Las apuestas online se han convertido en un problema cada vez más preocupante entre los adolescentes. Hay casos en que, sin la supervisión adecuada, pueden llegar a apostar en cualquier momento del día, incluso durante las clases. Esta realidad inquieta aún más al considerar los datos de UNICEF, que revelan que casi el 70% de los adolescentes estima que sus familias saben poco o nada sobre sus actividades en internet, y solo el 24% hablaría con ellas si enfrentara un problema en el ámbito digital. La falta de comunicación y acompañamiento ha llevado a la naturalización de conductas riesgosas en los entornos digitales.
Lucía Fainboim, licenciada en Ciencias de la Comunicación y directora de la consultora Bienestar Digital, ha trabajado intensamente en la investigación y capacitación sobre ciudadanía digital. Desde marzo del año pasado, ha detectado un auge en las apuestas online entre los adolescentes, un tema que comenzó a abordar gracias a las alertas tempranas de los docentes. Fainboim es también autora del capítulo “Crianza digital y apuestas online” del libro Apuestas online. La tormenta perfecta, compilado por Federico Pavlovsky.
En esta entrevista con Ticmas, analiza las causas y consecuencias de esta problemática y destaca la importancia de una educación digital que involucre tanto a las escuelas como a las familias, promoviendo un uso crítico y reflexivo de las plataformas digitales entre los jóvenes.
—¿Cómo se toma de una forma integral el problema de las apuestas online?
—Las apuestas online son un síntoma de época. Es una problemática que habla de muchas cosas, y, si no entendemos la profundidad del mensaje, seguramente vamos a repetir con problemas que tengan otras características, pero con un mismo origen. Algo que nos viene a explotar en la cara tiene que ver con una ausencia muy fuerte de las personas adultas respecto de sus tareas de cuidado en internet. Hace muchos años que vemos que los chicos, desde muy temprana edad, usan plataformas digitales sin referencia adulta, sin acompañamiento. Primero es un dibujito, después el celu, las redes sociales y así se va construyendo. Yo lo comparo con el mundo de los juguetes de Pinocho.
—¿En qué sentido?
—En que parecía que internet es un mundo donde no hay adultos. Está buenísimo cuando se divierten, pero cuando empiezan a aparecer problemas, inquietudes, angustias, obviamente es preocupante, porque no tienen ni idea de quién los está cuidando. Porque, en realidad, nadie los está cuidando.
—¿Por qué no se dan esas tareas de cuidado?
—Yo creo que hay dos puntos importantes. Por un lado, creo que arrastramos la idea de que lo que pasa en internet es menos real y, por lo tanto, no es tan grave. Con respecto a las apuestas online, tengo un ejemplo muy claro: estoy segura de que cualquier adulto, si ve a un chico de 14 años en las maquinitas del casino o el bingo a las 3 de la mañana, le parecería un horror. Sería un escándalo nacional. ¡Y eso pasa! El celular puede ser un casino en la mano de cualquier chico. No lo digo para sembrar el pánico, sino para entender que no porque pase en un celular es menos real que un bingo donde, por cierto, no pueden entrar.
—Me decías que había otro punto.
—Sí. Creo que a las personas adultas nos incomoda meter mano, poner límites, participar de lo que pasa en internet, porque sentimos que no estamos a la altura de estos chicos que la tienen clara, son súper cancheros, son “nativos digitales”. ¿Qué rol voy a tener si me expongo, si me muestro como un ignorante? Así nos fuimos corriendo. Y, sumado a eso, la necesidad de darles las pantallas para hacer nuestras cosas. Todo eso genera, como dice el título del libro, una tormenta perfecta.
—¿La escuela cómo puede dar respuestas al problema de las apuestas online?
—La escuela cumplió una muy buena función en detectar tempranamente este tema.
—Mariana Maggio, a quien entrevistamos hace un par de meses, nos dijo exactamente lo mismo: que ella también lo descubrió por los docentes.
