Resetear la educación: las tres claves para transformar el sistema ante la “revolución 4.0″

Generar “mentalidades disruptivas”, fortalecer el liderazgo educativo y potenciar la capacidad humana con la inteligencia artificial fueron tres ejes del Congreso Innova Educa 21, que reunió a más de 1500 referentes nacionales e internacionales en el campus de la Universidad Siglo 21 en Córdoba

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Jimena Folle, consultora en educación
Jimena Folle, consultora en educación y profesora de nivel inicial de Uruguay, fue una de las participantes internacionales del Congreso Innova Educa 21 realizado en Córdoba.

¿Cómo resetear la educación? La pregunta convocó a más de 1500 funcionarios, especialistas, referentes del sector privado y docentes de todos los niveles educativos de Argentina y de la región en el 7º Congreso Internacional Innova Educa 21, organizado por la Universidad Siglo 21. Generar “mentalidades disruptivas”, fortalecer el liderazgo educativo y potenciar la capacidad humana con la inteligencia artificial fueron tres ejes centrales de los debates que tuvieron lugar en el campus de la Universidad Siglo 21 en Córdoba. También hubo actividades las sedes de Buenos Aires y Rosario.

¿Por qué “reset”? “Nos pareció que era un término muy pregnante para plantear la cuestión de cómo nos ponemos irreverentes ante cuestiones que necesitan ser modificadas con mucha velocidad y que, a pesar de los esfuerzos del sistema, no logran cambiarse”, explicó María Belén Mendé, vicepresidenta de Fundación Universidad Siglo 21 y exrectora de la institución, a Infobae. La dinámica de cada panel se organizó a partir de un diagnóstico, casos inspiradores y una reflexión final que apuntó a “provocar al reseteo”.

La idea del “reset” como foco del congreso surgió también del diálogo con distintos actores del sistema educativo: docentes, funcionarios públicos, empresarios, organizaciones de la sociedad civil. “En las conversaciones, todos ellos coincidían en que la educación se tiene que resetear. Algunos lo plantean por la tecnología y la irrupción de la IA, otros por las grandes diferencias e inequidades sociales que tiene nuestro país, otros lo ven desde una perspectiva global, pero todos coinciden en que el rol de los educadores necesita una transformación profunda”, señaló Laura Rosso, rectora de la universidad.

Pablo Rivarola, vicerrector de Asuntos Académicos la Universidad Siglo 21, señaló que la idea del “reseteo” implica ir más allá de la innovación. “Reset tiene que ver con reiniciar y volver a la pregunta inicial por el sentido: ¿para qué educamos? ¿por qué hacemos lo que hacemos? A veces la innovación consiste en generar respuestas sin profundizar mucho en las preguntas, y entonces vamos construyendo sobre una base que debería ser repensada”. Citando al sociólogo Richard Sennett, Rivarola enfatizó que la educación supone un “tiempo artesanal” que implica “reconocer de manera integral al sujeto que tenemos enfrente”.

Durante el congreso se entregó
Durante el congreso se entregó un reconocimiento al “liderazgo innovador”: la ganadora fue Carolina Paganini, directora del profesorado de Educación Física del Instituto Almirante Brown (Haedo).

Mentalidad disruptiva: pensar “fuera de la caja”

El primer panel, sobre “mentalidad disruptiva”, estuvo a cargo de Carlos Magro Mazo, presidente de la Asociación Educación Abierta; Rosalinda Ballesteros, directora del Instituto de Ciencias de la Felicidad de la Universidad Tecmilenio de Monterrey; y Pablo Rivarola, vicerrector de Asuntos Académicos de Universidad Siglo 21. Según explicó Rivarola, el planteo tiene que ver con “pensar fuera de la caja, habilitar el pensamiento lateral, cuestionar lo dado y empezar a ensayar alternativas”.

“La idea de mentalidad disruptiva te lleva a revisar algo que nos está pasando en el sistema educativo: los chicos no están motivados porque no están retados, porque no sienten que tengan un reto en el aula o que vayan a poner algo de sí mismos en el aprendizaje”, afirmó Mendé, y señaló que una forma de abordar esta cuestión es proponer el “aprendizaje por retos”.

