Laura Osorio es gestora técnica del Observatorio de la Ciencia, la Tecnología y la Sociedad de la OEI y trabaja en la Red INDICES, la red de indicadores de la educación superior en Iberoamérica. En esta entrevista con Ticmas, Osorio habla del crecimiento sostenido de la matrícula universitaria en América Latina, que en la última década aumentó hasta alcanzar a 33,5 millones de estudiantes.
Sin embargo, Osorio señala que aún persisten desafíos, como la baja participación en programas de doctorado y la brecha de género en áreas STEM. Además, enfatiza la necesidad de alinear la oferta educativa con las demandas del mercado laboral y de fomentar una distribución más equitativa de la matrícula entre diferentes disciplinas.
—Quiero partir del informe que publicó el Observatorio hace unas semanas, que decía que la matrícula universitaria crecía en toda la región. ¿A qué se debe?
—Se debe a las políticas de fomento de la educación en general, pero, sobre todo, a la necesidad de los diversos países de crear mayor masa de conocimiento, más capacidades y recursos altamente calificados. En la última década, la matrícula subió más o menos el 30%. En casi todos los países de la región existió esta tendencia. Salvo en la pandemia, que fue como un quiebre.
—¿Cuáles son las carreras que más se eligen?
—Es notorio que sigue habiendo como una sobre especialización de algunas áreas. Hay una tendencia a que las personas elijan la salud, la educación y administración de empresas, y no así otras áreas como son las STEM. Lamentablemente, todo lo que se refiere a las TICs, a las ingenierías y la matemática siguen con una poca elección por parte de quienes empiezan el nivel superior universitario.
—¿Programación también?
—Es un área que no presenta mejoras significativas, como sí la tienen otras carreras y especializaciones. En este informe y en uno previo sobre brechas de género en la educación superior y en la ciencia, notamos que la participación de las mujeres en estas áreas de conocimiento está bajando. Hay países, como México, Colombia y Argentina, donde se nota que, en la última década, hubo una fuerte caída de la participación de las mujeres.
—¿Por qué?
—Lo hemos intentado analizar y ha sido complejo. Sólo con el número no entendemos la totalidad de los fenómenos, necesitamos otra parte más cualitativa. Pero hablando con gente que está especializada en ese tema como Chicas en tecnología, por ejemplo, vemos una ampliación de la brecha de género también en relación a la educación no formal. Hay mucha oferta de cursos que no están asociados a la educación universitaria y esto también se ve en los números. En conversaciones con ellas planteábamos que posiblemente haya mucha más salida laboral en cursos que te acrediten en poco tiempo y no en las carreras de cinco o siete años.
—Para poner un marco: crece la matrícula de los bootcamps frente a la de las universidades.
—Al menos es lo que inferimos de los datos oficiales de los Ministerios de Educación. Porque otro problema es que de la información que sale de lo oficial no se tiene mucho registro. Pero hay una hipótesis relacionada con el mercado laboral que indica que está creciendo exponencialmente por la idea de que mientras trabajas, estudias, que es una conexión más directa que con la universidad.
—¿Qué tan importante es un título universitario en la percepción del estudiante?
—Es un tema bastante complejo y en el Observatorio no trabajamos con este tipo de percepción, por lo que voy a decir es a nivel individual. Hay ciertos sectores del mundo laboral donde la formalidad del título es más demandada. Pero hay otros sectores, como lo que vemos de las TIC, con más flexibilidad para que puedas ingresar al mercado laboral. Esto repercute en que las personas elijan o no ciertas carreras, lo mismo que continuar en una especialización.
—En un momento hablabas de ciertas áreas que tienen una superpoblación de estudiantes frente a otras en donde falta de estudiantes. ¿Los Estados hacen campañas para intervenir en la elección de las carreras? La carrera no deja de ser una elección de vida de una persona, pero los países necesitan profesionales de distintas disciplinas.
