Día de la Infancia: cómo es ser niño hoy, en primera persona

Estudiantes de séptimo grado del Instituto de los Ángeles Custodios, una escuela primaria que depende del Patronato de la Infancia, conversaron con Infobae sobre cómo se ven a sí mismos, lo que les preocupa en el presente y lo que esperan del futuro

Francisco, Luana, Xiomara, Alison y Ana cursan séptimo grado en el Instituto de los Ángeles Custodios, una de las dos escuelas del Patronato de la Infancia. (Adrián Escandar)

“Que todos los niños puedan tener un futuro”, dice Xiomara, de 12 años: es su deseo para este domingo. A su derecha, Luana, de la misma edad, especifica: “Que todos reciban educación, comida y cariño”. A la izquierda, Alison agrega: “Que haya escuelas gratuitas para todos”. En la cabecera de la mesa, Ana aporta: “Que ningún niño sienta miedo. Que todos tengan amor y salud”. Francisco completa: “Que tengamos más seguridad al salir a la calle solos. Y que nos podamos divertir”.

Todos ellos cursan séptimo grado en el Instituto de los Ángeles Custodios, una de las dos escuelas que dependen del Patronato de la Infancia, organización que desde hace más de 130 años acompaña y ofrece oportunidades a niños de sectores vulnerables. La escuela es privada, con subvención estatal y una cuota baja; está ubicada en Recoleta pero la mayoría de sus 580 alumnos vienen de la provincia de Buenos Aires o del barrio 31 de Retiro. Infobae la visitó para preguntarles a los chicos sobre algo que conocen de primera mano:

¿Cómo es ser niño hoy en Argentina?

“Creo que los niños podemos aportar mucho. No es que porque somos chicos no entendemos. Podemos ayudar a las personas grandes a ver las cosas de otra manera. A veces nos escuchan, pero otras veces no: siento que algunos adultos nos consideran muy poco en nuestras opiniones”, afirma Luana. Y ejemplifica: ella pudo elegir la escuela a la que asistirá a partir del año que viene –el Ángeles Custodios no ofrece secundaria–, pero a muchos de sus compañeros sus papás no les consultaron.

Con 12 años, los protagonistas de esta nota están en un momento de transición. El pasaje a secundaria los entusiasma pero también los atemoriza. Hablan de la ropa y la música que les gusta, reconocen su dependencia del celular; pero de pronto alguna confiesa que, cada tanto, desempolva sus muñecas Barbie y juega a vestirlas y peinarlas.

“Por un lado me da melancolía alejarme de las personas que conozco. Pero a la vez me da buena vibra conocer a otras personas: es un nuevo yo”, dice Ana sobre la experiencia de cursar el último año de primaria. “Egresar es un momento especial. Uno siempre va a recordar a sus amigos de la primaria”, acota Francisco.

“Creo que los niños podemos aportar mucho. Podemos ayudar a las personas grandes a ver las cosas de otra manera", asegura Luana. (Adrián Escandar)

Cuando hablan sobre la infancia, los chicos parecen sentir nostalgia por una época que no conocieron: dicen que ser niño “ya no es jugar en la vereda” sino “pasar todo el día en Instagram y TikTok”. Todos ellos tienen celular: a algunos, sus padres se lo dieron hace uno o dos años; a otros más temprano, cuando empezaron a quedarse solos en sus casas o a volver de la escuela en colectivo.

Francisco reconoce que es fanático de la tecnología y que dedica muchas horas al teléfono: “Mi tiempo libre lo paso conectado, jugando al God of War o escuchando música, sobre todo rock”. Además le gustan Dragon Ball y las películas de terror, que suele mirar con su tía. Ana prefiere jugar al vóley, hacer origami y diseñar ropa para sus perros. Escucha El Cuarteto de Nos, pero también Gloria Trevi: la conoció por sus papás. Luana toca el violín, le gusta el rock argentino y el peruano, y suele mirar series “de presidentes y detectives”; la última que recomienda es Sucesor designado.

A Xiomara le encanta bailar: practica con un profesor la marinera norteña, una danza típica del norte de Perú, donde vive parte de su familia. Por su parte, Alison aprovecha sus tiempos libres para coser: a los 8 años aprendió a hacerlo a mano, y luego empezó a usar las máquinas del taller textil de su primo. “Hago cosas con la tela que le sobra, ahora estoy armando muñequitos de tela”, explica.

Cuando llega el momento de hablar de la escuela, todos coinciden: valoran estar ahí, es su lugar de referencia. “La educación es la base fundamental para que una persona pueda crecer, desarrollarse y tener un futuro”, define Luana. Además de las clases a la mañana, la escuela Ángeles Custodios les ofrece actividades a la tarde: inglés, deportes, talleres Montessori, orquesta, robótica y programación, además de un espacio para resolver los deberes –muchos de los chicos, explican las autoridades, no tienen en sus casas un lugar donde hacer la tarea–.

El colegio ocupa casi media manzana sobre la calle Mansilla: la infraestructura está impecable, pero mantenerla es cada vez más difícil. Por eso el Patronato de la Infancia –que tiene otra escuela aún más grande, Infancia 2000, en Benavídez– está juntando donaciones, sean de empresas o de individuos: cualquier monto les sirve para poder seguir sosteniendo el trabajo con los chicos. Este Día del Niño, habrá voluntarios recibiendo contribuciones en el Parque de la Costa, el shopping de Nordelta y el Colegio Newman, pero también es posible aportar a través de la web del Patronato.

