En una entrevista con Ticmas, la ministra de Educación de Jujuy, Miriam Serrano, habló sobre los avances y desafíos del sistema educativo provincial. Entre los puntos centrales, destacó la implementación del Plan Provincial de Alfabetización “Jujuy Lee”, con el que abordan una de las problemáticas más actuales de la educación.
Además, señaló la necesidad de pensar una reforma de los diseños curriculares en la secundaria, junto con un proyecto que se ajuste a las nuevas demandas del mundo laboral. Este esfuerzo se inscribe dentro de un programa más amplio de mejora de la calidad educativa que incluye, además, inversiones en infraestructura, equipamiento, conectividad y capacitación docente.
Para Serrano, la clave es trabajar con todos los actores involucrados para lograr que cada estudiante complete su trayecto escolar, en un contexto educativo que apunte a la inclusión y a la mejora continua.
—¿Cómo desarrollaron el programa nacional de alfabetización?
—El escenario previo nos daba indicios de que era necesario avanzar rápidamente en la alfabetización. Por lo tanto, si bien es cierto que hay una propuesta de la provincia que se suma a la nacional, nosotros recogimos las experiencias de alfabetización en los distintos niveles y en las distintas escuelas. Nuestro plan provincial, “Jujuy Lee”, parte de establecer algunas premisas generales y, en función de eso, llegamos a las escuelas a través de jornadas institucionales donde participan más de 20.000 docentes. Pero quiero destacar que cada escuela tiene su propio plan de alfabetización institucional.
—¿Esto qué significa?
—Nosotros no hemos definido una metodología específica, sino que recogimos las experiencias previas. Hemos empezado de abajo. Más allá de que, por supuesto, nuestros equipos técnicos se están capacitando y hay muchas acciones de formación. En septiembre y en noviembre vamos a evaluar lo que vinimos realizando en todo el año: y somos muy ambiciosos. Pero nosotros pensamos que la alfabetización es una responsabilidad de la escuela. Por lo que, dentro de la política socioeducativa, desarrollamos el programa “Creer”, donde 80 facilitadores van a las escuelas y son el par pedagógico que acompaña al director en la implementación del Plan Institucional de Alfabetización.
—Si tomamos los extremos de los métodos de alfabetización, tenemos el fonológico y el constructivista. ¿Por qué no se decidieron por ninguno?
—Estamos en algo híbrido. Lo que hicimos fue respetar algunas lecciones aprendidas que nos parecían positivas. Hicimos énfasis en lo institucional: que cada escuela decida. Lo que les estamos pidiendo a los docentes es una continuidad, una lógica criteriosa. Que haya una sistematización del primer al último grado, que la institución tenga un criterio único.
—¿Cómo piensan en la actualización y la formación de los docentes?
—La pregunta es qué escuela tenemos y qué escuela queremos para el futuro. La provincia se hizo esa pregunta a través del Pacto Social por la Educación. Hicimos una consulta con distintas mesas de diálogo, donde recibimos 70.000 contribuciones. En cuanto a la escuela que queremos hubo muchas coincidencias, pero lo que más nos resonó fue lo que decían los estudiantes: querían una linda escuela, por supuesto, querían tecnología y querían que sus profes estén actualizados. Nuestros estudiantes piden eso. Yo creo que es fundamental y necesario trabajar en la formación docente. Nosotros hicimos muchos cursos de formación docente, pero este año, a raíz del Plan Provincial de Alfabetización y de los ejes de nuestra política de educación, establecimos que los cursos de formación no sean aislados.
—¿Qué significa?
—Tradicionalmente, los docentes hacían un curso y otro y otro para alcanzar un puntaje. A través de la Junta de Calificaciones, nosotros estamos estableciendo que vamos a generar cursos de formación sistematizados para lograr un título, un postítulo, una diplomatura, una especialización. De esta manera, el docente se puede formar en lo que quiera, pero, como Ministerio, vamos a fomentar, apoyar y categorizar y calificar las áreas que sean de nuestro interés. Si sos docente de Matemáticas y hacés una Diplomatura en Matemática, vas a sumar más que si presentás un curso de Educación Ambiental. Está bien que lo hagas, es formación general, pero vamos a darte más puntaje por la disciplina específica. Porque no está bien que la provincia tenga una política educativa con ejes como la alfabetización, en la que todos estamos de acuerdo, pero califique a los docentes con una variopinta oferta de cursos.
—¿Cómo lo van a implementar?
