Jimena Dib: “La lectura forma comunidad y es un sostén de la escuela”

En diálogo con Ticmas, Jimena Dib reflexiona sobre la importancia de crear momentos de lectura en la infancia, el rol fundamental de la lectura en la educación y cómo esta puede adaptarse a un entorno cada vez más multimodal y digitalizado

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Jimena Dib
Jimena Dib

Cuando un niño lee, el tiempo adquiere una cualidad única. La lectura infantil crea un espacio donde el mundo se abre a nuevas aventuras, enseñanzas y conexiones emocionales. Es un momento en el que la imaginación florece, el tiempo se estira y las palabras cobran vida, permitiendo que los chicos descubran universos diferentes mientras desarrollan un vínculo afectivo con el acto de leer. Este tiempo de lectura es fundamental para formar lectores que disfruten y valoren estos momentos a lo largo de su vida.

Jimena Dib es doctoranda en Educación y especialista en procesos de lectura y escritura. Con una extensa experiencia como docente y coordinadora en el ámbito educativo, ha dedicado su carrera a investigar y enseñar sobre la importancia de la lectura en la formación de las personas. Su trabajo en la enseñanza y la reflexión sobre las prácticas de lectura la posiciona como una referente en estos temas.

En diálogo con Ticmas, Dib aborda los temas que ha desarrollado junto a Marina Elberger en Tiempo de leer (Ed. La Crujía): profundiza en cómo la lectura no solo enriquece la vida personal, sino que también fortalece el sentido de comunidad dentro y fuera de las aulas. Discute la relación entre la vida y la lectura, la importancia de dedicarle un tiempo específico, y cómo la lectura puede actuar como un sostén en la experiencia escolar, ayudando a construir conexiones entre los estudiantes en un entorno cada vez más digital y fragmentado.

Jimena Dib
Jimena Dib

La lectura y la alfabetización son dos temas escolares que se relacionan directamente. ¿De qué manera la lectura potencia a la alfabetización?

—La lectura y la escritura son dos componentes básicos de la alfabetización en sentido estricto. Ahora, hay que pensar que la alfabetización en el siglo XXI no es la misma que la alfabetización en el siglo XVII. Entonces, van a incluirse otras cuestiones. ¿Qué es ser alfabetizado hoy? Porque hay otras cuestiones que entran en juego; la alfabetización tiene que ver con la formación ciudadana, también. En lo inherente a la lectura, a mí me interesa hablar de literacidades, para nombrar las cuestiones más amplias que, por supuesto, en relación con la lectura digital y la lectura en papel, está totalmente interrelacionado. Lo que se requiere es una focalización que le permita a uno entrar y salir en distintos momentos.

Otro tema urgente de la educación es el abandono educativo. ¿La lectura puede ayudar a contener a los estudiantes?

—Lo que ayudaría mucho es la conformación de una comunidad de lectores. De lectores / escritores / hablantes / participantes de este mundo a caballo entre lo analógico y lo digital. Paula Tomassini, una de las autoras del libro, es profesora de secundaria y siempre empieza leyendo en voz alta en sus clases, y tiene estudiantes que le mandan mensajitos: “Profe, no empiece que estoy llegando tarde”. La lectura forma comunidad y es un sostén de las experiencias vitales que pueden suceder en la escuela. Yo lo he visto.

¿Cuánto tiempo se tendría que dedicar en cada nivel?

—El tiempo de lectura tiene dos aristas. La primera está en relación con la edad vital, que es un tiempo de lectura que puede empezar incluso antes de que los chicos lean convencionalmente, y que se va desarrollando a lo largo de la vida. Pero también pensamos que, en cada etapa, es muy importante pensar en la cantidad de horas que uno le dedica a la lectura. Por eso hablamos muchas veces de escenas de lectura, porque el tiempo y el espacio están interrelacionados. Es un poco lo que decía Cortázar, el cronotopo: el tiempo que es también un territorio, un espacio.

Hay un concepto que se pone en juego en su libro, y es la relación entre vida y lectura. ¿Cómo es esa relación? ¿Cómo se desarrolla?

—¿Qué relaciones pueden encontrarse entre lectura y vida? La pregunta es si la lectura interrumpe la vida o la vida interrumpe la lectura. Y, cuándo uno lee. ¿Qué tiempo se está viviendo? Ahí hay una relación que muchas veces es difusa; es difícil definir dónde empieza la vida y termina la lectura y a la inversa.

Tiempo de leer (Ed. La Crujía), de Jimena Dib y Marina Elberger
Tiempo de leer (Ed. La Crujía), de Jimena Dib y Marina Elberger

¿Por qué plantea la lectura como un oasis?

—Es algo relacionado con la idea del tiempo vivido y el tiempo transcurrido. Muchas veces uno siente en la lectura el enclave de un tiempo distinto. Algo sucede ahí, que se abre una posibilidad, una nueva experiencia del tiempo. Porque, en definitiva, uno puede pensar que el tiempo no existe y puede tener distintas experiencias de desarrollo del tiempo. La lectura tiene algo para aportarnos en este mundo actual.