—Sí. De hecho, hasta mediáticamente hay un gran incentivo para que las personas estudien ciencias, ingenierías, matemáticas y naturales, porque son las áreas que más están faltando. Es un fenómeno que pasa en toda la región. Históricamente, las áreas de conocimiento que mayor elección han tenido fueron Abogacía, Medicina, Educación. En este momento hay muchas políticas relacionadas con las mujeres. Este año, para el día de la celebración de la mujer y la niña en la ciencia, hicimos una búsqueda sobre las políticas que se estaban llevando a cabo en los países para fomentarlas en las mujeres y hay 17 políticas actualmente.
—¿Cuáles, por ejemplo?
—Una de las más importantes es la de L’Oreal, que está presente en casi todos los países de la región. Financia y también visibiliza, lo que hace que claramente el trabajo de las científicas sea conocido. Hay países que tienen perspectivas de género, no solamente para el ingreso a las carreras, sino también en la vida profesional, con apoyo para que las mujeres permanezcan en la vida científica. Pero justamente con las TIC, que es el tema del momento con todo lo relacionado con el software, las grandes bases de datos, la inteligencia artificial, etc., nos llamaba la atención que no está funcionando.
—Hay una iniciativa de la UNESCO para normalizar los títulos y facilitar que los estudiantes puedan revalidar la carrera y continuar sus estudios en otro país. ¿Cómo lo ven ustedes?
—Es una política bastante interesante. El tema, para nosotros, es ver cómo se va a reflejar en la formalización del egreso. Este tipo de cambios en el nivel de las acreditaciones incide y repercute en los datos. Pero más allá de eso, es interesante porque hay lugares en los que no tienes la posibilidad de enganchar tus últimas materias de licenciatura con la maestría y eso termina siendo un condicionante para continuar tu carrera académica. Hay países en los que la especialización se vuelve mucho más costosa. Ahí te das cuenta de que los reportes en maestrías y doctorados sufren, y la facilidad que ahora tienen algunos países bajo esta normativa de la UNESCO va a terminar ser bastante positiva.
—¿Tienen una configuración de las titulaciones en relación a los países centrales o más desarrollados?
—A lo que venía comentando, puedo agregar que uno de los mayores conflictos de la región está en el nivel de especialización: más o menos el 1% de los egresos son en doctorado. Esto mismo coincide con la matrícula; la posibilidad de acceder a este tipo de especializaciones es bastante complejo en la región. No así en los países centrales, como le acabas de decir. Nosotros manejamos datos de España y Portugal, que tienen otro tipo de dinámica en la matrícula. Pero no nos olvidemos que, en España, por ejemplo, hubo un fenómeno bastante fuerte a partir del 2010, y eso también se ve en los números. Venía cómo la matrícula había bajado muchísimo —tanto en licenciaturas como maestrías y doctorados— y últimamente viene repuntando.
—¿En América Latina cómo es la tendencia?
—Hay un poquito más en maestrías, pero los doctorados están estancados. Un dato interesante es que, desde la perspectiva de géneros, en términos generales, la matrícula está feminizada. En casi todos los países de la región hay más mujeres participando en la educación superior. Sin embargo, cuando empiezas a ver los datos de doctorado, empieza a decaer. Otro tema es el financiamiento de la educación superior: hay países como Brasil y México, que bajaron el gasto y eso supone un problema. Esto repercute también en países como Argentina. En términos generales, la región tiene una heterogeneidad muy marcada en la educación que repercute en la universitaria.
—En los últimos años, en la región hubo una explosión de instituciones universitarias. ¿Esas universidades han mejorado la capacidad de los títulos universitarios?
—Es importante lo que planteas de las nuevas universidades, porque, si nos ponemos a ver, la educación superior privada es un fenómeno que ha crecido mucho y tiene más del 50 de la matrícula y del egreso.
—¿En la Argentina y México también?
—No. Hay países como Argentina, Cuba, México, donde el fuerte está en lo público. Pero el boom de la educación superior empezó en los 90. Creció mucho lo privado. Es otro fenómeno que incide en que haya más gente estudiando. Pero, lo digo a nivel personal, no sé qué tan alta sea la calidad de esa educación. Es de público conocimiento que en Ecuador hubo una reforma por las llamadas “universidades garaje”, que eran pequeñas universidades privadas que, sin embargo, no podían acreditar la calidad.