Carlos Pallotti: “La secundaria técnica nació para formar oficios, pero hoy no habilita para casi ningún empleo”

En esta entrevista con Ticmas, el director académico de Fundación Nacos aborda los desafíos de la educación técnica en Argentina y, a la vez que subraya la necesidad de la actualización docente, plantea que la formación de los estudiantes debe acercarse a las demandas del mercado laboral

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Carlos Pallotti, "El desafío de la tecnología en educación"

La educación técnica enfrenta hoy un reto significativo: mantenerse a la par del avance tecnológico, que a veces parece vertiginoso. Los contenidos que no logran actualizarse al ritmo necesario y la distancia con las demandas del mercado laboral han creado una brecha preocupante, tanto para quienes enseñan como para quienes aprenden. Es un contexto que desafía a los docentes a reinventarse constantemente para no quedar rezagados frente a sus propios alumnos.

Carlos Pallotti es director académico de la Fundación Naos y es una de las personas que lleva años analizando este campo. Con una trayectoria que incluye haber fundado y dirigido diversas empresas de software, Pallotti se ha convertido en un actor destacado en la promoción del desarrollo tecnológico y productivo del país.

En esta entrevista con Ticmas, el ex director de la Universidad de la Punta reflexiona sobre el perfil que debe tener el docente en disciplinas tecnológicas, subrayando la necesidad de integrar la inteligencia artificial en la enseñanza y abordando las deudas pendientes del sistema educativo técnico en la Argentina.

¿Qué características tiene que tener hoy un docente de una disciplina tecnológica?

—El docente de Tecnología debería ser más ágil que los alumnos y que el cambio de las tecnologías. El problema es que hay muchos docentes que se terminan anquilosando de la misma manera que lo hacen en otras actividades, donde conocen un tema, dominan una tecnología y enseñan esa tecnología. Pero forzosamente cambia y van a tener que aggiornarse. Por ejemplo, en el uso de la inteligencia artificial. Hoy, con ese tema, el docente siente que está entre la espada y la pared, porque no sabe bien qué hacer con esto. Porque los alumnos, por un lado, empiezan a saber más que el docente —casi una constante— y, por el otro, están siendo permanentemente tironeados por empresas que dicen: “Si querés venir a trabajar conmigo, tenés que saber de esto”. El docente tiene que tener una dinámica personal, una curiosidad. Hoy es un tema difícil de lograr.

Carlos Pallotti, "Cómo es la relación entre la tecnología y los saberes"

Es curioso, pero cuando hablamos de upskilling y reskilling, esos dos ya casi lugares comunes del mundo del trabajo, nunca hablamos de docentes.

—Es cierto. Pero lo que sabemos es que, cada vez vas a tener que enseñar las habilidades digitales a más personas con menos docentes. Porque, si el docente es un tecnólogo muy bueno, probablemente lo tiente la industria privada para hacer trabajo concreto o para hacer docencia como líder de un proyecto. Y, por otro lado, cada vez hay más gente para capacitar. Estamos en una ecuación con múltiples incógnitas, pero las dos principales son casi contrastantes entre sí: más gente con menos docentes. La única forma de resolverlo es a través de la tecnología. ¿Dónde juega el docente cuando hacés el upskilling? Tenemos que preservar a los buenos docentes.

¿Cómo?

—Hay que tratar de que sus conocimientos —a través de plataformas, con inteligencia artificial, con trucos tecnológicos— se derramen en más gente. El docente tiene que ser un mentor antes que un transmisor de la información. Hoy es probable que un docente se encuentre con alumnos que tengan más habilidades para la búsqueda de temas, con lo cual él no puede competir desde la cantidad de información, porque lo van a sobrepasar. Pero sí puede ayudarlos a que los alumnos investiguen, desarrollen, busquen su propio aprendizaje. Puede ser un gran mentor que ayude a que los otros desarrollen su propio pensamiento. Y, vía la tecnología, se puede hacer que el buen docente permee: si tengo un premio Nobel, lo mejor no es dejarlo en un ambiente con diez discípulos, sino ver cómo hacer para que llegue a mil personas.

¿Usar la tecnología como una propaladora?

—No sé si la palabra es propaladora, porque sería como decir: “Yo sé esto y lo transmito, y ahora lo transmito a más personas”. Lo que tengo que hacer es ver cómo se transfiere el conocimiento entre todos los demás. Por ejemplo, en lugar de dar una clase magistral de tres horas, puedo dar una clase muy bien preparada de 15 minutos, luego armar grupos de investigación y acompañarlos durante las dos horas 45 restantes.

En una respuesta anterior decía que la inteligencia artificial puso a los docentes entre la espada y la pared.

—Hace poco di una conferencia a estudiantes de Ingeniería. Había unos mil estudiantes y unos 200 profesores. Les pregunté a los estudiantes cuántos usaban ChatGPT o Copilot o Gemini o alguno de los motores de inteligencia artificial: el 80% levantó la mano. Cuando hice la misma pregunta a los docentes, fue exactamente inverso: sólo el 20%. Al alumno le van a enseñar habilidades tecnológicas y el que lo hace no tiene la habilidad de saber cómo promptear a la inteligencia artificial. Lo que sucede es que estamos en un ámbito —y no solo en Argentina— donde la docencia no es la mejor remunerada, donde, de alguna manera, uno se termina estancando tecnológicamente. Se queda en una zona de confort.