¿Qué? Más allá de lo que se lee.

—Yo creo que la lectura puede hacer varios aportes, no solo en una dimensión personal, sino también en una dimensión social. Cuando uno lee está participando en un acto que escribió otro y que ese otro también lo hizo en un contexto distinto y se arman distintas capas de comunidad. Creo que, en ese sentido, la lectura es un oasis que nos une incluso a la distancia. Y es un oasis, porque el tiempo de la lectura parece un tiempo más demorado, que es muy diferente del tiempo consumido en que uno siente que está apurado, yendo como el conejito de Alicia.

¿Cómo es la relación del tiempo entre novela, poesía y metáfora?

—En relación con la novela, nosotros quisimos mostrar cómo se tensiona el tiempo con una lectura demorada en un contexto contemporáneo, donde los consumos culturales son cada vez más breves. En la novela, uno puede dedicar montón de horas de lectura e incluso posponer el final, construir un hilo te permite sostener la lectura. Cualquier obra literaria incluye un juego poético; esa capacidad de ver la vida desde otra perspectiva a través del lenguaje. Eso también se da en la novela, porque hay lenguaje poético, aunque no sea poesía. Y lo metafórico tiene que ver con lo simbólico. En la escena de la lectura hay también una reconstrucción. La lectura es la capacidad de representar el texto y el mundo que ese texto trae. Ahí se juega lo simbólico y lo metafórico, porque la mayoría de las cosas de las que no tenemos experiencia directa, como el tiempo, por ejemplo, lo entendemos en términos metafóricos.

Cuando Barthes habla de la relectura hace un planteo anticapitalista.

—Toda lectura es ideológica, en el sentido de que concebimos a la lectura en relación con cómo comunica una forma de ser en el mundo; algo que uno quisiera que suceda, aunque sea una utopía. En relación a la relectura, el tiempo no va para adelante. En realidad, es un tiempo que va para atrás. Es un tiempo de reencuentro, que también aparece mucho en la poesía. La relectura es una práctica también que nos permite demorarnos y profundizar en eso que estamos leyendo.

Ahí entra otro tema, que es la velocidad de la lectura.

—Nosotras planteamos un sentido más general. ¿Qué pasa con la lectura en el mundo contemporáneo? Ahí hay siempre una mirada utilitarista de todas nuestras prácticas, me parece, incluida la lectura. ¿Cuántos libros uno lee? ¿Cuántos libros acumula? De ahí viene también el planteo de Barthes en relación con los consumos. En ese sentido, planteamos el tema de la velocidad.

¿Cómo se hace para romper la lógica de la competencia o de la acumulación?

—Es importante la idea de que uno lee con otros, que se genera una comunidad lectora. La lectura no sólo se centra en el momento en que uno lee individualmente, sino que lo hace antes, durante y después de la lectura. Ahí se puede generar una comunidad y se puede hablar de los libros, construir una mayor interpretación entre todos. Es un tiempo común de la lectura que frena el individualismo y la competencia de cuántos libros leíste vos, cuántos libros leí yo. Pero está bien la idea también de que los lectores son voraces: cuando uno empieza a leer, quiere leer mucho. Eso les pasa a los chicos.

Constantino Bértolo en La cena de los notables dice que tradicionalmente la lectura era comunitaria hasta y que, cuando se hizo silenciosa, empezó a ser individual.

—La mayor parte de la historia de la lectura —que tampoco es tan grande, son unos 5000 años, más o menos— fue una lectura oral y compartida. Creo que hay que volver a recuperar esas instancias.

En los distintos tipos de formatos, ¿cuánta lectura hay en un audiolibro, en la lectura transmedia, en historia que continúa en Netflix o en YouTube?

—En el mundo contemporáneo, no se puede dejar de lado lo digital. Entonces, hay que analizar qué diferencias y semejanzas veíamos, y cómo se traslada de una manera más metafórica la idea de la lectura como construcción de sentido. Hoy hay una lectura de textos multimodales, no son solo audiovisuales. Es un territorio que propone otras modalidades de lectura. Es interesante cómo dialoga la lectura de libros de papel con una lectura hipertextual, cómo se relaciona la cultura más libresca con la cultura digital en la que estamos inmersos.

¿Hacia dónde tiende el lector?

—Yo creo que hay que hablar desde las experiencias de lectura, que son variadas. Hay diferentes interrelaciones. Cerca del año 2000 se auguraba el fin del libro y eso no sucedió. El libro todavía tiene vida útil. Me parece que lo importante es hablar de lecturas en plural y ver las distintas modalidades, espacios y territorios de lectura. Uno no piensa en que es una cosa o la otra, no hay una mirada dualista en relación con las prácticas; al contrario, hay que pensar cómo se pueden interrelacionar y potenciar.

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