Cuenta la historia que, durante la Segunda Guerra Mundial, los ingenieros examinaron los aviones que regresaban de las misiones para determinar dónde reforzar el blindaje. Observaban los agujeros de bala en los fuselajes, alas y colas, y concluyeron que debían fortalecer esas áreas. Sin embargo, un estadístico llamado Abraham Wald sugirió lo contrario: las áreas sin daños eran las más críticas, ya que los aviones alcanzados en esos puntos no regresaban. Esta perspectiva cambió la estrategia y salvó numerosas vidas. Este ejemplo muestra cómo podemos pasar por alto factores críticos al centrarnos únicamente en los casos visibles (efecto conocido como sesgo de supervivencia).
En el ámbito laboral, especialmente en el empleo joven, ocurre algo similar. A las empresas les cuesta mucho conseguir talento joven y, cuando lo encuentran, trabajan en detectar y reforzar sus carencias en habilidades socioemocionales y soft skills, como la comunicación efectiva, el trabajo en equipo y la adaptabilidad. Sin embargo, como en el caso del avión, existen muchos más jóvenes que no llegan a ese primer empleo debido a la falta de aspectos básicos, como la lecto-comprensión y las matemáticas, además de la carencia de conocimientos y habilidades digitales esenciales para su empleabilidad.
Las estadísticas muestran que un número significativo de jóvenes carecen de estas competencias digitales básicas al finalizar su educación secundaria. Esta carencia no solo limita sus oportunidades laborales, sino que también afecta la capacidad de las empresas para innovar y crecer en un entorno competitivo. Las empresas necesitan talentos que puedan manejar las herramientas y tecnologías modernas, y aquellos jóvenes que carecen de estas habilidades quedan rezagados en el mercado laboral.
Si a esto le sumamos los bajos niveles de lecto comprensión, de interés por las matemáticas, la preferencia de “estudiar” mediante videos breves y superficiales de TikTok, y/o de buscar la respuesta rápida con ChatGPT, porque parece ser que es más importante llegar al resultado “correcto” que el valioso esfuerzo cognitivo necesario para llegar al mismo, el combo se convierte en crítico.
Las habilidades en programación, analítica, uso (creativo y con valor) de inteligencia artificial, marketing digital, diseño gráfico digital, ciencia de datos y comercio electrónico son fundamentales. Estas competencias son aplicables en cualquier empresa y en cualquier área, desde cualquier lugar y para cualquier lugar. La falta de estas habilidades impide que muchos jóvenes accedan a su primer empleo, perpetuando la brecha de oportunidades y limitando su potencial de desarrollo profesional.
Pero incluso contando con estas herramientas digitales, si un joven no sabe leer e interpretar adecuadamente, no relaciona, pondera y procesa la información de forma adecuada, y – finalmente – no resuelve desafíos complejos de forma creativa, una herramienta en manos de quien no sabe usarla es, como mínimo, un desperdicio.
¿Quién dobla el paracaídas?
Este último cuatrimestre del año, que en algunos países es el inicio del ciclo lectivo, representa una oportunidad crucial para que los jóvenes se formen/refuercen sus conocimientos y habilidades básicas, complementarias y/o suplementarias, sea para acceder a su primer empleo y asegurar un futuro profesional prometedor, como para dar sus siguientes pasos en una formación superior terciaria o universitaria.
Otra historia popular se atribuye a lo vivido por Charles Plumb, un ex piloto de un bombardero en la guerra de Vietnam, que ilustra la importancia de las personas que, sin ser visibles, juegan un papel crucial en nuestro éxito.
La historia cuenta que Plumb, tras ser derribado en combate y capturado, pasó varios años en una prisión norvietnamita. Al regresar a Estados Unidos, comenzó a dar conferencias sobre su odisea y aprendizajes. Un día, en un restaurante, un hombre se le acercó y le dijo: “Hola, usted es Charles Plumb, fue piloto en Vietnam y lo derribaron, ¿correcto?”, a lo que Plumb respondió sorprendido: “¿Y usted cómo sabe eso, acaso ha estado en alguna de mis conferencias?”.
“No: yo era quien doblaba su paracaídas…”, respondió el extraño.
Cuentan que Plumb se quedó reflexionando por un largo rato, incluso sin poder dormir las siguientes noches, sobre cuántas veces había visto a ese hombre en el portaaviones sin siquiera decirle buenos días. En aquella época, Plumb era un arrogante piloto de combate y, aquel hombre, un humilde marinero cuya dedicación le había salvado la vida.
Desde ese entonces, Plumb comenzó cada una de sus conferencias preguntándole a su audiencia: “¿Quién dobló hoy tu paracaídas?”
Somos nosotros, los adultos, cada uno desde nuestro rol, responsables de lo que hacemos y no hacemos; de lo que decimos y no decimos respecto a la formación de los profesionales del futuro. Para muchos jóvenes que transitan sus últimos meses en el colegio secundario, es la ultima oportunidad que tenemos de nivelarlos y darles las herramientas vitales para su desarrollo en un espacio contenido, confiable y seguro como es la escuela. Sea que lo hagamos para preparar mejor el avión que los llevará al futuro, o para preparar adecuadamente el paracaídas (y el kit de supervivencia) que los ayudará para cada desafío que deban enfrentar, ellos necesitan que los formemos, acompañemos e inspiremos para así ayudarlos a cómo pensar más que en qué pensar. Los docentes y mentores son los principales “dobladores de paracaídas” para los jóvenes.
* Diego Pasjalidis Ingeniero especialista en estrategias, innovación y transformación. Autor, columnista y docente.