“Ya no alcanza con que un docente se pare a dar contenidos en un aula donde otros lo escuchan para que podamos decir que ahí hay aprendizaje. Posiblemente no haya un único rumbo para transitar, pero está claro que tenemos que pensarnos de manera diferente –agregó Rosso–. De ahí la importancia de la mentalidad disruptiva: no para destruir lo que nos trajo hasta acá, sino para construir hacia adelante desde una visión distinta”.

Rosalinda Ballesteros, directora del Instituto
Rosalinda Ballesteros, directora del Instituto de Ciencias de la Felicidad de la Universidad Tecmilenio de Monterrey, y Laura Rosso, rectora de la Universidad Siglo 21.

Rosalinda Ballesteros sostuvo que uno de los elementos de la “mentalidad disruptiva” en educación apunta a reponer una mirada integral sobre los estudiantes y poner el foco no solo en sus aprendizajes académicos, sino también en su bienestar emocional y su felicidad. Contó que en la Universidad Tecmilenio, todos los estudiantes de primer año deben cursar una materia titulada Principios de Bienestar, orientada a la gestión de las propias emociones, el desarrollo personal y la búsqueda de trascendencia. El objetivo: ayudarlos a construir “una vida placentera, una vida involucrada y con propósito”.

“Normalmente en una educación tradicional aislamos todos los elementos emocionales y relacionales, y nos centramos solamente en la formación de las competencias académicas o disciplinares. Pero el ser humano no es solamente racional: somos pensamientos y emociones. A fin de cuentas, estudiamos porque queremos encontrar caminos para aportar a la sociedad, para ser exitosos... en definitiva, para ser felices”, explicó Ballesteros. Esta perspectiva es la que inspira del trabajo del Instituto de Ciencias de la Felicidad, aliado de la Universidad Siglo 21 en el desarrollo de una “educación positiva”: así denominan la propuesta pedagógica que busca integrar el desarrollo de las competencias académicas con las competencias para la vida.

Durante el evento también se entregó un reconocimiento al “liderazgo innovador”: la ganadora fue Carolina Paganini, impulsora del proyecto “Gladiadores en zapatillas” en el profesorado de Educación Física del Instituto Almirante Brown de Haedo, provincia de Buenos Aires. Al recibir su premio, Paganini compartió con el público una frase que la moviliza: “Las ideas evolucionan cuando la emoción conmueve”.

En el cierre del encuentro se entregó un doctorado honoris causa al arzobispo de Córdoba, Ángel Sixto Rossi, quien tuvo una influencia determinante en el desarrollo del modelo educativo de la Universidad Siglo 21: promovió que, desde su origen, la universidad formara “líderes con conciencia social”, para lo cual se creó una materia de voluntariado en espacios vulnerables, obligatoria para todos los estudiantes. Al recibir la distinción, el arzobispo resaltó la importancia de “poner a la persona en el centro de la tarea educativa” y afirmó que “la excelencia es un medio, no un fin”. Para Sixto Rossi, el gran desafío es “educar en excelencia para el servicio”.

“Su incansable labor en la construcción de un mundo más justo y su liderazgo han dejado una huella imborrable en la vida de muchas personas, reflejando los valores que defendemos. Admirado por su valiosa contribución a proyectos solidarios y su apoyo a iniciativas educativas para el bienestar social, este reconocimiento celebra su compromiso y dedicación”, explicaron desde la universidad, y se refirieron a Sixto Rossi –cercano al papa Francisco– como “un ejemplo inspirador para nuestra comunidad y la sociedad en general”.

Liderazgo: sin timonel no hay transformación

El panel sobre liderazgo convocó a Mercedes Miguel, ministra de Educación de CABA; María Victoria Angulo González, exministra de Educación de Colombia; Greyla Álvarez, CEO y fundadora de BenchLab; Esteban Torre, director de Educación de CIPPEC; y María Belén Mendé, vicepresidenta de Fundación Universidad Siglo 21.

