Flavia Ferrari: “El término Ni-Ni no refleja las aspiraciones de los jóvenes al finalizar el secundario”

La investigadora de Argentinos por la Educación analiza en diálogo con Ticmas las expectativas y realidades de los jóvenes en la transición del secundario a la vida adulta, destacando las oportunidades educativas como claves para su progreso

Guardar

Nuevo

Flavia Ferrari - Argentinos por la Educación

Hace unos días se publicó el informe “Educación y trabajo: expectativa y realidad de jóvenes en Argentina”, elaborado por el Observatorio de Argentinos por la Educación. Este trabajo, elaborado por Flavia Ferrari Inchauspe y Eugenia Orlicki, pone de relieve las aspiraciones de los estudiantes al finalizar la secundaria y su transición hacia la vida adulta.

Las autoras del estudio destacan que una amplia mayoría de los jóvenes manifiesta el deseo de continuar su educación (85%) y de insertarse en el mundo laboral (65%), lo que refleja una fuerte motivación por progresar en sus proyectos de vida. Sin embargo, analizando las estadísticas, sólo cuatro de cada diez jóvenes de 19 y 25 años siguen estudiando o trabajando

En conversación con Ticmas, Ferrari analiza las causas de la brecha a la vez que subraya que el valor del título secundario sigue siendo alto, tanto para los estudiantes como para el mercado laboral, y que existen alternativas educativas, como la formación técnica y los cursos modulares, que podrían abrir nuevas oportunidades y fortalecer las trayectorias de los jóvenes en un contexto de creciente complejidad.

Flavia Ferrari - Argentinos por la Educación.

--Con estos datos, ¿se desarma la idea de los “Ni-Ni”, los jóvenes que ni estudian ni trabajan?

—Hay una brecha entre la expectativa reflejada al finalizar el secundario y la situación de los jóvenes, que se agrava en los deciles de ingreso más bajos, donde vemos que, si el 72% tenía expectativas de estudiar, solo el 21% lo hace. Algo similar sucede con lo laboral. Ahora, es interesante el punto de los Ni-Ni. Por lo pronto, hay una discusión alrededor del término, pero, en todo caso, si se tratase los jóvenes que no estudian ni trabajan, no lo vemos como una expectativa al final del secundario. La gran mayoría expresa un proyecto que pasa por los estudios y por una trayectoria laboral. Lo interesante acerca de los Ni-Ni es que, si los miramos por diferencia de género, hay una profundización en las mujeres, asociada a las tareas de cuidado: son las mujeres jóvenes quienes cuidan a un familiar o eventualmente a un hijo, y eso influye bastante en los números.

¿El porcentaje que ustedes analizan corresponde sólo a los estudiantes que terminan la secundaria? Porque sabemos que hay un alto porcentaje de abandono, también.

—Nosotros tomamos la captura de Aprender del último año de secundario. No necesariamente el 100% de los chicos que responden lo terminan. Pero, en este punto, quisiera decir algo que también se ve en los estudios cualitativos y es la importancia que se le sigue dando al título secundario. El título secundario tiene un valor por sí mismo. Y, por supuesto, el mercado laboral también se lo da y se lo otorga. Es una buena noticia que la cobertura haya ido aumentando a lo largo del tiempo y, a su vez, el valor del título para el ingreso al mundo laboral sigue prevaleciendo. Lo mismo que la alta expectativa de seguir estudiando.

No sé si el dato era del informe, pero los jóvenes con título secundario tienen muchas más posibilidades de conseguir trabajo y con mejores condiciones respecto de quienes no lo tienen.

—En la última parte del informe miramos el acceso a un trabajo de calidad, que entendemos como un trabajo de más de 30 horas semanales y un descuento jubilatorio. Es mucho mayor la preponderancia de trabajo de calidad en los jóvenes que tengan al menos el secundario completo versus el secundario incompleto. Pero también vemos una desigualdad en el acceso al trabajo de calidad: por un lado, está el secundario, pero, por otro lado, vemos que está muy marcado por el nivel de ingreso. Entonces, el 42% de los jóvenes de mayor nivel de ingreso accede a un trabajo de calidad, y ese número se reduce a 2% cuando vamos al decil más bajo. El acceso al trabajo está claramente marcado por una desigualdad, hoy en Argentina.

Expectativas de los estudiantes del último año de secundaria, por decil de ingresos. Fuente: Argentinos por la Educación
Expectativas de los estudiantes del último año de secundaria, por decil de ingresos. Fuente: Argentinos por la Educación

Si miramos la universidad, ¿cuáles son las causas por las que no continúan?

—En el informe no ahondamos las causas, pero podríamos adelantar algunos de los factores que influyen. Un primer factor es la calidad de los estudios incorporados en el secundario. Hay varios informes que muestran niveles poco satisfactorios de aprendizaje a lo largo de los niveles obligatorios de la trayectoria estudiantil. Ya desde tercer grado vemos que casi la mitad de los estudiantes no entiende lo que lee. Eso se va prorrogando hasta el final del secundario, con un nivel de incorporación de aprendizajes menor del esperado, lo que provoca una dificultad al iniciar una carrera universitaria, por ejemplo, que muchas veces explica el abandono. Sobre todo, de nuevo, en los deciles de ingresos más bajos, que es donde también se ve la desigualdad de incorporación de aprendizaje.

