Un reciente artículo publicado por el Observatorio del Tec de Monterrey explora en profundidad cómo los docentes pueden utilizar la Taxonomía de Bloom para estructurar de manera eficaz sus clases, logrando que el aprendizaje de los estudiantes sea más significativo y profundo. La autora del artículo, Mariana Jiménez, destaca la vigencia y relevancia de este modelo pedagógico, desarrollado en la década de 1950 por Benjamin Bloom y actualizado en los años 90 por Loris Andersen, uno de sus discípulos. A pesar de los avances en las teorías educativas, la Taxonomía de Bloom sigue siendo una herramienta esencial para la planificación didáctica desde el nivel preescolar hasta la universidad.
El artículo se centra en el ámbito cognitivo de la Taxonomía de Bloom, que es el más utilizado en la educación. Este ámbito organiza el proceso de aprendizaje en seis niveles jerárquicos que van desde la memorización básica hasta la creación de nuevo conocimiento: Recordar, Comprender, Aplicar, Analizar, Evaluar y Crear. A través de estos niveles, la Taxonomía de Bloom permite a los docentes guiar a sus estudiantes en un recorrido de aprendizaje que progresa de lo simple a lo complejo, fomentando habilidades de pensamiento crítico y resolución de problemas.
Los seis niveles de la Taxonomía de Bloom
El primer nivel, “recordar”, se enfoca en la capacidad del estudiante para retener y recuperar información básica. En esta etapa se trabaja con explicaciones teóricas, definiciones de conceptos y la memorización de estructuras y metodologías. Las actividades asociadas incluyen rememorar información de clases o artículos académicos, enlistar conceptos clave y reconocer las ideas principales de un tema. Es fundamental que los estudiantes estén bien equipados con el conocimiento básico necesario, ya que esto les permitirá avanzar a niveles más altos de la pirámide cognitiva.
El siguiente nivel, “comprender”, implica que el estudiante no solo recuerde la información, sino que también sea capaz de interpretarla y explicarla con sus propias palabras. Este nivel se asocia con actividades como la construcción de mapas conceptuales, la escritura de resúmenes y la discusión de temas con compañeros de clase. A través de estas prácticas, los estudiantes comienzan a construir significados y a establecer conexiones entre los conceptos aprendidos.
En el nivel “aplicar”, el conocimiento adquirido se pone en práctica para resolver problemas, tanto en escenarios ficticios como en situaciones de la vida diaria. Aquí, los estudiantes deben utilizar lo que han aprendido para abordar nuevas situaciones y desafíos. Ejemplos de actividades en este nivel incluyen calcular la solución de problemas matemáticos utilizando fórmulas, implementar nuevas técnicas de dibujo y aplicar conceptos teóricos a la resolución de problemas reales. Este nivel marca la transición del aprendizaje teórico a la aplicación práctica del conocimiento.
El cuarto nivel, “analizar”, se enfoca en la capacidad del estudiante para descomponer la información en partes más pequeñas y entender cómo estas partes se relacionan entre sí. Los estudiantes en este nivel pueden discutir en profundidad un tema, comparar y contrastar diferentes enfoques o inferir las consecuencias de una situación. La habilidad para analizar es crucial, ya que permite a los estudiantes descubrir nuevas perspectivas y significados dentro de la información que han aprendido.
El nivel “evaluar” implica la capacidad de hacer juicios informados y críticos sobre la información disponible. En este nivel, los estudiantes deben ser capaces de reunir toda la información que han adquirido, criticarla y juzgarla razonablemente, además de formular nuevas estructuras y soluciones. Las actividades asociadas con este nivel incluyen criticar la situación política de un país, formular hipótesis y corroborar su veracidad, y combinar conceptos para llegar a soluciones innovadoras.
Finalmente, el nivel “crear” representa el pináculo de la Taxonomía de Bloom. En este nivel, los estudiantes deben ser capaces de reformular toda la información aprendida para crear, planear y producir algo nuevo. Este es el nivel más alto, ya que requiere un alto grado de razonamiento, retención y creatividad. Ejemplos de actividades en este nivel incluyen producir un ensayo crítico, desarrollar una innovación para solucionar un problema de la vida diaria y proponer una campaña publicitaria. Aquí, los estudiantes utilizan su experiencia y criterio para generar nuevos conocimientos y soluciones.
La Taxonomía de Bloom sirve como una guía gráfica y estructural para los docentes. Esta planificación no solo les permite tener un control claro sobre lo que enseñarán, sino que también les ayuda a trazar una ruta clara para llevar a sus estudiantes hacia un pensamiento más complejo. Al utilizar este modelo, tanto docentes como estudiantes pueden alinearse mejor con los objetivos de aprendizaje propuestos, lo que en última instancia enriquece la experiencia educativa. De esta manera, los estudiantes pueden tener una visión clara de lo que se espera de ellos y lo que pueden lograr a lo largo de su curso o clase.