Esteban Torre, María Victoria Angulo
Esteban Torre, María Victoria Angulo González, Greyla Álvarez, Mercedes Miguel y María Belén Mendé (de izq. a der.) expusieron en el panel sobre liderazgo educativo.

Esteban Torre trazó un diagnóstico crítico sobre los resultados del sistema educativo a partir de los datos de las pruebas Aprender de Lengua y Matemática en primaria y en secundaria, y en un contexto en el que 6 de cada 10 chicos son pobres en Argentina. El especialista de CIPPEC señaló que las cifras muestran la necesidad de un “reseteo” en la forma de pensar la política educativa.

Argentina no logró consolidar una plataforma de gobierno de la educación que traccione una mejora sostenida”, afirmó Torre, y consideró que para revertir los resultados hay que revisar la forma de hacer política educativa. Para resolverlo, es clave el liderazgo: “No hay transformaciones sistémicas en educación que no hayan tenido un liderazgo detrás”, aseguró.

Torre apeló a la etimología griega de “gobierno” en relación con las nociones de “timón” y “timonel”. Y describió que el sistema educativo necesita un liderazgo transformador (orientado al cambio de largo plazo), distribuido (con una visión generosa y horizontal) y profesional: “Un liderazgo que no se apoya en la improvisación, tiene un método para tomar decisiones, se basa en la evidencia, planifica a largo plazo, marca agenda y plantea soluciones creativas”.

Mercedes Miguel explicó que uno de los ejes centrales del plan estratégico Buenos Aires Aprende es el fortalecimiento de los aprendizajes fundacionales de Lengua y Matemática. “Parte del reseteo actual consiste en mover el foco de la enseñanza al aprendizaje”, consideró la ministra de Educación de la Ciudad de Buenos Aires. Miguel definió a los docentes como “líderes de aprendizaje”, subrayó la necesidad de quebrar la “inercia” del sistema educativo y resaltó que en el ministerio crearon una gerencia operativa de Bienestar Emocional para conciliar lo cognitivo y lo emocional en el trabajo con los estudiantes.

María Victoria Angulo González contó sobre su propio “reseteo” personal luego de estar durante 8 años al frente del sistema educativo, primero a nivel municipal en Bogotá y luego nacional en Colombia, durante el gobierno de Iván Duque. “Uno no se puede resetear sin ser aprendiz”, comentó Angulo. La exministra subrayó el valor de las “pausas” para hacer lugar a la creatividad e invitó a la audiencia: “Todos nos podemos y nos debemos resetear”.

María Victoria Angulo González, exministra
María Victoria Angulo González, exministra de Educación de Colombia, y María Belén Mendé, vicepresidenta de Fundación Universidad Siglo 21.

Angulo González planteó la importancia de que los directivos de escuela reciban educación emocional para potenciar sus habilidades de liderazgo, y advirtió que los problemas educativos de la región son demasiado serios como para que la política siga discutiendo sin construir acuerdos para empezar a resolverlos: “La educación no puede ser usada para la confrontación partidaria”.

“Si te demoras cinco o seis años en que venga el cambio, esos muchachos ya terminaron la primaria o la secundaria. En América Latina no podemos postergar la transformación del sistema educativo”, dijo Angulo González en diálogo con Infobae. Y resaltó “la riqueza que le aporta a la educación la interacción entre lo público y lo privado”.

La exministra de Educación de Colombia también se refirió a la importancia de que el liderazgo político construya confianza entre los actores del sistema educativo: “Creo que la confianza se construye cuando hay coherencia del primer al último minuto de una gestión: que esté claro lo que vienes a proponer y lo que quiere tu interlocutor. Es importante darse muchos espacios de diálogo para conocerse, aunque la visiones sean diametralmente opuestas. La confianza supone aprender a valorarse en el marco del respeto. Y sostener en público los acuerdos que se hacen en privado”.

Potencia humana e inteligencia artificial

El panel sobre “potencia humana” e inteligencia artificial estuvo a cargo de Leonardo Medrano, secretario general de Academia y Desarrollo de Universidad Siglo 21; Tomás Porchetto, especialista en IA y creador de Constana; y Lorena Moscovich, jefa de Experimentación del Laboratorio de Aceleración del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo en Argentina.

