La práctica reflexiva, abordada en un artículo de María Teresa Macías Torres para el Observatorio del Tec de Monterrey, se presenta como una herramienta fundamental en la formación de docentes, especialmente aquellos involucrados en la educación inclusiva.
En un contexto donde la inclusión educativa enfrenta desafíos sustanciales, esta práctica ofrece un camino para mejorar la calidad educativa a través de la reflexión crítica y sistemática sobre la propia labor docente. El texto se enfoca en la relevancia de la reflexión dentro del equipo interdisciplinario de las Unidades de Educación Inclusiva (UDEI) en México, destacando su potencial para transformar la educación al integrar teorías con la práctica en contextos educativos reales y diversos.
El artículo subraya que la inclusión educativa no es solo un principio ético, sino una necesidad operativa para garantizar que todos los estudiantes, independientemente de su condición, tengan acceso a una educación de calidad. Sin embargo, uno de los principales obstáculos en este proceso es la formación docente, un aspecto crucial que requiere atención constante y renovación. Macías Torres indica que, aunque en estados como Nuevo León se han establecido estructuras como las UDEI para apoyar la inclusión, la cobertura y efectividad de estas unidades aún está lejos de ser óptima. Actualmente, con 262 UDEI operando en más de 1902 centros educativos, aún quedan varios municipios sin acceso a estos servicios, lo que refleja la necesidad de una expansión y fortalecimiento de la educación inclusiva.
El papel de la práctica reflexiva
La práctica reflexiva es presentada como una metodología que permite a los docentes vincular teoría y práctica, promoviendo una educación más crítica y adaptada a las realidades de cada contexto educativo. Este enfoque no solo mejora la intervención educativa, sino que también impulsa el desarrollo personal y profesional de los docentes. La autora recurre a la conceptualización de la práctica reflexiva de figuras clave como John Dewey, Donald Schön y Philippe Perrenoud, quienes han fundamentado la importancia de reflexionar no solo “en” la acción, sino también “sobre” la acción, permitiendo una intervención más consciente y eficaz en el aula.
Macías Torres argumenta que la práctica reflexiva es particularmente efectiva para el equipo interdisciplinario de las UDEI, dado que estos profesionales, quienes deben garantizar la inclusión de estudiantes con diversas necesidades, se benefician enormemente de un enfoque que los impulse a cuestionar y mejorar continuamente sus métodos y estrategias. En este sentido, la práctica reflexiva no es solo un ejercicio intelectual, sino una necesidad formativa que debería ser sistemáticamente implementada.
El artículo detalla varias herramientas que pueden facilitar esta reflexión sistemática, incluyendo bitácoras, diarios reflexivos, estudios de caso, registros anecdóticos, historias de vida y diálogos reflexivos entre pares. Cada una de estas herramientas tiene su propio valor al permitir a los docentes capturar y analizar las dinámicas educativas, desde los detalles diarios hasta los momentos más significativos de la enseñanza.
Por ejemplo, la bitácora es una herramienta que permite un seguimiento detallado de la práctica diaria, registrando logros y dificultades, lo que puede dar lugar a un análisis más profundo sobre la evolución de la enseñanza. El diario reflexivo, por otro lado, ofrece una perspectiva doble al permitir que los docentes no solo registren sus experiencias, sino que también las revisen posteriormente, proporcionando un espacio para la introspección y el ajuste de estrategias. Estas herramientas, utilizadas de manera sistemática, no solo promueven la reflexión, sino que también contribuyen a la investigación educativa, generando un impacto positivo tanto en los docentes como en los estudiantes.
Formación continua y reflexión docente
La formación continua es un tema recurrente en el artículo, resaltando que más de la mitad de los docentes no participa en procesos formativos, principalmente debido a la falta de tiempo y recursos. Esta situación subraya la importancia de que la formación se integre en el horario laboral y en el entorno de trabajo de los docentes, haciéndola más accesible y relevante para sus necesidades. La autora aboga por que esta formación no genere costos adicionales y esté enfocada en áreas prioritarias como la inclusión, equidad y convivencia escolar.
El artículo también destaca que, aunque la experiencia docente es valiosa, no siempre se traduce en una mayor capacidad reflexiva. Esto refuerza la necesidad de guiar y fomentar la reflexión entre los docentes, para que puedan desarrollar una práctica más crítica y adaptada a sus contextos específicos. Las entrevistas narrativas realizadas por la autora revelan que, cuando los docentes reflexionan sobre su práctica, pueden identificar mejor las barreras y oportunidades para el aprendizaje inclusivo, lo que demuestra la importancia de integrar la práctica reflexiva en la formación docente.
Un aspecto crucial que Macías Torres enfatiza es la convergencia entre el perfil del docente inclusivo y el del docente reflexivo. La reflexión no solo mejora la práctica educativa, sino que también fortalece las competencias necesarias para promover una educación inclusiva. En este sentido, la práctica reflexiva no es una opción adicional, sino un componente esencial para los docentes que trabajan en entornos inclusivos.
El artículo concluye invitando a los docentes a adoptar la práctica reflexiva como un medio para mejorar tanto su labor como el entorno educativo en general. Subraya que la formación continua debe ser vista como una responsabilidad compartida, donde la actitud y disposición de los docentes son factores clave para el éxito de cualquier iniciativa formativa. Asimismo, destaca la importancia de abrir espacios para el diálogo y el intercambio de experiencias, lo que puede facilitar una cultura de aprendizaje continuo y colaboración entre colegas.