Los chicos valoran la escuela: la ven como un lugar de referencia, donde aprenden a conocerse y desarrollan la confianza en sí mismos. (Adrián Escandar)

Lo que más disfruta Xiomara es encontrarse con sus compañeros en el aula y hacer trabajos en grupo. Francisco destaca a “las maestras y la directora (Ana Tapia)”, y reconoce que la escuela lo ayudó a “dejar la vergüenza” y animarse a preguntar. Alison valora: “Cada día aprendemos algo nuevo. Y siempre nos dicen que al equivocarnos podemos seguir aprendiendo”.

Ana también aprendió a confiar en sí misma en la escuela: dice que antes era más callada, pero luego tuvo un “glow up” (la expresión se refiere a lograr un cambio personal importante). “Me dio confianza para poder hablar y explicar por qué pienso como pienso. A mí me gusta tener la razón. Pero también me gusta que me contradigan si puedo aprender algo nuevo”, argumenta.

Para Luana, la escuela fue una suerte de “brújula” cuando llegó desde Perú a los 6 años y se sentía perdida en una ciudad desconocida: “La escuela me ayudó mucho a poder adaptarme. Acá pude encontrarme con una nueva yo, en un país que al principio me resultaba extraño. Además de enseñarnos, en la escuela nos acompañan y nos ayudan a comprendernos a nosotros mismos”.

Si bien les falta mucho para elegir, todos tienen ya una idea de lo que les gustaría ser de grandes. Ana quiere estudiar Diseño de Indumentaria: “Mi mamá me lo recomendó porque me gusta mucho la ropa. En quinto grado por fin me dejaron empezar a vestirme como yo quería”. Luana piensa en Medicina; cuenta que su mamá perdió tres hermanos y que ella espera ayudar a que esas tragedias no se repitan: “Quiero ser cirujana en pediatría”.

Alison oscila entre Diseño de Indumentaria y Medicina: “Me gustaría cuidar a los niños y ayudarlos a sentirse bien, pero diseñar ropa también me parece divertido”. Xiomara quiere ser aeromoza o trabajar en un banco. Viajó varias veces en avión a Lima para visitar a sus abuelos y su hermana mayor, que es empleada bancaria. A Francisco le gustaría ser psicólogo “para ayudar a las personas con sus problemas”.

El Patronato de la Infancia está juntando donaciones de empresas o de individuos: cualquier monto aporta para poder seguir sosteniendo el trabajo con los chicos. (Adrián Escandar)

Se los escucha confiados en el futuro. Pero también preocupados por el presente. “Todos nos merecemos ser felices y vivir tranquilos”, reflexiona Luana. Enseguida ella y sus compañeros comentan que para muchos niños en Argentina esa no es la realidad.

“Veo en la calle muchos chicos a los que les faltan tantas cosas. No tienen ni para un hotel, ni para comer”, cuenta Xiomara. Ana coincide: “En todos lados vemos niños pidiendo comida”. Todos asienten y admiten que la situación ya no los sorprende. “Si vos sos un niño, ¿qué hacés para conseguir un plato de comida? ¿Qué hiciste para no tenerlo? No es tu culpa estar en esa situación”, afirma Luana.

¿Cómo es ser niño hoy en Argentina?

En paralelo a las voces de los chicos, las cifras trazan un panorama demoledor. Más de 6 de cada 10 (62,9%) niños y adolescentes son pobres al considerar los ingresos familiares, según datos del Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA) de la UCA correspondientes a 2023. El 16,2% de los chicos son indigentes, la cifra más alta desde 2010. Más de la mitad (56,3%) sufre privaciones en al menos uno de sus derechos esenciales: alimentación, saneamiento, vivienda, salud, información y educación.

Uno de cada tres niños y adolescentes (32,2%) sufre inseguridad alimentaria, es decir, no puede acceder a alimentos nutritivos y variados en el país que –según se repite desde distintos sectores– podría producir alimentos para 400 millones de personas. La proporción se mantiene en estos niveles desde 2018, según el Barómetro de la Deuda Social de la Infancia del ODSA. Esta semana Unicef alertó que, en todo el país, cada día un millón de niñas y niños se van a la cama sin cenar.

El número crece si se cuenta la cantidad de chicos que se saltea alguna comida durante el día: 1,5 millones, según una encuesta realizada por Unicef en el país. Unos 10 millones de niños comen menos carne y lácteos en comparación con el año pasado por falta de dinero, mientras que los ingresos de casi la mitad de los hogares no alcanzan para cubrir gastos básicos de alimentación, salud y educación.

Para el Indec, el 58,4% de los chicos son pobres y el 18,9% –casi 2 millones– son indigentes, según datos de 2023. De acuerdo con un informe de ACIJ, este año los recursos presupuestarios del Estado nacional destinados a niñas y niños son un 18% más bajos que en 2023: las políticas alimentarias disminuyeron un 29% mientras que en educación el recorte fue del 31% y en salud se invirtió un 50% menos.

Pese a todo, Xiomara espera “que cada niño pueda disfrutar su día como se lo merece”. Sin conocer las cifras exactas, los chicos entrevistados por Infobae para esta nota hablan de la importancia de tener un plato de comida, de poder ir a la escuela, del valor de tener un techo y no sentir miedo en la calle. Es difícil digerir que lo estén diciendo en 2024: parecen necesidades de hace un siglo, cuando estaba naturalizado que estas cuestiones básicas fueran privilegio de unos pocos. Luana –12 años– piensa que “la política es una forma de ayudar a los demás”. En vez de seguir gritando entre adultos, este domingo es una oportunidad para escuchar lo que chicos y chicas nos están diciendo.