—Es que fue muy notorio. Creo que les explotó en la cara por lo burdo que fue tener a un chico apostando en la mitad de la clase o en el recreo. Hace unos días, una docente me hablaba de un chico que no quería entrar al aula porque estaba por ganar 10.000 $. El gran desafío de la escuela —a pesar de todo lo que le estamos pidiendo actualmente— es la alfabetización digital. Porque, cuando pensamos qué habilidades tienen los chicos en internet, quizás nos quedamos solo con las habilidades instrumentales y no solemos darle la importancia de las habilidades de tipo reflexivas. ¿Cómo me pienso como usuario de esta plataforma? ¿Cómo funciona esta plataforma? ¿Cómo es el modelo de negocios? ¿Cuál es el modelo de negocios de esta plataforma? El tema de las apuestas online es un gran lugar para que los chicos puedan pensar en estas plataformas con una mirada crítica.
—¿Cómo impacta el uso de las billeteras virtuales en las apuestas online?
—Cualquier persona que trabaja en los derechos de niños, niñas y adolescentes sabe que un concepto muy potente es el de autonomía progresiva. ¿Qué quiere decir? Un ejemplo: si yo tengo un hijo de cinco años que quiere empezar a cortar a cuchillo, primero me vio a mí usarlo muchísimas veces; después, el primer cuchillo que le doy no tiene filo y le digo dónde y cómo poner los dedos; cuando veo que está listo le doy un cuchillo con filo, pero me quedo mirándolo muy de cerca hasta que, en algún momento, logra la autonomía total. Eso que hacemos habitualmente no lo estamos haciendo en internet. Los chicos pueden tener billeteras virtuales desde los 14 años y no están planteadas desde una autonomía progresiva. Tienen las mismas funciones que una persona adulta.
—¿Cómo debería ser?
—Creo que hay una deuda en cómo trasladar los criterios de autonomía progresiva a las aplicaciones, las billeteras virtuales, los sitios de búsqueda. Está buenísimo que los chicos usen billeteras virtuales, pero que cada familia debería acompañarlos en el uso. Lo mismo que al permitirles que tengan celular y redes sociales. Y también preguntarse si ese chico está listo para el desafío.
—¿Cómo podría darse un trabajo conjunto entre escuela y familia en la alfabetización digital?
—Es súper importante que haya una alianza entre escuela y familias, porque por ahora se vienen pasando la pelota. Las familias le exigen fuertemente a la escuela que prohíba el uso de celulares cuando en casa no hay ningún tipo de regulación. Pareciera que estamos esperando que lo haga el otro porque nos cuesta poner límites, que es básicamente lo que está pasando. Pero hay que poner límites, y no lo digo en un sentido autoritario. Los chicos no tienen límites en sus usos digitales y esto trae un montón de consecuencias: crisis de concentración, de atención, ansiedad, etcétera. Escuela y familias tienen que entablar una relación empática lo más abierta posible para saber en qué están los chicos, qué usos hacen en territorios digitales, qué habilidades tienen. Y, algo importante que en general se pasa por alto, es cómo contrarrestamos: siempre nos enfocamos en qué les pasa a los chicos en internet, pero no en cómo fomentamos otro tipo de habilidades cuando no están en internet para que lleguen más robustecidos a las plataformas. Ese también es un trabajo en el que deberían ocuparse las escuelas y las familias.
—Luciano Lutereau dice en Crianza para padres cansados que los padres, cada vez más exigidos por el trabajo y las obligaciones, encuentran una solución rápida en dar una tablet para seguir con sus tareas.
—Hay una idea muy poderosa que sirve para pensar el vínculo de los chicos con las plataformas en general y con las apuestas en particular: siempre la tecnología nos habla de algo que sucede más allá de la tecnología. Siempre es un síntoma de época. La invención de la imprenta hablaba de una sociedad que pudo generar ese avance, que después impactó en las formas de ser y estar en el mundo. Lo peor que podemos hacer es agarrar la tecnología con una pinza y mirarla descontextualizada.
—Bueno, Carlos Scolari dice en La evolución de los medios que la aparición de una tecnología cambia a la sociedad.