Generar “mentalidades disruptivas”, fortalecer el
Generar “mentalidades disruptivas”, fortalecer el liderazgo educativo y potenciar la capacidad humana con la inteligencia artificial fueron los tres ejes del congreso.

Las intervenciones apuntaron a entender la “revolución 4.0″ –signada por la irrupción de tecnologías como la la inteligencia artificial, la robótica avanzada, la realidad aumentada y el big data– como una oportunidad para “potenciar las capacidades y valores humanos” antes que como una amenaza. En ese sentido, algunos expositores hicieron referencia a la necesidad de un “tecnohumanismo” que piense las tecnologías al servicio de la inteligencia humana, sin desconocer los riesgos que trae su irrupción.

Lorena Moscovich enfatizó la necesidad de que el sistema educativo ponga el foco en “el pensamiento crítico, el pensamiento causal y la construcción de hipótesis” por parte de los estudiantes, así como “la creatividad y la empatía”. También reconoció que los docentes hoy enfrentan el desafío de “educar a los estudiantes para un mundo que no conocemos”.

Tomás Porchetto partió de una pregunta: “En 2040, cuando miremos hacia atrás, ¿qué errores habremos cometido en el uso de la IA?”. Habló sobre la competencia entre distintas empresas y entre las grandes potencias mundiales en el desarrollo de los modelos de IA –la comparó con la “carrera espacial” de la Guerra Fría– y planteó una serie de cuestiones críticas como quién entrena más rápido a los modelos y quién accede a la energía más barata, a la mejor información y al mejor hardware para poder acelerar ese entrenamiento.

Leonardo Medrano destacó que la inteligencia artificial en educación puede ser tanto una herramienta poderosa como un factor de riesgo, dependiendo de cómo se utilice. En diálogo con Infobae, subrayó que el acceso desigual a la formación en IA es un desafío crítico, ya que quienes no estén capacitados en su uso podrían quedar en desventaja, tanto en el ámbito educativo como en el mercado laboral. Medrano formuló tres preguntas sobre la adopción de la IA en el sistema educativo: ¿qué aporta la IA en educación? ¿qué tiene que cambiar en el sistema a partir de su irrupción? ¿cuáles son los riesgos en el uso de esta herramienta?

Leonardo Medrano, secretario general de
Leonardo Medrano, secretario general de Academia y Desarrollo de Universidad Siglo 21, habló sobre los desafíos educativos que implica la irrupción de la inteligencia artificial.

Para sintetizar los aportes de la IA al sistema educativo, aludió a “las 3P”: predicción, proactividad y personalización. “La IA nos permite personalizar las experiencias de aprendizaje de nuestros estudiantes; los docentes podemos volvernos diseñadores de experiencias para cada uno de nuestros alumnos. La IA también tiene una gran potencia predictiva: hoy con los Sistemas de Alerta Temprana podemos conocer de manera anticipada el riesgo de que un estudiante abandone la escuela o la universidad, y así prevenir la deserción. Además, la IA potencia la proactividad y el protagonismo de los estudiantes en su interacción con los contenidos educativos”.

Con respecto a la respuesta del sistema, Medrano condensó su respuesta en “las 3C”, que aluden a tres habilidades humanas que deben ser potenciadas: la creatividad, la comunicación y el pensamiento crítico, para evitar que los estudiantes “generen una dependencia tecnológica de la IA que les impida poder tomar una decisión o desarrollar una idea por sí mismos”.

“Vamos hacia un modelo de cogniciones distribuidas: la tecnología se está volviendo casi un órgano más. No razonamos solamente con nuestro cerebro, sino en cooperación con una interfaz digital”, dijo Medrano a Infobae. En ese sentido, destacó la importancia de desarrollar un consenso sobre lo que constituye un uso adecuado de la IA, como se viene haciendo con los celulares, y descartó que la prohibición tenga sentido. Sostuvo que se trata, en todo caso, de cambiar las formas de evaluar a los estudiantes –enfocándose más en el proceso y desarrollo de competencias– y de promover un uso ético y consciente para minimizar los riesgos.

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