Un proyecto histórico en redes sociales busca rescatar la memoria visual de la Argentina

Se trata del “Archivo Visual Argentino”, donde el historiador Juan Pablo Baliña reúne escenas de la vida cotidiana del país. El proyecto invita a que los estudiantes se apasionen con la Historia y aprendan las etapas de la investigación y el desarrollo del pensamiento científico

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Una de las fotos del Archivo Visual Argentino
Una de las fotos del Archivo Visual Argentino

¿Dónde está el mayor acervo documental fotográfico de los argentinos? Respuesta corta: en cientos de miles de casas particulares que guardan fotografías familiares históricas que, muchísimas veces, terminan en la basura, olvidadas. Esos documentos que, hasta hace poco, no se preservaban, encuentran ahora un lugar que los valora y los reúne: @ArchivoVisualArgentino, un espacio virtual de Instagram que el historiador Juan Pablo Baliña creó en febrero de este año y está creciendo a grandes pasos.

Baliña es historiador e investigador y concibió el proyecto, mientras volvía de revisar unos álbumes familiares, en una chacra en las afueras de Puerto Madryn. “Me encontré con una historia visual maravillosa, con un álbum que la familia había conservado con mucho cuidado y que, probablemente nunca saldría de esa chacra”, dice. Y sigue: “Mientras los revisaba, además, observé que varios miembros de la familia navegaban con sus teléfonos en Instagram. Ahí podía haber un nexo”.

¿Cómo nació el proyecto?

—Los archivos en ocasiones intentan destacarse por lo que no ha sido compartido ni divulgado. Algo como “Esto lo tengo sólo yo”. Me parece que debería ser al revés. Su afán, su valor, debería ser el hecho de compartir. La lógica del coleccionista en ocasiones se pega a la del archivero. En ese sentido, las redes sociales pueden representar un gran aporte.

Casa histórica de Yatasto
Casa histórica de Yatasto

¿En que se diferencia “Archivo Visual Argentino” de un archivo tradicional?

—Si le preguntaras a un archivo cuál es su misión te respondería: preservar, organizar, describir, investigar y volver accesibles sus materiales. ¿Y la difusión? No, eso no siempre. Hay excepciones, claro. No quiero que me linchen los archiveros pero es una realidad. Por otro lado, “Archivo Visual Argentino” apunta a valorar y recoger los archivos privados, familiares, que representan el enorme legado en Argentina. Hay grandes archivos públicos, sí, pero ¿qué pasa con los privados? El mayor volumen de fotos antiguas conservadas en el país se encuentra, sin duda, en el conjunto de colecciones familiares. Y, por lo general, cuando las familias deciden desprenderse de estas fotos no las donan a los archivos públicos locales —cuando éstos existen—, simplemente las desechan. De allí la importancia de procurar su recuperación. Es importante que, por un lado, las familias valoren lo que tienen y, en segunda instancia, procuren la reproducción digital de sus fotos más interesantes. Hoy con cualquier buen teléfono y un poco de esmero se puede lograr. Hemos recibido fotografías de familias de descendientes de alemanes, de Misiones, de descendientes de daneses, de Tres Arroyos. De todas hemos contado sus historias de manera colaborativa.

¿Hay mucha colaboración?

—Diría que ahora sí. Pero te voy a contar una anécdota: un día le pedí permiso a un gran coleccionista —no voy a dar el nombre— para reproducir y publicar algunas fotografías de su fondo personal. Él me respondió con una pregunta: “¿Qué gano con que se publiquen estas fotos que paguén miles de dólares?”. Aunque a alguno le pueda generar indignación, creo que es una buena pregunta porque en su respuesta puede estar la clave para abrir el fondo o no: compartirla significa dotarla de sentido. Es increíble la cantidad de registros que se pueden obtener con los aportes de diferentes miradas. Y esos aportes, muchas veces finísimos, son los que vuelven valioso un documento.

¿Hay un “revival” de lo antiguo?

—Creo que ahora se combinan varias cosas: la digitalización y el poder de las redes sociales. A eso yo trato de sumarle dos elementos más: contexto histórico de la imagen y mirada de especialista. Es decir, si hay un caballo criollo, por ejemplo, sé a quién se la tengo que mandar para que me ofrezca la mayor cantidad de registros posiblee. Si hay un árbol autóctono, lo mismo. Y así con los muebles antiguos, vestimenta militar, ferrocarriles, etc. Luego los lectores hacen el resto.

Juan Pablo Baliña
Juan Pablo Baliña

¿Cómo es el enfoque histórico del proyecto?

—La historiografía —los que estudian y luego escriben la Historia— muchas veces presentan enfoques cerrados, bloques sin aparentes fisuras. Eso es una especie de vanidad. Es bueno contar lo que investigamos, lo que sabemos, pero también es honesto poner sobre la mesa las preguntas que nos quedan, lo que no sabemos. Ese es otro intento del “Archivo Visual Argentino”. El mundo va cambiando: de competir a colaborar. En los archivos debería suceder lo mismo. En algunos casos ya sucede, pero en muchísimos no.

¿Por qué la gente consume este tipo de contenido?

—La gente vive de historias. Las historias mueven el mundo. Tal vez “la historia”, así con comillas, como disciplina, puede generar ciertas resistencias, pero las pequeñas y potentes historias van a atrapar nuestra atención en cualquier contexto. Netflix cuenta historias y le va muy bien, ¿no? Son audiovisuales, pero son historias al fin. Habitualmente valoramos la calidad de las tomas, los drones, pero tiene gente que trabaja muy bien en el armado de esa narrativa.

¿Se puede enseñar y aprender Historia mirando fotografías antiguas?

—No sólo Historia sino algo quizás más importante que es aprender a investigar, a desarrollar un pensamiento científico: qué sé, que no sé, qué hay investigado, qué puedo averiguar yo, dónde lo puedo ir a buscar, de qué manera. Diría que estas imágenes son una oportunidad de aprendizaje. Además, los chicos siempre tienen preguntas curiosas e interesantes sobre una foto como estas. Pueden surgir buenos debates que un docente puede aprovechar. También, es un buen ejercicio en un mundo donde mucho viene masticado pensar en los procesos, donde hay que construir y buscar lo que no tenemos.

Pensando en la escuela y la educación, ¿se puede pensar este tipo de contenidos como una nueva estrategia?

—Muchos especialistas dicen que los estudiantes ponen su mirada y su atención en otros lugares. Hay que ir entonces a esos otros lugares. Esto no significa rechazar el libro o el pizarrón. Claramente no. Es sumar otros rincones para la conversación educativa. McLuhan decía que “el medio es el mensaje”. Más allá de lo que se pueda debatir desde esa idea creo que es rescatable aquello de que hay que comprender el canal en sí mismo, y no sólo el contenido que transporta.

¿No ofrecen las redes una vida muy efímera?

—Si miro con perspectiva histórica, diría que nuestra vida es efímera. Y luego, más bajado a tierra, agregaría que tendremos que hacer de esto uno o varios libros, sumando las buenas colaboraciones. Sería también un libro colaborativo. Eso lo haría un poco menos efímero, ¿no?

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