—Con una política seria, fuerte. Para ello hay que trabajar con la Junta de Calificación. Hemos invitado a los gremios y celebro que se hayan sentado a conversar, porque entienden la importancia de la actualización docente, de la orientación en la formación, de la actualización del Estatuto que tiene unos 60 años en Jujuy, y de la grilla de calificaciones. Porque, además, son estos docentes a quienes insertamos en el mercado laboral. Tenemos que pensar hacia dónde vamos. Mi provincia, como muchas otras, tiene cambios en su matriz productiva que nos hace pensar en nuevas disciplinas: en el ambiente, la ciencia de datos, la inteligencia artificial, la robótica. Tenemos que formar a los docentes para que den esas disciplinas y tenemos que revisar los diseños curriculares para que sean acordes. Porque estamos formando chicos que van a ir a un mundo laboral que les va a exigir esas competencias.
—Suele pasar que las provincias del Norte “exportan” docentes a otras provincias. ¿Cómo hacen para que la formación docente sea eficaz?
—Si se habla de eficacia y eficiencia, hay que hablar de mediciones, y nosotros tenemos dos datos. Primero, hay muchos maestros en lista de espera para ingresar al mundo laboral. Y, por otro lado, nos interpela la demora de la carrera, que es de tres o cuatro años, y hay a quienes les toma ocho. Por supuesto, en esta observación tiene que ver el contexto social; generalmente a los institutos va gente que trabaja y estudia. Pero si se suman esos dos componentes, es una responsabilidad del Estado ver de qué modo se garantiza el derecho a la formación pero que, una vez que ese joven se recibe, no termine haciendo algo para lo que no se preparó.
—¿Qué medidas tomaron?
—Estamos revisando no solo la currícula, sino también la oferta educativa y la pertinencia de algunas carreras. Creemos en la necesidad de una autoevaluación en los institutos de educación superior que seguramente va a llevar a una propuesta de reconfiguración de los nuevos diseños. Estamos convencidos —y fue tema del Consejo Federal— que hay que repensar lo que ofrecen nuestros institutos de educación superior, que a veces son la única oferta de formación.
—Paola Delbosco, presidenta de la Academia Nacional de Educación, ha dicho que muchas veces los institutos de formación docente preparan a las personas para el mundo laboral antes que a ser docentes.
—Por eso estamos optando más por las tecnicaturas. Pero hay que repensar las formaciones, porque hay áreas con sobreoferta. Durante la pandemia hubo mucha explosión de carreras vinculadas al área de Salud: enfermería, acompañantes terapéuticos, asistentes quirúrgicos.
—Le cambio de tema: ¿hablamos del secundario? Hay dos cuestiones muy urgentes, que son el abandono escolar y la transformación curricular.
—La escuela secundaria nos preocupa muchísimo. Somos conscientes del abandono y lo estamos abordando en dos acciones. Primero, con el programa Creer, a través de la política socioeducativa. Es un programa de revinculación a los chicos que dejan la escuela: literalmente los vamos a buscar a la casa para que se revinculen. Y, por otro lado, estamos próximos a implementar un sistema de alerta temprana con una ayuda de CIPPEC y del Departamento de Inteligencia Artificial de la UBA. El 100% de nuestros estudiantes está nominalizado, con lo que podemos trabajar para prevenir el abandono que tiene que ver con las faltas reiteradas o con el bajo nivel académico. Nosotros sabemos cuántos chicos se llevan materias; es algo que medimos.
—¿Y con respecto a la transformación curricular?
—Un aspecto que nos interpela es el cambio en los contenidos curriculares en la orientación hacia el trabajo. Hay una linda propuesta de INET que es escuela para el trabajo. Tenemos varias ofertas en el secundario; es muy importante pensar que los chicos necesitan la secundaria como un requisito para el trabajo, pero también que la escuela les dé una primera herramienta para su mundo laboral.
—Frente al abandono escolar y a la necesidad de que los estudiantes sigan en el aula, algunas jurisdicciones plantearon un cambio en el sistema de repitencia. ¿Cómo lo ven ustedes?
—Estos emergentes son consecuencia de otra causa. En la escuela resuenan situaciones que, generalmente, son un reflejo de lo que pasa en la sociedad. No siempre la solución está en la escuela, pero la escuela se hace cargo. Nos hacemos cargo de la repitencia, nos hacemos cargo del abandono, nos hacemos cargo del embarazo adolescente, nos hacemos cargo de todo. Con esto digo que necesitamos trabajar juntos con un solo objetivo: que ese chico, ese joven, termine su trayecto escolar. Necesitamos también que los medios de comunicación digan “Vamos todos juntos por ese lado”. Hoy, más que nunca, más allá del diagnóstico, sabemos por dónde hay que ir y necesitamos que todos nos acompañen. Si no, somos primera plana siempre por las malas noticias. Y hay muy buenas.