—Cambia la sociedad y, a la vez, habla de cómo es la sociedad que la pudo crear. Refleja las formas del pensamiento. Alessandro Baricco dice en The Game algo interesante: no estamos ante una revolución digital, estamos ante una revolución mental. ¿Qué dice de nuestra sociedad las formas que proponen las tecnologías digitales? Byung-Chul Han habla en La sociedad del cansancio de las familias atravesadas por el pluriempleo, por la exigencia de la productividad donde la agenda completa es un valor, entonces, claro, las pantallas aparecen como una gran solución. Creo que, cuando decimos que hay una ausencia adulta, lo que queremos decir es que hay un mal ejemplo de los adultos. Hay una frase muy movilizante que dicen los chicos, sobre todo en Jardín y primer ciclo de primaria: cuando hablan con las familias les piden “Escúchame con los ojos”.
—¿Qué se puede hacer?
—Un buen punto de partida es que las familias hagan una autocrítica respecto de su uso de plataformas. No solo de las laborales, sino también de entretenimiento. Yo puedo querer que mis hijos sean educados y digan “por favor” y “gracias”. Y les puedo decir muchas veces que lo digan, pero sólo lo van a decir si me ven a mí decirlo. Una primera línea de alfabetización digital en casa es pensar cómo mejoro yo mi vínculo con las pantallas, cómo les hablo de mi vínculo con las pantallas. Una buena idea es decirles: “Si tengo el celular me cuesta estar con vos, me desconcentro; vamos a tomar un helado y dejar el celular en casa, porque si no me convoca todo el tiempo”. Los chicos aprenden mucho más de lo que hacemos que de lo que decimos.
—¿Cómo se resuelve la contradicción de no dejar que entre la tecnología en aula y a la vez que la escuela aborde la alfabetización digital?
—Lo que preocupa en la escuela es el uso de las plataformas que se rigen bajo recomendación algorítmica. Es un contenido fragmentado, híper estimulante, que después causa las consecuencias que nos preocupan por un uso desmedido, como es la crisis total de concentración de atención, la ansiedad, la poca tolerancia a la frustración y a la espera. Obviamente, con el celular son mucho más accesibles las redes sociales, los jueguitos, las plataformas de apuestas online. Pero otra cosa son las plataformas educativas, que no están bajo las recomendaciones algorítmicas y promueven una alfabetización digital. Que los chicos investiguen, que aprendan, que puedan meter mano, fomentar la producción, la creatividad. El tema es que las plataformas industriales nos tapan el bosque. Hay que pensar estrategias urgentes para reducir, sobre todo a los chicos de nivel inicial y primario, el tiempo de exposición a estas pantallas.
—El discurso en torno a la tecnología, las redes sociales y las apuestas online, suele estar medicalizado. En una investigación de Mora Matassi, los estudiantes decían “Soy adicto a TikTok”, por ejemplo. Y cuando hablamos de las apuestas online, inmediatamente aparece la palabra “ludopatía”. ¿Cómo afecta ese tipo de discurso?
—Es súper negativo. Por un lado, porque corre de foco el problema: no estamos ante una epidemia de ludopatía. Hay chicos que tienen un uso problemático de las plataformas —y de apuestas online en particular—, pero que no cumplen con la categoría de ludópata. Entonces parece que no hay un problema y eso naturaliza un vínculo que claramente no es saludable. Revoleamos diagnósticos y nos perdemos una discusión más profunda y rica que es qué vínculos están teniendo los chicos. Porque estamos experimentando en vivo, sin conocer demasiado los efectos de esta hiperconexión tan temprana y desmedida, y empezamos a ver consecuencias preocupantes. No es necesario que un chico tenga una adicción a las pantallas para que tenga un problema de concentración. Y algo peor. Estamos viendo chicos de seis o siete años que no juegan con juguetes, que no generan juegos simbólicos tan importante para su desarrollo. Si nos quedamos en si cumple con un diagnóstico, nos perdemos un debate que deberíamos haber hecho antes de ayer, y es cómo vinculamos a los chicos con las plataformas que, obviamente, llegaron para quedarse.