La comprensión lingüística y la alfabetización son procesos intrínsecamente conectados que comienzan mucho antes de que los niños puedan leer de manera autónoma, dice la experta en educación Bárbara Gottheil, quien sostiene que el desarrollo del lenguaje oral y el enriquecimiento del vocabulario sientan las bases para una alfabetización efectiva, que se formaliza al iniciar la escolaridad.
La alfabetización, entonces, no es un evento aislado, sino un proceso continuo que debe integrar tanto la oralidad como la habilidad de comprensión de textos desde las primeras etapas de la vida. En esta entrevista con Ticmas, Gottheil, que forma parte del grupo de investigación Indago y ha publicado trabajos fundamentales en el área, como Lee comprensivamente (junto a otros expertos, como Graciela Migliardo), habla acerca de la importancia de trabajar la comprensión lingüística como una herramienta clave para el desarrollo cognitivo y la adquisición del lenguaje escrito.
Además, en el marco del lanzamiento de Aventuras hacia la comprensión lectora (Ed. Paidós), Gottheil se centra en las habilidades orales que permiten a los niños no solo aprender a leer, sino también comprender y utilizar el lenguaje de manera efectiva.
—¿Se puede trabajar la comprensión lingüística y la alfabetización a la vez?
—Nosotras hemos desarrollado un programa de comprensión lingüística. La alfabetización es un proceso que arranca desde el nacimiento, que puede pensarse como alfabetización emergente donde debe haber una serie de condiciones para que el lenguaje se vaya desarrollando y el vocabulario enriquezca las habilidades cognitivas hasta llegar a los cinco o seis años, cuando empieza primer grado y empieza la alfabetización inicial. Es decir, la adquisición del lenguaje escrito.
—¿Cómo es la relación entre el lenguaje oral y el escrito?
—Muy estrecha. El lenguaje escrito tiene que asentarse sobre las bases de un lenguaje oral lexical, gramatical y semánticamente rico como para alcanzar una alfabetización adecuada.
—A través de la oralidad, los chicos de cinco o seis años incorporan un vocabulario de cientos de palabras. Pero la lectura te da miles de palabras. ¿Cómo se da ese salto de lo oral a lo escrito?
—Los chicos tienen que empezar por tomar conciencia con un trabajo analítico vinculado a las palabras, ya no en su nivel semántico, sino en las partes que lo componen. Esta es mi postura. Así es como he alfabetizado a muchos chicos y he visto que se alfabetiza.
—La conciencia fonológica de las palabras.
—Exacto. Siempre dentro de un contexto de significatividad: que, en los textos, en las imágenes, en lo que estamos conversando, aparezcan palabras y, de estas palabras, uno pueda vincular los sonidos y presentarlos. En una progresión ideal, los chicos deberían terminar preescolar conociendo las cinco vocales, algunas consonantes —como la eme, la ese, la ele— y sílabas directas. O sea: consonante, vocal, consonante, vocal. Hay muchos programas de alfabetización muy interesantes. Hay autoras muy interesantes como Diuk, Borzone, Marder, Rosemberg. Nuestro programa puede usarse tanto de una manera como de otra, pero lo fundamental es que todos coincidamos en que al lenguaje escrito hay que enseñarlo. El lenguaje oral lo vas aprendiendo, aunque eso no signifique que los niños van a llegar a primer grado con el mismo vocabulario. Lo que proponemos es trabajar el vocabulario antes, durante y después del texto.
—¿Cómo es la propuesta de Aventuras hacia la comprensión lectora?
—De una manera diferente a lo habitual, nosotras proponemos un programa de comprensión con niños que todavía no están alfabetizados como para leer de manera fluida y ser los encargados de la lectura. Sin embargo, pueden comprender textos. Nuestra idea es trabajar oralmente: que los docentes propongan hablar de imágenes y en esas imágenes, con textos que primero son cortitos y después son un poco más largos, vamos las habilidades.
—¿Va desde lo icónico al reconocimiento de las letras?
—No trabajamos específicamente el conocimiento de las letras, pero cada docente puede ajustarlo a su propio modo de trabajo. A partir de juegos donde focalizamos la atención vamos trabajando en las habilidades que funcionan para aprender estrategias de comprensión lectora, enriquecer el vocabulario, hacer inferencias y aprender a reconocer que hay información que está dicha y otra que tenemos que construir, para que monitoreen o autorregulen su comprensión y que sean escuchas activos de la lectura. Y, si bien no presentamos las letras, una de las docentes que lo usó fue trabajando con letras e iba haciendo que los chicos escriban. En este programa, nos basamos fundamentalmente en el intercambio oral, pero es absolutamente compatible con la escritura. De hecho, los chicos naturalmente tienen ganas de dejar su marca.
—Ustedes señalan que puede trabajarse con chicos de 6 o 7. Pero también podría comenzar en preescolar. Son años de desarrollo muy diverso. ¿Por qué es tan abierto?
— Porque consideramos que el educador es el mediador y es quien mejor conoce al grupo y sus vínculos con los precursores de lectura. Puede haber contextos que comiencen en preescolar, aunque nos inclinamos más por primer grado. Sin embargo, estamos seguras de que el programa tiene la suficiente flexibilidad y, si los educadores se empapan del marco teórico y comprenden qué y cómo deben trabajar, podrán decidir cuál es el mejor momento para intervenir.
—¿Cuánto tiempo dura?
—Puede ser un año, un poco más. Nos ha pasado con los programas anteriores donde los docentes van enriqueciendo el programa con estrategias propias.
—¿Cómo miden los resultados del proyecto de comprensión lingüística?
—Por un lado, está la autoevaluación. Es todo un trabajo metacognitivo donde los chicos van pensando qué pasó. Y los docentes tienen que hacer un proceso de evaluación mientras escuchan a los niños. Al escucharlos se hace visible el pensamiento: el lenguaje está absolutamente ligado al pensamiento y es una oportunidad sin igual poder escucharlos. Es una evaluación que se va haciendo en el proceso y, si el docente ve que alguien no puede expresarse, puede intervenir. Nuestro propósito es el aprendizaje de las estrategias de comprensión lectora y el objetivo es que los chicos las transfieran a otras áreas: yo le pido a la maestra que, en matemáticas, antes de resolver los problemas primero pensemos las palabras.