docente en La Pampa, ha notado que, pese a los esfuerzos de los profesores por incorporar temas ambientales en sus clases, las acciones necesarias para sostener estas iniciativas no siempre reciben el respaldo adecuado de la administración.

Un ejemplo de esta desconexión, dijo, es la falta de implementación de medidas tan simples como la separación de residuos. “Se enseña a separar en la teoría, pero después no se llevan a la práctica”, dijo. Y subrayó: “Tenemos que ver que los alumnos aprendan no solo con palabras, sino también con hechos concretos. Sin el compromiso real de la dirección, estos proyectos quedan incompletos y al final seguimos sin los tachos”, puntualizó.

Laura Marinucci también resaltó que la educación ambiental no debería ser vista como una tarea exclusiva de los docentes de ciencias, sino como una responsabilidad compartida por todos los actores de la comunidad educativa. “La educación ambiental tiene que ser una forma de vivir dentro de la institución, tiene que ser parte de la cultura escolar. No puede quedar solo en manos de los profesores de ciencias naturales o sociales, porque es un problema que nos toca a todos”, dijo.

Marinucci coincidió en que, para que la educación ambiental se convierta en una práctica transversal, es esencial contar con el apoyo y la coherencia del equipo directivo. “Se generan proyectos, pero tiene que haber una coherencia entre lo que enseñamos y lo que se vive dentro de la institución”, dijo. Esa coherencia se logra cuando los proyectos ambientales no solo son planificados, sino también respaldados con recursos y participación de todos los miembros de la escuela. “El apoyo de los directivos y el compromiso de todos los docentes es clave para que realmente se viva lo que se enseña. Si decimos que es importante cuidar el agua y al mismo tiempo tenemos canillas que pierden o no separamos nuestros residuos, el mensaje no llega”, expresó.

El robot "WALL-E", punto de partida del proyecto de educación ambiental de Laura Marinucci (Créditos: Disney+)
El robot "WALL-E", punto de partida del proyecto de educación ambiental de Laura Marinucci (Créditos: Disney+)

Educación ambiental con impacto real

Laura Marinucci contó un proyecto educativo que abordó la búsqueda de un “Planeta B” como una manera innovadora de concientizar a sus estudiantes sobre la importancia de preservar el ambiente. Inspirados por la película Wall-E, el proyecto comenzó con una exploración del concepto de los seres vivos y sus necesidades básicas, utilizando la ciencia para investigar si había otro lugar en el universo donde los humanos pudieran vivir si la Tierra dejara de ser habitable.

El enfoque central del proyecto era demostrar, a través del aprendizaje activo y basado en la investigación, que no existe otro planeta viable para la humanidad. Para ello, los estudiantes realizaron experimentos y estudios sobre las características necesarias para sustentar la vida y exploraron distintos planetas y cuerpos celestes del sistema solar, comparando sus condiciones con las de la Tierra. A medida que avanzaban, comprendieron que ningún otro planeta ofrecía las condiciones necesarias para la vida humana tal como la conocemos. “Lo más valioso fue ver cómo lo que comenzamos en clase se trasladó a sus casas. De golpe me encontré con chicos que me contaban que ya estaban haciendo compost, que trataban de enseñarles a sus padres qué iba en la bolsa verde y qué en la negra”, explicó.

Por su parte, Cuffini contó cómo es AmbientAr, la iniciativa que desarrolló para integrar la educación ambiental en la vida cotidiana de los estudiantes mediante talleres y actividades prácticas que conectan la teoría con la acción. Comenzó como una respuesta a la falta de prácticas ambientales significativas en las escuelas de Santa Rosa: “Me di cuenta de que había como una educación ambiental muy básica, limitada a lo de siempre: las tres R (reducir, reutilizar y reciclar), pero que no se llevaba a la práctica”, explicó. Con el tiempo, AmbientAr se expandió y logró involucrar a la comunidad en limpiezas de espacios públicos y en la creación de un eco-mural, hecho con residuos recolectados por los propios estudiantes. “Esto no solo enseña, sino que transforma: los chicos ven que pueden hacer algo concreto y eso cambia su mirada sobre el ambiente”, dijo Cuffini.

Ambas expertas coincidieron en que para que la educación ambiental sea realmente efectiva, debe haber una conexión emocional entre los estudiantes y la naturaleza. Marinucci lo describió como “biofilia”, el amor por la vida y los seres vivos, y señaló que esta conexión puede ser un motivador poderoso para que los jóvenes cuiden el entorno. “Cuando uno se conecta con la naturaleza, no solo desde lo racional sino desde lo emocional, es mucho más probable que quiera protegerla”, explicó. Cuffini, en la misma línea, destacó la importancia de predicar con el ejemplo y hacer visibles las pequeñas acciones cotidianas que reflejan un compromiso con el cuidado ambiental. “Los chicos nos están mirando todo el tiempo. Si no actuamos de manera coherente con lo que enseñamos, esa incongruencia se nota y afecta el mensaje”, afirmó.

El webinar concluyó con un llamado a los docentes a tomar un rol activo y comprometido. Para que la educación ambiental sea efectiva, debe ser integral y reflejarse en cada aspecto de la vida escolar, inspirando a las nuevas generaciones a adoptar una actitud más consciente y responsable hacia el planeta.

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