¿Hay una encrucijada entre trabajo y estudio? “Sí trabajo, no estudio”.

—Ese es otro de los factores que influyen en la brecha entre la expectativa y la realidad. Por supuesto, en muchos casos se hace imperiosa la necesidad de trabajar y es difícil sostener la trayectoria educativa y la laboral. En ese caso, suele prevalecer la laboral por una cuestión de necesidad. Pero sería distinto si se mirase otro tipo de opciones de educación superior, además de la trayectoria universitaria, que pueden ir desde una formación profesional, un terciario, cursos modulares, etc. Para ello es necesario que se pueda acceder a la información y, quizás, ahí haya un camino para recorrer y para mejorar, para que las oportunidades lleguen a todos los sectores.

Ante un contexto de incertidumbre y cambio constante, hay educadores que van al extremo de decir que la universidad es una institución agotada. Pero hay otros que, sin llegar a eso, dicen que hay que cambiar el plan de estudios: hacer carreras más cortas y acompañar con cursos de perfeccionamiento. La universidad en la Argentina sigue siendo tradicional. ¿Cómo reaccionan los estudiantes?

—Es interesantísima la pregunta. Si bien en el informe no profundizamos sobre la trayectoria universitaria, es interesante traer la pregunta. Quizás no tanto por cuestionar el formato de la universidad, sino para pensar cuál es la oferta que tenemos a nivel postsecundario y qué nivel de pregnancia y penetración tiene en la sociedad. Ahí es interesante el caso de la educación técnica con los centros de formación profesional y en las formaciones modulares. Han sido una solución en muchos países —Australia, Alemania, etcétera— porque permiten una carrera que se adapta a diferentes situaciones y son cursos cortos que se pueden modular, que pueden llegar a ser un terciario a lo largo del tiempo. Ese tipo de respuestas, sobre todo en la formación técnica, me parece una buena pista para llegar con diversidad de ofertas.

Distribución de situación laboral y educativa de jóvenes de entre 19 y 25 años, por deciles de ingreso per cápita familiar. Fuente: Argentinos por la Educación
Distribución de situación laboral y educativa de jóvenes de entre 19 y 25 años, por deciles de ingreso per cápita familiar. Fuente: Argentinos por la Educación

¿Cuál es la percepción de la sociedad sobre la carrera universitaria?

—No tanto por lo que verifica el informe, sino más bien por lo que venimos viendo a nivel social, sigue siendo un valor respetado, una variable aspiracional y de movilidad social.

¿”M’hijo el dotor”?

—Creo que estamos en otros paradigmas, pero sorprendentemente sigue teniendo una aspiracional de movilidad. Lo que nosotros venimos a mostrar es que, si las expectativas siguen siendo altas, es porque el título post secundario sigue pareciendo la manera de progresar en la sociedad. Si eso luego se verifica en los hechos, entramos en otra discusión.

¿El haber ido a buen secundario te asegura seguir en la universidad?

—Puedo complementar la respuesta con otros informes que hablan del nivel de desempeño de los estudiantes según el tipo de escolaridad: pese a lo que quizás muchos se imaginaban, vamos que tanto en los colegios públicos como los colegios privados hay una problemática pronunciada de incorporación de aprendizajes y que no necesariamente se llega a un nivel satisfactorio o muy satisfactorio, que sería una buena base para ir a la universidad. Aun así, hay estudiantes que logran superar esa barrera y se insertan bien. En términos generales, la calidad educativa a nivel secundario todavía no asegura que todos los jóvenes puedan sostener una carrera universitaria. Tiene mucho que ver con la resiliencia del inicio.

Tengo una observación, que no es una pregunta. A lo largo de mi experiencia en diálogos y entrevistas, noté que lo más importante para continuar una carrera es la acción directa de los docentes. Muchos universitarios te dicen que fue un maestro o una maestra quien les hizo ver la importancia de seguir estudiando.

—Habría que verlo más en profundidad. Nosotros ahora estamos haciendo un estudio cualitativo que va a capturar la mirada de los jóvenes, la de los docentes y la de los empresarios. Sin duda, la figura del docente es determinante en la trayectoria tanto educativa, pero es difícil hacer una asociación directa entre una cosa y otra.

Yo me puedo permitir decirlo porque hablo desde la opinión. Entiendo que desde el lugar de la analista debas ser más precavida.

—Sí, pero ahí hay un punto: hay muchos estudios que muestran la importancia de la comunidad educativa. El clima en la escuela y la comunidad que se genera entre el cuerpo directivo, el cuerpo docente, las familias y los alumnos influyen en la capacidad de los alumnos para tener más oportunidades y sostener las trayectorias educativas.

Guardar

Nuevo

Últimas Noticias