Hoy, los estudiantes que ingresan a la universidad nacieron en un mundo donde internet estaba completamente establecida. Y conviven con apps, usan ChatGPT, pero muchos, en realidad, no saben usar la tecnología. ¿Cómo es ese desfase?

—En realidad, no la saben usar porque nadie se las enseñó a usar. La saben de manera intuitiva, pero nadie les dio herramientas. Te doy un ejemplo: hace poco, un ahijado al que le encanta la carpintería me preguntó por un equipo que quería cambiar y yo le dije que lo que necesitaba saber antes era para qué servía la máquina, aprenderlo, y después ver cuál era la mejor opción. Como nadie le había enseñado a usarla, le estaba sacando mucho menos provecho. Acá es lo mismo. Si yo, docente, no domino las herramientas más básicas de inteligencia artificial o le tengo cierto temor o sesgo, como se dice ahora, cuando mis alumnos la quieran usar no voy a poder decirles cómo mejorar el prompt y no van a obtener los resultados que buscan. De todas maneras, la inteligencia artificial es algo que vino ahora como pasó antes con internet y como fueron tantas otras cosas: la educación necesita aggiornarse y acompañar los cambios.

¿Cómo es el perfil del estudiante que debe desarrollarse?

—Hoy, en el mundo tecnológico, hay tres capas a cubrir. Primero, que la mayor parte de la población entienda de habilidades digitales. Segundo, tiene que haber una cantidad de gente que sepa un poquito más y pueda volcarlo en un empleo: el tipo que está en una fábrica y necesita programar un robot o necesita manejar balanzas y cosechadoras automáticas. Y luego hay que tener alguien con un gran nivel de habilidades digitales, que tenga un nivel abstracto, que pueda entender cómo hacer un algoritmo complejo, que pueda hacer arquitectura. En cualquiera de los tres casos encontramos la misma falencia: un docente sin la capacidad para acompañarlo en el aprendizaje. Por dos motivos, primero porque hay docentes que son docentes porque cumplieron ciertos requisitos hace veinte años, y, luego, porque también hay una ausencia de buenos docentes.

¿Qué sería un buen docente?

—El buen docente es el que combina un buen conocimiento teórico-práctico de su materia, y un gran contenido pedagógico. Es el que sabe cómo enseñar. Yo creo que hasta es mejor un docente que sepa enseñar más que uno que sea un gran técnico.

Carlos Pallotti, "Cuál es la deuda de la escuela secundaria técnica"

Quería compartirle una observación: se dice que ya no vale la pena enseñar conceptos porque está todo a mano en la web o en la inteligencia artificial. “¿Para qué enseñar derivadas si lo hace la computadora?”. Pero yo creo que está bien enseñarlas. Muchas veces se pone a la tecnología como un atajo, pero en el mientras tanto se pierde el proceso de aprendizaje.

—Sí, definitivamente. Aprender una derivada o hacer una integral, te abre la cabeza de saber efectivamente para qué sirve. Después entendés la mecánica, pero hasta que no hiciste la mecánica, no entendés el uso concreto. A los alumnos de Arquitectura les piden una maqueta: sólo mirando la maqueta podés entender dónde poner las ventanas. Una vez que aprendiste eso vas a pasar a otra herramienta, pero si no lo hiciste nunca es muy difícil que después puedas poder hacer. Lo mismo que el médico que nunca dio una inyección. El día de mañana, la inyección la va a poner el enfermero, pero él necesita entender el contexto.

Pero entonces…

—De todas maneras, es necesario basarse en los avances de la humanidad para pegar un salto. Si antes tardabas tres o cuatro años para aprender algo de álgebra y de matemática discreta, ahora debería bastar con seis meses, y aprovechar el resto del tiempo para aprender cosas un poco más sofisticadas. La tecnología y los nuevos métodos pedagógicos deberían servirte para reducir los tiempos. Sin embargo, la carga horaria de Matemáticas y la pedagogía de la escuela secundaria sigue siendo la misma que hace veinte, treinta o cincuenta años. Yo visito muchas escuelas técnicas y usan el mismo modelo pedagógico de cuando yo iba a la escuela técnica.

¿Con qué deudas egresan los estudiantes de la secundaria técnica?

—La mayor deuda es que no salen sabiendo específicamente algo que los vincule a alguna actividad productiva. La escuela secundaria técnica nació como una escuela de oficios: le permitía a la persona un nivel secundario y, a su vez, una especialización en técnico químico, mecánico, electromecánico, electrónico, eléctrico, lo que sea. Eso daba la posibilidad de salir al mundo laboral con 18, 19 años. Hoy, la buena noticia es que, si el egresado sigue una carrera universitaria, sobre todo si es de las ingenierías, algunas de las cosas que le van a enseñar ya las estudió: análisis matemático, algo de física, algo de química. La mala noticia es que con lo que sale no es aplicable para ningún puesto de trabajo. Esa persona está seis años estudiando y sale con un perfil que ninguna empresa va a tomar.

¿Por qué?

—Porque los programas siguen siendo estáticos. Hace poco estuve en una localidad donde los técnicos electricistas seguían practicando en tableros con fusibles, cosa que prácticamente ya no tenemos. Entonces, al que sale de la escuela lo tengo que recapacitar un tiempo largo. En general, el nivel secundario de Argentina no te habilita para prácticamente ningún empleo. Lo cual está bien si tenés un país donde está pensado que continúe en la universidad, pero la verdad es que a la universidad va el 30% de los argentinos. El otro 70% se quedó ahí. El tipo hizo una escuela técnica pensando que era el paso para salir al mundo laboral, termina vendiendo celulares.

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